Elpidio González venía de una familia que había abrazado la
causa federal su padre había sido el coronel Domingo González, militar que
abrazó la causa de las montoneras federales. Bajo las órdenes del caudillo y
general Juan Saá, Domingo González se sublevó en la zona de Cuyo hacia 1866 y
1867, siendo parte de la última gran revuelta federal que hubo en nuestro país.
Cabe agregar que el padre de Elpidio González fue también un viejo servidor de
Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza.
Fue Ministro de Guerra (1919) y luego Jefe de la Policía de
Capital Federal (1921) durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen. Llegó
a ser Vicepresidente de la Nación junto con Marcelo T. de Alvear (1922-1928).
Recordemos que es en el mandato de Alvear un 7 de Noviembre
de 1924 la Compañia Italo Argentina de Colonización (C.I.A.C.) obtuvo del
gobierno argentino la firma del decreto que reconocía la constitución de la
sociedad y sus estatutos. El documento rubricado por el entonces presidente de
la Nación, Dr. Marcelo T. De Alvear, abría la zona del Alto Valle; así el
Ingeniero Felipe Bonoli, con el aporte de 400 familias provenientes de
distintas regiones italianas, el día 07
de Noviembre de 1924 se lleva a cabo la fundación de la que se denominará Colonia
Regina en homenaje a la esposa de Marcelo de Alvear, Regina Pacini.
Marcelo Torcuato de Alvear durante su juventud perteneció a
la aristocracia porteña lo que ocasionó grandes cruces entre Torcuato y su vice
Elpidio González, dada su estrecha relación con Hipólito Yrigoyen.
Cuando termina el mandato de Alvear vuelve Hipólito Yrigoyen
y nombra a Elpidio González como Ministro del Interior, aunque su trabajo
terminó el 6 de septiembre de 1930 a raíz de infausto golpe de Uriburu.
Cuando llegó al poder Elpidio González su patrimonio era
350.000 pesos fuertes; en 1930 con la revolución de Uriburu se encontró con
deudas por 65.000 pesos, motivo por el cual, le remataron su casa en calle
Gorostiaga.
Un hombre olvidado o silenciado deliberadamente porque es un
espejo en el cual muy pueda mirarse. Cuando caminaba por las calles de Buenos
Aires, al reconocerlo, algunos se acercaban a saludarlo. ¿Cómo es posible que
usted esté pasando estas vicisitudes? "Ninguna vicisitud, es lo que
corresponde", contestaba con toda naturalidad.
Hoy en face... recibí material que publicara la Junta de Estudios Históricos de la Recoleta (aporte de Alicia Rapagnani) en esta carta-documento histórico Elpidio González, quien fuera Vice Presidente de la Nación Argentina entre los años 1922 a 1928, renuncia a la pensión de retiro.
Por internet se encuentra lo siguiente:
A su Excelencia el Señor Presidente de la Nación
Doctor Roberto M. Ortiz
De mi consideración:
Habiendo sido promulgada la ley que concede una asignación
vitalicia a los Ex-Presidentes y Vicepresidentes de la Nación, cúmpleme dejar
constancia ante el Señor Presidente, en su carácter de "Jefe Supremo de la
Nación que tiene a su cargo la Administración General del País", de mi
decisión irrevocable de no acogerme a los beneficios de dicha ley.
Al adoptar esta actitud sigo intimas convicciones de mi
espíritu. Entregado desde los albores de mi Vida a las inquietudes de la Unión
Cívica Radical, persiguiendo anhelos de bien publico, jamás me puse a meditar,
en la larga trayectoria recorrida, acerca de las contingencias adversas o beneficiosas
que los acontecimientos podían depararme. No esperaba, pues, esta recompensa,
ni la deseo, y, al renunciarla, me complace comprobar que estoy de acuerdo con
mis sentimientos mas arraigados.
Confío en que, Dios mediante, he de poder sobrellevar la vida
con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República por cuya grandeza he
luchado y que, si alguna vez, he recogido amarguras y sinsabores me siento
recompensado con creces por la fortuna de haberlo dado todo por la felicidad de
mi Patria.
Saluda al Señor Presidente
Elpidio González.
El 18 de octubre de 1951 falleció acompañado por su ahijado
Tito Anchieri, Orozco, Carlos Borzani e Ismael Viñas. Dejo aclarado en su testamento
como debía ser sepultado: "ser enterrado con toda modestia, como
corresponde a mi carácter de católico, como hijo del seráfico padre San
Francisco, a cuya tercera orden pertenezco, suplico con amor de Dios la limosna
del hábito franciscano como mortaja y la plegaria de todos mis hermanos en
perdón de mis pecados y en sufragio de mi alma".
Cuando falleció un diario comentó: "Su paso por los
altos cargos públicos no había significado para él un enriquecimiento material.
Pobre, muy pobre, hizo frente al violento cambio de la fortuna con estoica
simplicidad". El silencio lo ha cubierto porque posiblemente los
vaciadores de las finanzas públicas temen evocar su conducta”.
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