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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, agosto 02, 2014

Que todo sea culpa de los buitres por James Neilson.

Política avezada, Cristina sabe que, aprovechado con astucia, un desastre colectivo podría resultarle beneficioso. Fue gracias a la implosión del 2001 que su marido saltó desde el gobierno de Santa Cruz hasta el nacional sin tener que hacer mucho más que pronunciar algunos discursos banales, ya que los votantes estaban más interesados en castigar a Carlos Menem que en elegir un nuevo presidente. Aunque Cristina entenderá que el default "técnico" o "selectivo" en que el país acaba de precipitarse haría aún menos probable una eventual recuperación económica en la fase final de su segundo cuatrienio en el poder, por lo menos podría permitirle mantener por un rato más la postura heroica, épica, que tanto le encanta.
Si bien el apoyo vehemente de personajes como Nicolás Maduro sólo motiva sonrisas sardónicas en los centros financieros del planeta, la presidenta cree que la ayuda en el terreno que más le importa, el político. Asimismo, confía en que las consecuencias no serán tan apocalípticas como dicen los alarmistas, ya que la gente de Barack Obama, la mandamás del FMI, Christine Lagarde, y algunos comentaristas "neoliberales" notorios también coinciden en que, en esta oportunidad, la Justicia norteamericana ha metido la pata. Por extraño que parezca, en el gobierno los hay que creen que sería mejor para la Argentina optar en el futuro por llevar a cabo las transacciones financieras bajo jurisdicción británica.
De todos modos, para Cristina y sus incondicionales, la prioridad ha de ser hacer pensar que la debacle económica que se las han arreglado para provocar se debe a la maldad o la estupidez de sus presuntos adversarios, sean éstos opositores internos, las "corporaciones" o sujetos vinculados con entidades foráneas, comenzando con los fondos buitre. Al fin y al cabo, de intentar ellos mismos una "autocrítica" y confesar que sí, fue culpa nuestra, no sabíamos cómo funciona el mundo actual, nos dejamos engañar por los escritos de polemistas divertidos que murieron hace tiempo, les caería la noche. En cambio, de creer mucha gente que el modelo se hunde debido a torpedos disparados por enemigos de la patria desde sus reductos en Nueva York, tendrán alguna posibilidad de salvarse.
En vísperas del día D, distintos gurúes vaticinaban que un default haría que el producto bruto se contrajera el 2%, no el 1% que ya habían previsto. De estar en lo cierto, se trataría de poca cosa, nada que ver con la jibarización económica que el país sufrió luego de la cesación de pagos eufórica, festejada con gritos patrióticos por políticos, sindicalistas y las barras bravas de militantes que suelen asistir a tales funciones, que anunció el fugaz presidente interino Adolfo Rodríguez Saá en diciembre del 2001. Es de esperar que hayan acertado al suponer que un default presuntamente acotado no incidirá demasiado en la evolución de la economía, ya que no parece estar en condiciones de soportar muchos reveses.
Cristina se ha propuesto luchar política, jurídica y diplomáticamente contra el statu quo financiero que impera en el mundo. Es lo que hizo su marido después de hacer del conflicto con Uruguay en torno a las papeleras "una causa nacional"; no le sirvió para mucho, ya que las pasteras siguen allá sin que hayan provocado los daños ambientales catastróficos previstos, pero al menos le permitió distraer la atención del público de asuntos un tanto más significantes. Si Cristina trata de "malvinizar" la pelea con los acreedores holdouts, podría ganar algunas batallas y sería posible que los triunfos morales así conseguidos la ayudaran a conservar una parte de su ya reducido capital político, pero al país no le convendría continuar recordándole al mundo que su trayectoria como deudor deja mucho que desear.
Dadas las circunstancias, la alternativa menos mala frente al país, pero no necesariamente frente a Cristina, consistiría en quitar dramatismo al tema, tratándolo como una molestia pasajera ocasionada por las deficiencias de la legislación financiera internacional, a la espera de que bancos privados, argentinos o extranjeros, intervengan a fin de impedir que tenga repercusiones desagradables para otro país o, si no lo hacen, que a mediados de enero del año que viene la Argentina logre sustraerse del default en que ha caído. Con todo, si bien una estrategia de tal tipo minimizaría los costos concretos, a Cristina no le aseguraría muchas ventajas políticas. Tampoco le gustaría ser acusada de haber cometido un error terrible al ensañarse tanto con los fondos buitre, el juez Thomas Griesa y, para rematar, Estados Unidos. Desde su punto de vista, la resignación aparente equivaldría a una confesión de culpa, algo que jamás aceptaría.
No carece de lógica la postura asumida por Axel Kicillof, y por lo tanto por Cristina, al fracasar el diálogo triangular entre ellos, el mediador nombrado por Griesa y los representantes de los holdouts. El gobierno se sentía obligado a aferrarse a sus propias banderas sin por eso oponerse a que "terceros", es decir, algunos banqueros privados, apaciguaran a los "buitres" entregándoles los 1.600 millones de dólares que reclamaban. De difundirse la impresión de que se trataba de una maniobra urdida por el gobierno mismo y que los banqueros terminarían recuperando su plata, casi todos la tomarían por la rendición incondicional de los kirchneristas ante los buitres yanquis, lo que les supondría una humillación insoportable, además de una derrota política terriblemente costosa.
No cabe duda de que el gobierno ha manejado muy mal el conflicto con los últimos holdouts, pero sucede que, por ser tan grande la brecha cultural que separa a Cristina, Kicillof, Carlos Zannini y Máximo Kirchner de los aguerridos financistas de países desarrollados como Estados Unidos, no hubo forma de compatibilizar el relato kirchnerista con el de sus adversarios. Los planteos setentistas que caen bien entre los militantes oficialistas locales sólo motivan perplejidad en otras latitudes donde muy pocos los entienden. Igualmente rara, desde el punto de vista de los norteamericanos, ha sido la evidente convicción de los kirchneristas de que les sería dado arreglar todo a último momento, merced a la llegada sorpresiva de la caballería financiera criolla, cuando pudieron haber comprado hace años a bajo precio los bonos que terminarían en poder de los "buitres" o, al dejar pasar la oportunidad, aprovechar los alargues concedidos por la Justicia de Estados Unidos para darles, a través de banqueros privados que tenían buenos motivos para no querer que el país regresara al default, lo único que buscaban: dinero contante y sonante.
JAMES NEILSON. 
Publicado en Diario "Río Negro", viernes 1° de agosto de 2014. 
Imagénes  publicadas  por el mismo diario regional.

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