El adiós al patriarca de los alimentos.
Creó un imperio, una de las empresas lácteas más importantes
de Sudamérica, de la nada. Y fue uno de los empresarios más importantes de la
historia de la Argentina. Pero para los habitantes de General Rodríguez, el
lugar donde nació hace 84 años, Pascual Mastellone era una figura tan admirada
como cercana. Su muerte, ocurrida en las últimas horas del sábado pasado,
provocó que miles de vecinos se acercaran a despedirlo. No sorprende que el
lugar elegido para su velatorio haya sido la planta de la empresa, en el
corazón de la ciudad.
Para varias generaciones de rodriguenses, se fue ayer un
hombre muy querido. Al que durante años podían cruzarse los sábados en la misa
de la siete. Siempre de chaleco y saco. El mismo que eligió festejar su
cumpleaños 80 con una fiesta multitudinaria donde no hubo figuras de la
política ni del espectáculo ni empresarios, pero sí operarios, administrativos,
tamberos y fleteros. Muchos habían sido compañeros de sus hijos, sobrinos y
nietos en la escuela. ¿No existen más esas escuelas donde conviven el hijo del
empresario y el del empleado, no?
Para los que, como yo, nacimos en General Rodríguez, La
Serenísima es mucho más que una productora de lácteos. Aunque los rodriguenses
no decimos La Serenísima, decimos la fábrica, a secas. Mi papá trabaja en la fábrica, no importa si es un operario o
un gerente.
Cuando yo era chica, en los 80,
en la fábrica había grandes fiestas de cumpleaños para los hijos de los empleados, todos los meses. Con
regalos que siempre superaban cualquier expectativa y muchos chicos soplando
velitas al mismo tiempo. Muchas décadas antes de que las multinacionales
comenzaran a importar políticas de recursos humanos con nombres en inglés y a
hablar del work life balance, Pascual Mastellone logró que su empresa fuera una gran familia, como a él
le gustaba decir.
Apenas terminaban las clases, se organizaban grandes
colonias de vacaciones. Nos encontrábamos todos: compañeros de escuela,
vecinos, primos. Eramos miles, todos aprendimos a nadar ahí. El todos era tan
amplio que hizo que durante varios años me tocara compartir grupo con uno de
los nietos de Pascual. También había grandes campamentos, el hito del verano rodriguense. En
invierno, llegaban los espectáculos:
durante varios años fue nada menos que el Circo de
Moscú y el Luna Park actuaban a puertas
cerradas sólo para nosotros. Después, venían las fiestas multitudinarias por el
Día del Niño.
Entonces, una de las entradas de la
fábrica
estaba -y sigue estando- sobre una amplia avenida de bulevares con palos
borrachos, que en primavera se llenaban de flores. Pascual Mastellone, sus
hermanos y su familia vivían sobre esa avenida. Sí, sus casas estaban justo
frente a la planta. Un dato que entonces no me parecía tan sorprendente como
ahora. Será por las miles de veces que a la hora de la siesta, cuando todos
dormían, los chicos cruzábamos esa avenida en bicicleta para llegar al club,
que quedaba justo al final de la calle. Muchas veces, nos dejaban colarnos y
nos esperaban con la chocolatada y las vainillas.
Durante las visitas guiadas, una película contaba que La
Serenísima había comenzado con una pareja de inmigrantes italianos, los padres
de Pascual, que instalados en General Rodríguez, comenzaron a vender queso
mozzarella casa por casa. Pero todos ya lo sabíamos. Esa historia increíble a
mí me la contó mi abuela durante años los recibía en su casa, una vez por
semana, y fue siempre una clienta fiel.
Mastellone, que había nacido el 7 de agosto de 1930, tomó
las riendas de esa pequeña empresa familiar en 1952, con apenas 21 años. Su
intuición y espíritu emprendedor hicieron que la compañía láctea se convirtiera
en una de las principales del país y la región. Y se destacó también por la
introducción en el mercado del formato sachet para la comercialización de
leche, el mejoramiento de los sistemas de control de calidad, los procesos de
ultrapasteurización y la incorporación de fortificantes como hierro y calcio en
sus productos.
A largo de su trayectoria empresaria, de más de cinco
décadas, recibió numerosas distinciones, entre ellas, el premio Konex. En los
últimos años, participó en todas las decisiones estratégicas de la empresa,
incluida la renegociación de una deuda en 2009 y el ingreso de la multinacional
Danone a la compañía, pero su enfermedad lo obligó a pedir licencia y alejarse
de las decisiones del día a día.
La familia Mastellone expresó ayer en la página de la
compañía su profundo dolor tras una
larga y difícil enfermedad, que enfrentó con tesón, fortaleza y la energía inagotable con que encaró
los distintos desafíos a lo largo de toda su vida. Y agregó: su ausencia, nos obliga a redoblar los esfuerzos para
continuar su legado en un camino marcado por una impronta ejemplar, basada en
la convicción, la entrega y el espíritu de lucha inquebrantable.
Publicado en Diario El Cronista Comercial.
http://www.cronista.com/negocios/El-adios-al-patriarca-de-los-alimentos-20140818-0062.html
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