Estela Carlotto encontró finalmente a su nieto desaparecido. Es una gran noticia para la consolidación de la democracia y la coexistencia pacífica. Estela, como presidenta de las Abuelas, lo buscó durante 36 años por cielo y tierra. El muchacho, al parecer, se presentó en forma voluntaria y el ADN dió la seguridad de que es el hijo de Laura, la hija de Estela que fue asesinada durante la dictadura. El joven al que Estela siempre llamó Guido, nació en cautiverio. Parece que fue en el hospital militar de La Plata. Insisto que es una gran alegría para todos los que queremos los derechos humanos y respetamos la lucha pacífica, sin venganzas y carente de todo intento de justicia por mano propia como lo hicieron esas abuelas de pañuelo blanco.
Se cierra un ciclo histórico para esas mujeres que fueron envejeciendo con ese agujero negro en el alma. La dictadura mas atroz y el terrorismo de estado han perdido una batalla fundamental. La vida superó a la muerte. La memoria superó al olvido. La lucha derrotó a la resignación. Los nietos utilizados como botín de guerra siguen siendo los desaparecidos de la democracia. Su secuestro es un delito que aún sigue vigente porque aún se está cometiendo.
Humanitaria y republicanamente este es un gran paso.
La bandera de las Abuelas es, largamente, la mejor respuesta que encontramos los argentinos frente al terrorismo de estado.Son exactamente la contracara del genocidio. Porque tuvieron el coraje de enfrentar a la dictadura mas feroz armadas solamente con un pañuelo blanco. No hicieron otra cosa que exigir verdad, juicio, castigo, condena y recuperación de la identidad de los nietos apropiados. Ellas son un ejemplo de no violencia, de no venganza, de no odio.
Una apuesta a la vida que convirtió a simples amas de casa en luchadoras gigantes que fueron implacables y enérgicas para recuperar mas de 100 nietos pero que no perdieron la ternura jamás para seguir buscando a los 400 que todavía siguen desaparecidos porque les robaron su identidad.
Tengo por Estela Carlotto y las abuelas el mayor de los respetos y el más profundo de los afectos. Hace muchos años que me distinguieron porque consideraron de utilidad mi trabajo profesional. Guardo aquella medalla que me entregó Estela como el reconocimiento más importante de mi vida.
Hace un tiempo tuvimos un pequeño cortocircuito al aire, durante un reportaje en otra radio. Se molestó porque mis preguntas apuntaban a marcar respetuosamente que me parece un error que en los últimos años se hayan puesto una camiseta partidaria. Siento admiración por la dimensión del aporte que las Abuelas le hicieron a esta democracia. Siento agradecimiento porque pusieron el pecho a las balas cuando millones de argentinos miraban para otro lado, como el propio matrimonio Kirchner. Pero creo que ni las relaciones humanas ni las periodísticas deben basarse en el silencio ni en la obsecuencia. Creo que las cosas hay que decirlas con prudencia y de frente. Si creo que alguien cometió un error, debo decírselo para tratar de evitar que lo vuelva a cometer. Aunque a lo mejor, el tiempo demuestre que el equivocado era yo.
Pero siento la responsabilidad de no callar nada. Creo que partidizar la lucha de las Abuelas deja afuera a demasiados argentinos. Que las abuelas tienen todo el derecho de amar a Néstor y Cristina porque es cierto que desde que asumieron el poder pusieron a los derechos humanos en un primer plano. Pero también creo que los derechos humanos no son de un partido o de un dirigente. Que son el mejor activo de la sociedad. ¿O no hay defensores de los derechos humanos entre la mitad de los argentinos que no votaron a Cristina? ¿ O no hay porteños que luchan por seguir restituyendo la identidad a los nietos apropiados entre el 70 % de los que no votaron a la presidenta? Esa es mi humilde crítica. Creo que Estela tiene que tener una sola camiseta: la de Argentina. La que usamos todos y no una agrupación por mas masiva que sea. Mientras mas argentinos se sientan representados por esa Estela, mas cierta será la frase del Nunca Mas a ningún tipo de autoritarismo.
Por supuesto que nada de esto empaña el luminoso combate de las Abuelas. Es apenas un detalle frente a la inmensidad de una catedral. Un detalle que, creo, que no hay que callar. La franqueza nunca es mala. La hipocresía si.
Hago votos para que Estela Carlotto sea mas feliz. Para que en este día del reencuentro con su nieto Guido pueda decirle que lo quiere. Para recordarle que es hijo de su hija Laura y que nació en cautiverio. Y para decirle que lo buscó durante 36 años por cielo y tierra solo para darle un abrazo de abuela. Como todas las abuelas merecen abrazar a sus nietos.
Publicado en la página del Sr. Alfredo Leuco.
http://alfredoleuco.com.ar/
Imagen: internet.
Cuadro de imagen: Blog de la Patagonia.
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