El viaje de Julio Palmieri, de su Río Colorado natal a Pakistán, donde vive hace más de diez años implicó mucho más que la elección de un destino. El primer paso fue el que dio el 18 de octubre de 1992, cuando decidió colgar su título de abogado e irse a vivir con los salesianos de Don Bosco.
Ahora, Julio es el padre Julio y misiona en Quetta, capital de Balochistán, en la frontera con Afganistán, y pasa sus días allí donde más del 96% de los habitantes son musulmanes, apenas 1,5% cristianos y el resto hindúes.
Julio vino a pasar unos días en su ciudad natal, como lo hace cada dos años, para reencontrarse con sus seres queridos. El joven de 46 años, perteneciente a una familia reconocida de la localidad, se recibió de abogado y luego abandonó todo. “Cuando tenía 20 años, estaba cursando el tercer año de abogacía en la Universidad de La Plata; tenía novia, tenía amigos acá en Río Colorado, tenía todo para trabajar en mi profesión con mi papá y cumplirle el sueño de ser abogado. Pero comencé a preguntarme qué quería hacer con mi vida. Yo estaba contento. Pero no era realmente feliz ”, cuenta Julio.
Sereno, mientras ceba un mate recuerda que “en 1992, cuando ingresé con los salesianos, tomé conciencia y me di cuenta lo que estaba buscando para mi vida: se me llenó el corazón ”.
“Desde el 13 mayo del 2005, estoy en Pakistán, afrontando diariamente los desafíos que se ponen en mi camino. Lo más difícil fue de aprender a reconocer mis límites y debilidades. Paradójicamente, el miedo, el dolor, la soledad, el sentirte traicionado, el no poder entender y controlar la realidad, pueden transformarse en la puerta que te lleve a lo más hondo y verdadero de ti mismo ”, asegura.
Esta década en tierras de la conservadora y tradicionalista de República Islámica de Pakistán, no fue fácil. Julio está viviendo en la congregación salesiana instalada en Balochistán, la parte más pobre de Pakistán. “Después de estos 11 años ahí, sigo aprendiendo a aceptar la realidad, aprendiendo que el otro es distinto; que uno no siempre tiene la razón; que existe gente buena de verdad en todos lados y son muchos más de lo que parece. Seguro que lo mío es poquito pero suma y creo que puede ayudar, estamos sembrando en el desierto”.
“Varias veces tuve que salir de la escuela para hacer mandados. Y muchas veces te paran. Para identificar de qué parte de América soy les nombro a Maradona, Messi, Tevez. Eso hizo que las situaciones se distendieran. Hasta los monjes budistas me preguntan por ellos”.
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