El 8 de Diciembre de 1829: la sala de representantes
proclamó a Juan Manuel de Rosas gobernador de Buenos Aires otorgándole las
facultades extraordinarias y el título de Restaurador de las Leyes.
Nació en Buenos Aires, el 30 de marzo de 1793, en la vieja
casona de la calle Santa Lucía –antiguo Cuyo y actual Sarmiento-. Era hijo de León Ortiz de Rosas, administrador
de las estancias del rey y capitán de su ejército. Su madre, Agustina López de
Osorno, pertenecía a una familia de estancieros de la campaña bonaerense.
El Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas fue amado por
sus seguidores con el apoyo de hacendados, saladista, grandes comerciantes,
ganaderos, estancieros, terratenientes autonomistas y de los sectores populares
un caudillo nacional; y también fue temido y odiado por sus opositores, quienes
lo llamaron tirano y dictador.
En materia de comercio, no afectó el poder de los
comerciantes ingleses de Buenos Aires, lo cual explica que éstos lo apoyasen.
La Legislatura de Buenos Aires proclamó a Juan Manuel de
Rosas como Gobernador de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1829, honrándolo
además con el título de "Restaurador de las Leyes e Instituciones de la
Provincia de Buenos Aires" y en el mismo acto le otorgó "todas las
facultades ordinarias y extraordinarias que creyera necesarias, hasta la
reunión de una nueva legislatura". No era algo excepcional: las facultades
extraordinarias ya les habían sido conferidas a Manuel de Sarratea y a
Rodríguez y también a Viamonte.
El exilio de Rosas. (publicado en www.elhistoriador.com.ar)
El buque Conflict en el que viajaba Juan Manuel de Rosas
arribó a Plymouth el 26 de abril de 1852, comenzando así el largo exilio de
Rosas en Inglaterra. Allí, Rosas fue recibido oficialmente con disparos de
cañón. Por estos recibimientos, el gobierno inglés recibió interpelaciones del
Parlamento. Entonces, lord Malmesbury negó que se hubiesen impartido órdenes en
tal sentido, pero aseguró que las autoridades locales donde había desembarcado
habían querido dar honores a quien había acogido cordialmente a los súbditos
del rey. En carta a Rosas, Malmesbury le indicaba: "puede V.E.
establecerse donde quiera y vivir en perfecta seguridad bajo la protección de
las leyes inglesas".
Bienvenido entonces, el "restaurador de las
leyes", quien había sabido ser el hacendado más opulento de Buenos Aires,
se encontró en una precaria situación económica, ya que en Buenos Aires, el
gobernador provisional y su ministro Alsina confiscaban todos sus bienes. Por
un tiempo, hasta que se pudo revertir en parte esta medida, Rosas se vio en
aprietos. Cuando logró hacerse de algún dinero enviado desde Buenos Aires,
arrendó una propiedad en las afueras de Southampton, propiedad de su amigo Lord
Palmerston. Él mismo dirigió la nueva actividad, hizo cercar el fundo,
construir su casa, tres ranchos grandes y dependencias, galpones, corrales,
palenques, compró vacas, cabras, ovejas y puercos, e hizo sembrar una arboleda.
Mientras tanto, en Buenos Aires, se le declaraba reo de lesa
patria y se le sometía en ausencia a los tribunales locales y hasta se le
condenó a la pena de muerte, que se realizaría en Palermo, una vez que el
gobierno inglés cediera a su extradición. Ello no ocurrió, pero no le evitó las
penurias. Uno de sus primeros biógrafos, Adolfo Saldías, escribió hacia fines
del siglo XIX: "Vivió librado al trabajo diario en su retiro de Swarkling,
en vida modestísima, frugal y severa,
resignado con su suerte, sin hacer vanos alardes,sin proferir jamás quejas, sin
acusar a nadie. Muy pocos extraños sorprendieron su soledad, que sólo la
presencia de sus hijos le alegraba. Algunos de sus compatriotas
le asignaron una anualidad que hacía llevadera su
miseria". Así fueron los últimos días de Rosas, hasta su muerte ocurrida
el 14 de marzo de 1877, a los 84 años.
En esta oportunidad, recordamos su desembarco en Plymouth,
el 26 de abril de 1852, con sus confesiones sobre la forma en que llevó sus
últimos años de vida.
Fuente: John Lynch, Juan Manuel de Rosas, pág. 323; cita
Rosas a Josefa Gómez, 7 feb. 1864, 7 jul, 1865, Cartas del exilio, 49, 131.
"Mi economía en los doce años corridos ha continuado
siempre tan severa como parece imposible al que no ha estado cerca de mí. No
fumo, no tomo rapé, ni vino ni licor alguno, no asisto a comidas, no hago
visitas ni las recibo, no paseo ni asisto al teatro ni a diversiones de clase
alguna. Mi ropa es la de un hombre común. Mis manos y mi cara están bien
quemadas y bien acreditan cuál y cómo es mi trabajo diario incesante, para en
algo ayudarme. Mi comida es un pedazo de carne asada y mi mate. Nada más."
Juan Manuel de Rosas
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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