El viernes se daba por hecho que el proyecto sobre Ganancias sufrirá cambios en el Senado. Allí sostenían que la iniciativa que reduce a la mitad el universo de trabajadores al que se aplica el impuesto presenta marcadas distorsiones en el esquema de recaudación, que al parecer resultaron invisibles para los 140 diputados que le dieron la noche del martes media sanción. ¿Cuáles y cuántas serán esas modificaciones? “Trabajen sin prejuicios. No me ofende ningún cambio”, les respondió Sergio Massa a la media docena de senadores del FpV que ese día, por separado, le transmitieron los reparos de sus provincias con el proyecto. Ganancias –un impuesto coparticipable–, fue acordado inesperademente entre la oposición, en sesiones extraordinarias convocadas por el oficialismo y en base a una propuesta del bloque de diputados kirchneristas diseñada por el exministro Axel Kicillof. Fue lo mejor que se pudo conseguir para torcerle otra vez el brazo al macrismo.
Tierra de paradojas: en un país donde uno de cada tres habitantes es pobre y el poder del salario retrocedió más de 6 puntos en el último año, no son los gremios ni tampoco las organizaciones sociales los que dominan el tránsito siempre incierto de diciembre en la Argentina. El desafío lo representa el universo de ingresos medios y altos y proviene del “peronismo racional”, según la categoría que impuso el gobierno. Se trata de un espacio volátil en el que alternan, según la necesidad, senadores, diputados, gobernadores e intendentes de ese signo y que a ojos del gobierno sólo excluía al kirchnerismo. Ahora también salió de ese círculo Massa.
Una explicación de esta curiosidad es que a un año de la asunción del nuevo gobierno, vemos repetirse cierto escenario del último mandato de Cristina Kirchner. En una economía que transita su quinto año en recesión, Macri ha perseverado, y por ahora con bastante éxito, en la negociación y la contención de los sectores más vulnerables, pero bien organizados, que se han revelado –otra paradoja– como uno de los garantes de la gobernabilidad de un gobierno no peronista. La sesión de Diputados no comenzó con el tratamiento del proyecto de Ganancias: previamente, la Cámara dio media sanción –con apenas un voto en contra– a la ley de emergencia social, una iniciativa de los movimientos sociales que acompañó primero con ciertas dudas el peronismo y el gobierno terminó haciendo suya. El proyecto contempla partidas por 30.000 millones de pesos en tres años y beneficiaría a unos 3,5 millones de trabajadores de la llamada economía informal. Un “salario social complementario”, del tipo de los que proponen las sociedades más avanzadas de la Europa septentrional, pero en una economía tradicional de ingreso medio del cono sur.
Hay un punto de contacto entre los proyectos de Emergencia Social que negoció el gobierno y el de Ganancias que le impuso la oposición: según todos los análisis, su financiamiento está escasamente fundado, si no resulta definitivamente incierto. Al gobierno no pareció preocuparle demasiado el origen de los recursos en el caso del primer proyecto. El peronismo parece haberse desentendido de esa cuestión en ambos.
Lejos de un ajuste de las cuentas públicas, la cuestión es una vez más de dónde sale la plata. Macri levantó o redujo las retenciones al campo y liberó al sector más competitivo de la economía argentina con el propósito de alcanzar una rápida recuperación de la actividad. A diferencia de los años de Cristina Kirchner, el gobierno está haciendo caer buena parte del peso del gasto en los sectores medios, en el caso, su base de sustentación política. En esos sectores, según un relevamiento entre distintas consultoras de opinión, la gestión de Macri muestra señales de desgaste ante la falta de resultados económicos, aunque se mantiene la expectativa de mejora.
El proyecto de Ganancias aprobado por la oposición en Diputados es un recordatorio de que apenas faltan diez meses para las elecciones de medio término. No puede decirse que el gobierno hubiera desatendido el calendario: ganar la elección es en los últimos meses el norte de la gestión de Macri. Sin 2017 no hay 2019 para su proyecto de ocho años. El mismo razonamiento podría aplicarse a los candidatos de la interna peronista, que se dirimirá probablemente en octubre en la provincia de Buenos Aires.
Aunque aun es temprano para saber qué forma adoptará el peronismo, Massa empieza a perfilarse como el principal polo en ese ancho y todavía desarticulado espacio, al que solo podría desafiar Cristina Kirchner. “Si Massa gana la elección todo el peronismo se le pondrá de rodillas”, se escuchó en una ocasión en el despacho del senador Miguel Ángel Pichetto, un “peronista racional” que conducirá en sintonía con los gobernadores el destino de Ganancias en la Cámara alta.
En medio de la frustrada negociación legislativa por Ganancias, Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados, advirtió sobre la urgente necesidad de sumar peronistas a Cambiemos. Él mismo es peronista, pero pareció una receta para inmunizar a la coalición de gobierno de cierto tipo de acechanzas. Para inocularle el virus.
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