Denominada divisa punzó o cintillo federal, fue durante varios años el símbolo de la lealtad al sistema federal de gobierno, con la curiosidad de que su empleo trascendió los días de la Confederación Argentina, que era donde se había originado. Adolfo Saldías expresa que “cintillo punzó usaron las fuerzas que sitiaron a Buenos Aires en 1853; y las que al mando de Urquiza, se vinieron hasta San José de Flores el año de 1859. En la campaña de Pavón en 1861, muchos jefes y oficiales de Urquiza, y por consiguiente los soldados, usaron el mismo cintillo; bien que este uso no fuera impuesto”. Para 1880, cuando tiene lugar el enfrentamiento entre los que querían y no querían federalizar la ciudad de Buenos Aires, los soldados del presidente Nicolás Avellaneda –proclives a la federalización- lucían “divisas encarnadas”, en especial las tropas venidas desde Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
Quien mejor patentizó el poder que tenía en sí misma la divisa punzó fue el propio Justo José de Urquiza. Luego de haber traicionado a la patria con su triunfo internacionalista en Caseros (1852), el entrerriano prohibió el uso del cintillo federal al día siguiente de la batalla, el 4 de febrero, pero como el remordimiento carcomía su intranquila conciencia, el 21 de febrero de 1852 volvió a restablecerlo. Más aún: con él marchó frente al pueblo de Buenos Aires el día 20, apurando el paso antes de que lo hagan las tropas imperiales del Brasil, con rumbo al Fuerte.
Aunque los anteriores puedan parecer datos menores, no lo son en realidad, pues reflejan que la divisa punzó era la identificación plena de un modo de vivir y de una genuina definición política. Y sino, veamos lo que sucedía en 1880, veintiocho años después de derrocado el Restaurador de las Leyes, cuando los milicianos y soldados del interior llevaban el cintillo federal con orgullo. ¡Qué “déspota” habrá sido Juan Manuel de Rosas que los paisanos, una vez derrocado, no quisieron utilizarlo jamás al cintillo!…
El color de la Santa Federación y las divisas.
Fue entre 1829 y 1831 que los caudillos federales derrotaron los intentos del unitarismo salvaje por afianzarse en el país. Juan Manuel de Rosas derrotaba categóricamente a Juan Lavalle en Puente Márquez, en abril de 1829. El general José María Paz había sido capturado tras un certero tiro de boleadoras que le dio el soldado gaucho Zevallos, hombre de Estanislao López, en 1831. En el combate de La Ciudadela (4 de noviembre de 1831), Facundo Quiroga destroza las tropas del general Gregorio Aráoz de Lamadrid, el cual fuga hacia Bolivia. Luego dos años de campañas interminables y fatigosas, los auténticos representantes del sistema federal dominaban el país, tras el caos y la anarquía originada por el fusilamiento de Manuel Dorrego en diciembre de 1828.
De algún modo había que celebrar la nueva realidad que vivía la patria. Para cuando la divisa punzó apareció en escena, el color rojo aumentaba exponencialmente al punto de introducirse en las calles, las viviendas y en las mismas personas. Los uniformes de los escolares, los moños que lucían las damas porteñas y el chaleco de los hombres –el “chaleco federal”- eran todos de aquél color. También los carros fúnebres, la mayoría de los uniformes de los regimientos y las plumas de los caballos que trotaban por las calles.
Buenos Aires festejaba los triunfos federales con un Tedeum en la Catedral el 27 de enero de 1832, con la curiosidad de que parte de los asistentes lucían una cinta color punzó en el pecho y hacia el lado izquierdo: nacía la “divisa punzó”.
Los decretos para el uso.
El primero de los decretos que consagraba oficialmente el uso de la divisa punzó era del 3 de febrero de 1832, el cual fue promulgado por el Gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas. En él se estimaba conveniente “consagrar del mismo modo que los colores nacionales el distintivo federal de esta provincia y constituirlo, no en una señal de división y de odio, sinó de fidelidad a la causa del orden y de paz y unión entre sus hijos bajo el sistema federal”. El artículo 1°, por ejemplo, establecía quienes debían usarlo: “todos los empleados civiles y militares, incluso los jefes y oficiales de milicia”, mientras que los “seculares y eclesiásticos” lo usarían siempre y cuando “gocen de sueldo, pensión o asignación del tesoro público”.
En el artículo segundo, se decía que el cintillo lo “usarán los profesores de derecho con estudio abierto, los de medicina y cirugía que estuviesen admitidos y recibidos, los practicantes y cursantes de las predichas facultades, los procuradores de número, los corredores de comercio y en suma todos los que, aun cuando no reciban sueldo del estado, se consideren como empleados públicos, bien por la naturaleza de su ejercicio o profesión, bien por haber obtenido nombramiento del Gobierno”.
Más adelante, el decreto indicaba que los militares y milicianos deberán llevar la inscripción “Federación o Muerte”, mientras que el resto solamente la palabra “Federación” en sus divisas. Si no se cumplían las disposiciones de los artículos del edicto, había que proceder a la suspensión “inmediata de sus empleos por sus respectivos jefes o magistrados de quienes dependan”.
Una segunda ley sobre el asunto fue dictada el 27 de mayo de 1835, en pleno segundo gobierno de Rosas. La misma decía que, “convencido S. E. que cuando desde la infancia se acostumbra a los niños a la observancia de las leyes de su país, y por ello al respeto debido a las autoridades, esta impresión quedándoles grabada de un modo indeleble, la patria puede contar con ciudadanos útiles y celosos defensores de sus derechos”. Por lo tanto, se disponía que “con esta fecha se manifieste al Inspector General de Escuelas, que siendo la divisa punzó una señal de fidelidad a la causa del orden, de la tranquilidad y del bienestar de los hijos de la tierra, bajo el Sistema Federal, y un testimonio y confesión pública del triunfo de esta sagrada causa en toda la extensión de la República,, y un signo de Confraternidad entre los Argentinos, ordene lo que corresponda, a fin de que todos los Preceptores, empleados y niños de las escuelas, así particulares como del Estado en esta Provincia, usen la divisa Federal, según las disposiciones vigentes”.
Estos reglamentos también regían entre los unitarios salvajes, pues ellos se prendían un cintillo celeste y blanco en el pecho. Por ende, los federales y sus enemigos abordaban una lucha a muerte en la que las divisas cumplían, sin lugar a dudas, un rol fundamental para identificar ambos bandos en pugna. O se estaba con la patria o se servía al extranjero.
El cancionero federal le ha dedicado innumerables versos a la divisa punzó, sea por su significado o por su permanencia en el tiempo. Si fuera posible retroceder los almanaques de la historia hasta la etapa federal, para adentrarse en algún fogón gauchesco como los que solían tener lugar en la campaña o en las orillas de Buenos Aires, la mención del distintivo sería súbita y natural. En “Reciba mi don…”, leemos: “Reciba mi don…/ cinta colorada y fuerte,/ tiene el letrero que dice:/ Federal hasta la muerte”.
Y como decíamos al principio, que la divisa trascendió a don Juan Manuel de Rosas, retengamos los versos de un canto de los tiempos del caudillo Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza (“Es buena la sementera”), en los que es clara y patente la mención del cintillo:
Es buena la sementera/ cuando el terreno es ladera/ Es fiero para querer/ cuando la gente es autera.
Viva Dios, Viva la Virgen!/ Viva la cinta punzó!/ Muera la celeste y blanca!/ Viva la Federación!
Viva Dios, Viva la Virgen!/ Viva la estrella mayor!/ Viva Peñaloza y Puebla/ con todo su batallón!
Viva Dios, Viva la Virgen!/ Viva la flor del peral!/ Viva la mujer que tenga/ trato con un federal!.
Otras líneas serán necesarias para hablar sobre las leyendas que tenían los cintillos federales y sobre la variedad de sus formas y gráficos. Esto que se ha descrito fue la parte legal que originó su utilización.
Autor:
Gabriel Oscar Turone
Bibliografía
Cancionero Federal. Cuadernos de Crisis 26, Buenos Aires 1976.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Juan Manuel de Rosas. Su Iconografía, Tomo I, Editorial Oriente, 1970.
Portal www.revisionistas.com.ar
Revista “Todo es Historia”, N° 156, Mayo 1980.
Saldías, Adolfo. “Historia de la Confederación Argentina”, Biblioteca El Ateneo, Buenos Aires, 1951.
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