Primer triunfo electoral peronista: una “clientela
disponible” dirá don Albrieu.
Por Carlos Torrengo.
Fue llamado por Perón para ser ministro de Interior en el
peor momento de 1955. Sobre la elección, este político cuyos hijos residen hoy
en el Alto Valle dice que había “factores de poder que necesitaban a alguien
que se ocupara de ellos”, millones a los que Perón “movilizó la lengua”, dijo.
Vivió sus últimos años en un modesto departamento de barrio
Norte. Y si la memoria no traiciona, rozaba ser vecino de Arturo Frondizi.
Había nacido en La Rioja. Y en su estilo, en su hablar, en su custodia de la su
sagrada siesta, tenía algo de la “pachorra” norteña. Se había recibido de
abogado en Córdoba en la década del 40. Le gustaba la política, como ejercicio
de “entrega”, decía. La asumió desde un espíritu inquieto. Deambuló por el
radicalismo, que “también era una forma de ser conservador”, señalaba. Pero
cuando emergió la proa del peronismo, “me gustó ese revoltijo de ideas,
entregas, entusiasmo, no sé… Y bueno, me sumé”.
Fue diputado nacional y un día, ministro del Interior.
Ministro efímero, que asumió a días del asesinato de más de
300 argentinos cometido por un grupo de aviadores navales vía el bombardeo de
Plaza de Mayo y la Casa Rosada. Mañana y medio día de sangre. Fuego. Muerte.
Querían matar a Juan Perón. El odio les cegó la profesionalidad, si es que la
tenían. Fracasaron. Y huyeron al Uruguay junto a uno de los mentores
intelectuales de la masacre: el radical Miguel Ángel Zábala Ortiz. Todo sucedió
el 16 de junio de 1955.
Ocurrió parecido a lo de Churchill en Inglaterra. No
comparo, digo que siempre existen mayorías disponibles para una causa… Eso
entendió Perón”
Oscar Albrieu, ex ministro de Interior de Perón.
Un 16 de junio que, al atardecer, vio al peronismo
enardecido quemar la Curia de la Catedral y varias iglesias católicas del
centro de Buenos Aires. Porque la iglesia católica, luego de apoyar por años al
peronismo, se había dado vuelta.
Oscar Albrieu, último ministro del interior de Perón en
1955.
“Pero quemamos las iglesias de la oligarquía”, solía decir
un peronista llamado Rodolfo Ponce de León. “No la de los barrios”, acotaba.
Y a horas o días de aquella horrible jornada, Perón llamó al
riojano abogado por la Universidad de Córdoba: “Hágase cargo del Ministerio de
Interior, tenemos que bajar la tensión, sino…”.
Un panorama “español”
Y Oscar Albrieu se hizo cargo.
"Argentina olía a España del 36 . Si no descomprimía la
situación, bueno… la guerra civil estaba en la puerta”, comentaba muchos años
después.
Y Oscar Albrieu tomó contacto con Arturo Frondizi,
presidente de la UCR; con Américo Ghioldi, del entonces desmejorado Partido
Socialista; con organizaciones empresariales y un largo etcétera.
Solía contar que Perón no le pedía resultados, ya ni
siquiera le hablaba, “Me dejaba hacer…” decía.
Pero era tarde. No había espacio para la reflexión. Había
dos Argentinas: con Perón o contra él.
Y llegó ese último día de agosto de aquel fiero 1955. El día
en que, sacado de sí, y ante su plaza, Perón lanzó el “cinco por uno”. “Fue el
final. Se recalentó todo. Crecieron los ‘vivas’ y los ‘muera’“, recordaba Oscar
Albrieu casi parafraseando a Jorge Luis Borges en “Milonga para un muerto”.
Y siempre dijo que tras aquella tremenda amenaza Perón se
dio vuelta y dejó el balcón ante una plaza fanatizada: “Me agarró los brazos y
me dijo: ‘¿Cómo me dejaron decir eso?’, como si nosotros hubiésemos podido manejar
un discurso de Perón… Y llegó septiembre, y llegó la Libertadora. Y fui preso,
largo tiempo”.
Y uno de sus cuatro hijos -todos viven en el Alto Valle-,
también llamado Oscar, recuerda: “Iba con mi mamá a verlo a la cárcel. Estaban
todos, Cafiero… Nos revisaban, no podíamos hablarle nada más que de la
familia”.
Y Cafiero recuerda en sus sabrosas memorias: “Teníamos
prohibido nombrar a Perón, hablar de política y por supuesto alentarnos con la
marchita, pero para esto encontramos un subterfugio: ‘Fumando espero, al hombre
que tanto quiero’”.
Pasaron los años. Y un día de comienzos de 1982 “The
Washington Post” renovó su corresponsalía en Buenos Aires. El nuevo era tejano
y muy joven. Si la memoria no juega sucio, su apellido era Diehl, o algo
parecido. Como todo corresponsal extranjero que llega al país buscó la ayuda de
periodistas argentinos para armar agenda. “¿Me podés ayudar a contactar a
Frondizi, Ubaldini, Lanusse, Alfonsín y… y…?”, le preguntó aquel joven tejano a
un periodista argentino. “Robert Potahs me recomendó que hablara con un tal
Albrieu, Oscar Albrieu… dice que es una lástima que no haya escrito sus
memorias sobre el final del 55… ¿Me ayudás?”.
Hubo ayuda y un encuentro en el ABC de calle Lavalle que
duró hasta el turno noche. ”¿Qué es el peronismo? ¿Por qué siempre está?”, le
preguntó el americano, con una libreta en mano rozada por una manga de saco que
le quedaba larga, muy larga.
“¡Ah, qué es el peronismo! ¡Ni yo lo sé! Pero, ¿sabe lo que
es en todo caso el peronismo? Algo que siempre tiene clientela a su
disposición, gente dispuesta a seguirlo… factores de poder que necesitaban ya
que alguien se ocupara de ellos. Vi nacer al peronismo. Y soy paciente lector
de la historia. ¿Sabe lo que hizo Perón? Movilizar la lengua de millones de
argentinos… que hablaran de él. No comparo nada, pero fue como Winston
Churchill en el año 40, cuando Lord Halifax, el canciller de Inglaterra, quería
negociar con Hitler cuando ya los nazis dominaban Francia. Tenía el apoyo de la
aristocracia, de todo el poder concreto, pero había una Inglaterra callada que
quería pelea, medio tapada. ¿Qué hizo Churchill? La buscó, le habló de aquello
de resistir, de seguir y seguir… No comparo, digo que siempre existen mayorías
disponibles para una causa… Eso entendió Perón”.
Años después, desde su peronismo, Oscar Albrieu se
entusiasmó con el fenómeno político que fue Raúl Alfonsín. Y este lo integró al
Consejo de Defensa de la Democracia, que integraban entre otros Julio Rajneri y
Carlos Nino.
Apuntes de la campaña.
La lectura de las campañas electorales que puede hacer un
especialista en comunicación no coincide necesariamente con la del canastilla
político o un historiador. La intensidad de los sucesivos episodios para el
primero emana no solo de su relevancia política o de su significación
histórica, sino sobre todo de los medios y los mensajes empleados”.
La reflexión corresponde a Alberto Borrini, veterano
periodista dedicado al marketing, comunicación y publicidad. Fundador de la
desaparecida revista “Mercado”, director de “El Cronista Comercial” y también
columnista de “La Nación”, hace un cuarto de siglo publicó un ensayo sobre la
historia de las campañas políticas en Argentina. De ahí extraemos algunas
reflexiones y datos sobre la campaña electoral de Juan Perón en febrero de
1946:
Perón -señala Borrini- nunca prestó demasiada atención a la
publicidad. Su mayor destreza consistía, como en el yudo, en aprovechar errores
de sus adversarios.
Alberto Borrini, periodista dedicado al marketing,
comunicación y publicidad.
• “Perón impuso (en sus presentaciones) un estilo informal y
adaptado a una tribuna que, por influencia del cine y la radio, ya estaba
cambiando. Fue el primero en dirigirse a sus partidarios en mangas de camisa;
abría sus arengas con la palabra “compañeros”, empleada antes por los
sindicalistas y políticos socialistas (Palacios, no obstante prefería la
palabra ‘conciudadanos’); e inició (Perón) el hábito de explorar en sus
acciones proselitistas la adhesión popular provocada por las celebridades y la
farándula. Su retórica campechana y socarrona contrastaba abiertamente con la
más ortodoxa y distante de sus opositores”.
• El adversario de Perón era José Tamborini. Aquí Borrini
apela a Félix Luna para definir al candidato de la Unión Democrática.
Tamborini, “un cirujano de 59 años que había sido diputado, senador y ministro
del Interior, no era brillante ni se destacaba como orador. Hubiera sido un
gran presidente veinte años antes. Para enfrentar a Perón se necesitaba un
hombre que transmitiera emotividad y fervor, algo que precisamente constituía
el mayor déficit de Tamborino”.
• “La campaña para presidente duró no más de dos semanas. La
fórmula Tamborini-Mosca comenzó el 9 de febrero en el cruce de Avenida de Mayo
y Avenida 9 de Julio, y la del Partido Laborista se concretó a pocas cuadras,
Plaza de La República, el 12”.
• Recuerda Borrini que coincidentemente con la fecha de
lanzamiento de la forma Perón-Quijano se “difundió el informe del Departamento
de Estado de los Estados Unidos, conocido como Libro Azul, en el que se atacaba
a Perón por sus simpatías con los países del Eje (nazismo concretamente). El
mitin de lanzamiento de la fórmula peronista se constituyó entonces en un
enérgico y espectacular rechazo a la potencia extranjera que había cometido la
insólita interferencia en la persona del embajador Spruille Braden. Fue cuando
Perón pronunció por primera vez el eslogan: ‘Braden o Perón’”.
• En materia de uso de medios, Borrini señala que la
financiación de las campaña fue “un desafío para Perón, porque si bien era el
único que podía contar con la radio, debido a que las emisoras estaban
controladas por el Estado, debía parar los ataques que recibía de la prensa
escrita, mayormente opositora”.
• “Perón -señala Borrini- nunca prestó demasiada atención a
la publicidad. Su mayor destreza consistía, como en el yudo, en aprovechar
errores de sus adversarios. En las elecciones de 1946, la resistencia al
aguinaldo, las vacaciones pagas y otras conquistas decretadas por el régimen a
las que se opusieron industriales y comerciantes, incluso políticos comunistas,
que atribuyeron a la iniciativa fin demagógico y electoralista”, fue la ocasión
propicia para aplicar esa técnica. Perón respondió a las críticas
adjudicándolas a “los leguleyos de la oligarquía” para continuar perfilándose
como el defensor natural de los intereses del los trabajadores” (N. de la R.:
al referirse Borrini al “régimen”, marca al golpe conocido como la Revolución
de 1943, de la cual era heredero Perón)
• Al “Braden o Perón”, la Unión Democrática opuso el eslogan
“Por la libertad y contra el nazismo”. Pero este último era más débil, porque
como escribió el historiador americano Joseph Page “la amenaza nazi no era un
hecho tangible para la mayoría de los argentinos”.*
*Joseph Page en “Perón. Una biografía”, Edt Grijalbo.
Publicado en Diario "Río Negro", 18/10/2019.
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