El último bandido rural, cantado por León Gieco y con monumento en una plaza.
Juan Bautista Vairoleto murió en 1941 y a partir de allí se erigió en el delincuente más famoso de las Pampas. Libros, películas, canciones y hasta estatuas, al mejor estilo Pablo Escobar.
Fabio Erreguerena (50) recuerda que en las calles de su ciudad, a los chicos que se portaban mal, les decían "no te hagas el Vairoleto, eh". Se referían a Juan Bautista, un bandido social fallecido en 1941 que ya era leyenda en General Alvear, una ciudad mendocina de aproximadamente 40 mil habitantes. Vailoreto era, además, el abuelo de Fabio, que creció escuchando preguntas sobre él. También, sus proezas y todo lo que construyó el mito. Y algunas acusaciones: "Tu abuelo robó a mi abuelo", llegó a decirle la hoy diputada Elisa Carrió.
Cuando terminó la secundaria, y después de ver la película, los documentales y las obras de teatro que se hicieron sobre su abuelo, de conocer el santuario que los fieles armaron en el cementerio local, de leer los libros que se escribieron, de escuchar las canciones que se le dedicaron a su memoria, se decidió por Sociología. La inspiración para elegir esa carrera fue intentar entender a su abuelo; observarlo desde otra óptica. La tesis fue sobre su vida, y se terminaría convirtiendo en un libro más.
"Mi abuelo nunca se dejó doblegar por los poderosos de su tiempo. Fue un ejemplo de dignidad, sin negar ninguna de sus acciones delincuenciales. Como familia lo reivindicamos con todos sus grises. Para mí es un orgullo ser su nieto", dice. Y argumenta: "Ser bandido social era un acto de protesta; era expresar un enojo contra el sistema y hacer una redistribución de la riqueza a la fuerza, porque era muy generoso con sus botines. Por eso muchísimos gauchos y campesinos lo ayudaban a esconderse de la Policía. Hasta el día de hoy hay quienes me dicen 'a mí tío lo asaltó Vairoleto', pero a modo de distinción, como una anécdota para contar. Es que admirar e idolatrar a un bandido así también es un acto de protesta".
Tres semanas atrás, en Santa Isabel, La Pampa, se le rindió el último homenaje. En el 78 aniversario de su muerte, representantes del Municipio leyeron su historia e inauguraron un monumento: lo recrearon en su caballo, ante la presencia de dos de sus hijas y una ahijada. Desde aquella ciudad, Claudia Farías, encargada del área de Cultura, recrea aquel día: "Se nos llenó de vecinos que sienten pasión por su figura. Su historia está muy latente en nuestra ciudad. Muchos lo toman como una figura religiosa. Me contaron de milagros concedidos. La mayoría de los pedidos tienen que ver con cuestiones de salud y enfermedades".
La leyenda dice que los Vairoleto son de Piamonte, Italia. Que llegaron al puerto de Santa Fe y de allí se la pasaron de pueblo en pueblo. Juan Bautista fue el quinto de los hijos de la pareja; nació en Cañada Rosquín, en 1894. Papá era chacarero. Mamá moriría pocos años después.
Juan Bautista dejó el colegio en quinto grado. En esa época comenzó a trabajar en un almacén. La familia ya se había instalado en Eduardo Castex, La Pampa. En su adolescencia, y gracias a un padrino, se hizo baqueano. Conoció Buenos Aires para hacer el Servicio Militar; le tocó en el cuartel de Ciudadela. Su vida parecía normal hasta que el amor lo hizo enfrentarse a un policía. Los dos estaban enamorados de la misma mujer, que trabajaba en uno de los burdeles de la zona. El problema es que el policía Elías Farache la había conocido antes. Por eso se la pasaba echándolo y advirtiéndole que no lo quería ver cerca de ella. "Le gustaban mucho la milonga y los burdeles", dice el historiador José Félix Horro. "Siguió yendo a ver a esa mujer. Y una vez, el policía lo hizo poner de rodillas y le pegó con unas espuelas. Lo dejó maltrecho. Al tiempo se volvieron a cruzar: el policía iba a caballo, lo volvió a amenazar y Vailoreto lo mató de un tiro en el cuello". Fue en 1919. Por ese crimen pasaría dos años en la cárcel de Santa Rosa.
La Policía pampeana lo siguió hostigando". El que habla es Hugo Chumbita, historiador y autor de "Última frontera. Vida y leyenda de Juan Vairoleto" (Editorial Planeta). Al tiempo volvería a la cárcel. Se lo acusó de un robo a un comercio. No está claro si fue el autor o si le armaron una causa. Salió al año, por falta de pruebas. Ahí nacería el mito. Porque desde ese día, y pese a ser buscado por la Policía de Chaco, Mendoza, Río Negro, La Pampa, Neuquén y San Luis, no volvería a ser detenido.
"Dejó La Pampa y escapó a Mendoza. Allí muchos lo conocieron como 'Francisco Bravo', su otra identidad. Los que sabían quién era, nunca lo denunciaron. La Policía lo descubrió en General Alvear gracias al dato que les dio un ex compañero de robos. Cuando lo rodearon, se pegó un tiro", cuenta Chumbita. Murió en 1941.
Gabriel Iturbe (40) dice que se enteró por un periodista de su ciudad, y que no lo dudó: se cambió, preparó su guitarra y salió hacia el cementerio. León Gieco estaba llegando desde Buenos Aires. Quería conocer la tumba de Vairoleto, para terminar de escribir la canción "Bandidos rurales". Ni bien lo vio, se le acercó y le pidió que le firmara la guitarra. Pero antes de irse, el músico le pediría algo que convertiría ese día en uno de los más felices de la vida de Iturbe. "Pibe, vení. Prestame la guitarra". Y con ella, frente a la tumba del bandido, se puso a tocar y a cantar "Solo le pido a Dios".
"Al día siguiente me cayó la ficha", le cuenta Iturbe a Clarín. "Si León había tenido la grandeza de componerle a Vairoleto, ¿cómo no lo iba a hacer yo?". Era el 2001, tenía 21 años y era el cantante y compositor de la banda de rock "Vieja Cepa". Lo primero que hizo fue leer uno de los libros. Con eso, más todas las leyendas que había escuchado, se sentó a escribir. Al tiempo de terminarla, y antes de grabarla, le dieron un dato: una de las hijas del bandido vivía en la ciudad. Averiguó la dirección, tocó la puerta y se presentó. "Te autorizo a grabarla y a hacer el video clip. Pero a cambio te pido participar, quiero aparecer", le dijo la más joven de las dos hijas.
La producción del video clip es una clara demostración de lo que Vailoreto representa en la zona. La banda armó un comunicado que se difundió en las radios locales. Decían querer grabar, pero que necesitaban colaboraciones. Todo lo que pidieron, apareció. Caballos, armas, ropa y autos de la época, extras, locaciones, vecinos que estudiaban actuación. General Alvear se complotó para hacerlo.
La canción se llama "El gran romántico", y es fija en el repertorio de cada show. La cantaron en todos lados: en Chile, San Juan, San Luis, Santa Fe, Buenos Aires, Río Negro. Cuando suena, en las pantallas aparecen fotos de Vairoleto, o figuras de sus caballos. "Hicimos del típico cuento que escuchamos de niños, una canción. La gente se acuerda la letra, la canta. Es nuestro caballito de batalla y estamos muy contentos de contribuir a su memoria".
Luego de su segunda estadía en prisión, comenzó a moverse hacia las afueras de la provincia. La Policía local lo tenía marcado y Vairoleto sintió que no le quedaba otra que esconderse, que ponerse a "trabajar" sería un riesgo. Entonces, sus primeros robos, habrían sido para subsistir. Para mantenerse. Con el tiempo, esos delitos se transformaron en un oficio. "Robaba comercios y estancias. Sus mejores golpes fueron a una compañía de capitales ingleses, en Chaco. Sus caballos eran famosos por saltar alambrados y ayudarlo a escapar. Como ayudaba mucho a los gauchos y campesinos, lo ayudaban a esconderse y hasta le cambiaban sus caballos", cuenta Chumbita.
Farías, de Cultura de Santa Isabel, agrega: "Siempre fue de ir contra los que más tenían. Era común que asaltara a los grandes terratenientes y les dijera 'sé que maltratás, explotás y extorsionás a tus empleados'. Lo mismo con los dueños de los campos, que engañaban a los inmigrantes o vecinos de los pueblos originarios".
Para Farías, la decisión de homenajearlo a 78 años de su muerte también tiene que ver con la conciencia que dice que Vairoleto buscaba despertar en los demás: "Lo planteamos como un hecho histórico: en 1920 y 1930 todo se regía por la ley del más fuerte. Entonces, los peones rurales eran sometidos por sus patrones. Vairoleto intentaba hacerles entender a los gauchos que no tenían por qué vivir de forma precaria. Que no era justo que trabajaran 15 horas por día para vivir en un rancho. Compartía sus botines con toda esa gente. Fue un revolucionario de la época, por eso se lo quiso y se lo quiere tanto". Aún hoy hay peñas y distintas actividades donde los vecinos se reúnen a escuchar y conocer sus andanzas. En varias provincias.
Las leyendas sobre los regalos que le hacía a los campesinos son infinitas. Se dice que a un niño que veía caminar kilómetros y kilómetros para ir al colegio, le regaló un caballo. Que ayudó a un productor apretadísimo por un prestamista. "La Policía buscaba lo robado en las casas de la peonada. Sabía que se quedaba con muy pocas cosas. Era muy bondadoso y muy astuto. Una vez, en Río Negro, se escapó de un robo con las alpargatas al revés, para que sus huellas despistaran a la ley. La Policía de General Alvear lo protegió, por eso se quedó ahí", dice Chumbita.
Vairoleto tuvo vínculos con el anarquismo. Le llegaron a hacer un sumario por Asociación Ilícita por repartir folletos entre los peones. También fue solicitado por los dos bandos del radicalismo de aquellos tiempos: los Alvearistas y los Yrigoyenistas. Pero hoy, el recuerdo más vivo está en los poblaciones humildes. Las del, muchas veces, interior del interior del país. "Hasta en su muerte tuvo una convicción; la de matarse para no volver a la cárcel", reflexiona Fabio, su nieto, que es sociólogo y docente universitario. "Para muchos paisanos, la vida de mi abuelo fue una pequeña revancha".
Fuente de información e imagen: Diario "Clarín", 05/10/2019.
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