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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, octubre 06, 2019

El “gordito” que enfureció a Alfonsín, 32 años después: ya no es gordito y revela el secreto que al final lo unió al ex presidente.

El “gordito” que enfureció a Alfonsín, 32 años después: ya no es gordito y revela el secreto que al final lo unió al ex presidente.

“Cuando murió sentí que había perdido a un amigo”, contó a Clarín Sergio Valenzuela. En 1987, durante un discurso en el Sur, lo había increpado y Alfonsín lo cruzó: “¡A vos no te va tan mal, gordito!”.

Un 4 de agosto de 1987 en Chos Malal, norte de Neuquén, cambió para siempre la vida de Sergio Valenzuela (65). En esa época tocaba el bombo en una agrupación de seguidores del club deportivo Alianza de Cutral Có. Distintos partidos políticos los convocaban básicamente para crear ambiente de cancha.

Tenía 33 años, era robusto y le decían “esqueleto”, cuentan en el pueblo. Cuando llegó en un colectivo del MPN a un acto en Chos Malal, en el que iba intervenir el presidente Raúl Alfonsín, andaba con el estómago vacío y apesadumbrado por sus múltiples problemas económicos. Cuidaba a sus 8 hijos en uno de los barrios más pesados de su localidad. Se ganaba el pan haciendo changas. El bombo era una, limpiar patios, pintar casas, vender cobre y aluminio, amasar pan, algunas de las otras.

Valenzuela no recuerda hoy si lo habían empleado para apoyar o silbar al mandatario. “Yo en esa época no sabía lo que era una organización sindical y de política no sabía nada. No sé si estaba a favor o en contra, tampoco me importaba, yo tenía problemas de plata, laburo”, le cuenta a Clarín.

Alfonsín vestía un traje azul impecable y sobrio, camisa blanca a rayas y corbata a tono. “Así vamos construyendo los argentinos y particularmente hemos puesto los ojos en nuestra Patagonia”, señalaba con solemnidad el mandatario. Por debajo de su discurso se escuchaban unos gritos persistentes, aislados, que ensuciaban la elegante arenga política. “No se trata….¡A vos no te va tan mal gordito! ¿No?”, estalló el presidente aludiendo a la gruesa contextura física de quien lo molestaba. Hubo ovación. El gordito era Valenzuela.

“Yo le estaba diciendo de todo: ¡tenemos hambre! No paraba de putearlo y gritarle que no había comida, no había trabajo, yo estaba ahí y me dije ¿cuántas veces voy a tener la oportunidad de encontrarme con el presidente? Porque eso lo sé, cuando son candidatos los ves y después no los agarrás nunca más”, dice. 

Sus compañeros de comparsa lo felicitaron por la osadía, pero horas más tarde la policía de Neuquén comenzó a buscarlo bajo el cargo de “desacato a la figura presidencial”. “Anduve 10 días escondido porque tenía miedo. Le había faltado el respeto a Alfonsín y me daba miedo. Al final dos periodistas de la revista Gente me convencieron de que me entregara y que ellos me iban a acompañar. Fui hasta la comisaría y estuve detenido 10 días. Me trataron bien, los policía me felicitaban, aunque me dejaron aislado, no pude ver a mi familia”, relata.

Después de la cárcel Valenzuela regresó a lo suyo. Al bombo, a la venta ambulante, a la changa y a la venta de metales. Pero su persona fue adquiriendo en Cutral Có el aura de una leyenda. Se convirtió en la persona que se había atrevido a increpar a un presidente para recordarle lo mal que estaban las cosas en el sur.

“Y se pusieron peor en los 90. Cuando yo le grité todavía se podía vivir de changas, había siempre algo para hacer, uno iba al barrio YPF y te ponías a cortar el pasto, pero vino la crisis y todo fue más duro”, explica.

La privatización de YPF en 1992 durante el gobierno de Carlos Menem derivó en el despido de unos 5.000 operarios. Pegó de lleno en Cutral Có y Plaza Huincul dos pueblos petroleros. En 1996 nació el Movimiento Piquetero mientras se desataba la histórica pueblada.

Pero Valenzuela dice que nunca se dejó tentar con un partido. “No le creo a la clase política, por eso me mantuve apartado, me han ofrecido cargos pero los rechacé”, reflexiona.

A principios del nuevo siglo se convirtió en Secretario General de ATE de ambas localidades y desde entonces se sostiene en el cargo. Tampoco ha dejado el resto de sus numerosas actividades comerciales. Con 12 hijos, producto de tres parejas, 25 nietos, 8 bisnietos, no puede darse el lujo de descansar.

Trabaja en el municipio de Cutral Có, en el sector de señalización urbana. Además es vendedor ambulante de santos, remeras, vinchas y gorros de fútbol, especialmente de Boca, River Plate y la Selección Nacional, y, por si faltaba un rubro, elabora relojes artesanales con su señora en su propia casa.

“Viajo a Buenos Aires y compro las remeras y los santos. A los santos los consigo blancos y los pinto yo. De ahí me voy a todas las peregrinaciones religiosas, a todas las iglesias, a todos los encuentros cristianos y a todos los partidos de fútbol. A mi nunca me dio vergüenza vender, yo soy un vendedor y tengo que comer”, dice. “Me levanto a las 6 y hago de todo. Trabajo con los compañeros del municipio, atiendo a la gente, el gremio me lleva mucho tiempo, después salgo a vender a la calle, me duermo una siesta y sigo, me acuesto como a la 10 de la noche”, detalla.

"Pero el problema no lo tenemos nosotros sino nuestros hijos, nosotros ya hicimos nuestra vida. Ellos no tienen trabajo, es difícil encontrar vivienda. Cuando viene la gente y me dice que no tiene dinero, comida, me saca la cabeza", sigue.

Valenzuela no imaginó que el ex presidente, tan enojado aquel día, iba a derivar en un conocido capaz de apuntalarlo en los momentos complicados. La otra cara del poder. "Fue el más honesto, no creo que aparezca otro como él", dijo.

En 1993 un productor de Jorge Ginzburg lo llamó a Cutral Có y le propuso juntarse en los estudios con el entonces ex mandatario. La reunión ocurrió en el programa “Peor es nada” que conducía el humorista. No hubo reproches, apenas palabras de disculpas de ambos lados.

Fuera de cámara, Alfonsín le dio a Valenzuela su dirección postal para que se comunique ante cualquier problema.

“No había mail, ni Whatsapp. Le escribí al final porque andaba con problemas de trabajo, plata, necesidades. Le pedí ayuda. Después me llegó una carta devuelta, era de su secretaria personal, Margarita Ronco, y decía que el doctor Alfonsín había dado expresa orden de ayudarme y colaborar en lo que yo necesitara”, cuenta.

Durante años Valenzuela se negó a confesar cuánto dinero le enviaba esporádicamente el ex mandatario. Esta vez hizo una excepción para Clarín. “No era mucho, era plata para comprar comida, serían unos 5.000 pesos de ahora y lo hizo como cuatro veces. Yo le mandaba una carta y él me mandaba un giro telegráfico”, subraya.

Alfonsín y Valenzuela se encontraron nuevamente en el Comité de la UCR en Buenos Aires en 1995 y otra vez en el club Alianza en Cutral Có. "Cuando lo vi en el comité yo andaba con tres de mis chicos, en Alianza lo vi en un acto", puntualiza.

Cuando el 31 de marzo de 2009 se enteró de su muerte, Valenzuela sintió que había perdido a un amigo. Para entonces hacía años que no le escribía cartas desesperadas.

A sus 65 años asegura que está muy lejos de jubilarse. “Creo que los delegados gremiales tenemos una extensión, no sé realmente, igual no podría dejar de trabajar”, dice.

Su robustez es una anécdota. Ahora le hace verdadero honor a su apodo.

La vida lo ha contrariado. Hace unos meses comenzó a mostrar problemas de hipertensión y hay algo con la próstata. Prefiere no profundizar. “Nunca tuve ninguna enfermedad y saltó esto. También me mandaron a hacerme estudios cardiológicos”, subraya.

“Cambié mucho desde que le grité a Alfonsín, aprendí mucho. Ahora soy un tipo calmado y cuesta que me saquen. A veces no más me salta el indio. No me dejo agredir, ni que digan que soy un ladrón ¿Ladrón? Si robara no estaría vendiendo santos”, subraya. De pronto pide disculpas, lo llaman de su turno al médico. “El doctor me dijo que tengo que aflojar”, apunta antes de partir.

Publicado en Diario "Clarín", 5 de octubre de 2019.

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