Por Claudio Chaves.
Luego de plantear la unidad con los países iberoamericanos afirmaba: ``Con el Brasil una misma vía nos comunica con el mundo y sobre ella nuestros intereses son paralelos. Yo no encuentro un motivo de conflicto en cambio hay poderosas razones de orden económico y militares que aconsejan el buen acuerdo y mutuo apoyo'' (Storni, Intereses argentinos en el mar).
Observe el lector que, por aquellos años, de auge nacionalista, plantear acuerdos con Brasil, como lo hizo, Ramón J Cárcano, el general Sarobe, Pinedo y Perón, entre otros, sonaba a traición.
El nacionalismo rosista tenía a Brasil como su mayor enemigo geopolítico. Los buenos vínculos con el Brasil no podían salir de ideologías de patrias chicas, como el nacionalismo. Por el contrario, una vertiente del liberalismo sería buena portadora de estas ideas.
Rodolfo Araoz Alfaro militante del Partido Comunista y allegado a su secretario general, Arnedo Alvarez, cuenta en su libro El Recuerdo y las Cárceles el vínculo excelente que mantenía con la Embajada Norteamericana, especialmente con su agregado cultural Griffith: ``Era un hombre simpático que proclamaba ideas progresistas, se decía partidario de Wallace, el vicepresidente''. Griffith era un político inquieto y melifluo. Un dirigente gremial de notable sensibilidad e inteligencia, nos cuenta: ``Que, en el mes de enero de 1943, antes de la revolución del 4 de junio, Griffith estaba organizando esas fuerzas, eternas enemigas del pueblo. En un mitin realizado en la ciudad de Córdoba asistieron los representantes del Partido Comunista, la Unión Cívica Radical, la democracia progresista y allí Griffith les dijo que los Estados Unidos contribuirían a la consolidación de la Unión Democrática para llegar a una unidad entre todas ellas para embarazar la acción del presidente Castillo''. (Luis Monzalvo).
El progresismo norteamericano organizaba contra un presidente constitucional lo que luego haría con el gobierno militar.
¿Qué hacía un Demócrata norteamericano con el partido comunista argentino? Sencillo, los comunistas del mundo eran aliados de los Estados Unidos. Perón supo utilizar inteligentemente, Braden o Perón, en pentagrama antiimperialista en el marco de auge del nacionalismo. Pero no se engañaba, aquí lo que hubo fueron los últimos cañonazos de la guerra civil europea entre comunismo y fascismo de la cual nos habla el historiador Nolte.
El presidente Roosevelt afirmaba por aquellos años, el último de su vida: ``He venido siguiendo de cerca y con creciente preocupación el desarrollo de la situación argentina, en los últimos meses. Esta situación ofrece la extraordinaria paradoja de una creciente influencia nazi-fascista y de una progresiva aplicación de los métodos nazi-fascistas en un país de este hemisferio''. Por aquellos años el Partido Demócrata se hallaba muy izquierdizado a consecuencia del enfrentamiento ideológico con la derecha fascista.
El historiador Potash, que no hace mención a las diferencias en el gabinete norteamericano, una lástima pues aclararían muchas cosas, sin embargo, llega a decir sobre esta carta: ``En general puede concebirse la carta como un desesperado alegato de los elementos proaliados encabezados por el almirante Storni, en favor de la comprensión de EE.UU. y de algunas concesiones que fortaleciesen la posición de aquellos frente a sus rivales nacionalistas''. El mismo historiador reconoce que Perón participó en la redacción.
Con cierta indiferencia a los asuntos ideológicos, un refinado historiador argentino observa el enfrentamiento por razones personales. ``Es posible que las causas del metódico hostigamiento a la Argentina no pudieran encontrarse en razonados fundamentos políticos, sino en la senda de las historias personales de algunos personajes claves de la política norteamericana como Corder Hull y Spruilli Braden''. (A. Lanus, `De Chapultepec al Beagle').
Lo que no percibieron los grupos tradicionales argentinos, los demócratas norteamericanos, y la intelectualidad liberal-progresista argentina es que había una derecha liberal-conservadora antifascista, como fue el gobierno de Justo o el pensamiento de Perón en el marco del golpe de 1943. Desde aquellos años y hasta nuestros días ser de derecha es ser nazi-fascista. Un error fatal para comprender la historia.
Esta conducta la repetiría años después el embajador Braden. Lo que intelectuales y políticos argentinos y europeos entendieron como una postura antiimperialista de Perón, asimilable a la izquierda o el nacionalismo, no fue otra cosa que una clara política de derecha que se defendía del ataque de la izquierda demócrata norteamericana. Traído a nuestros días, es equiparable a la hostilidad que la izquierda demócrata representada por Sanders, Kamala Harris o el mismo Biden, practican sobre Bolsonaro o Kast. Braden tenía como asesor al coronel Gustavo Durán un ex oficial del ejército republicano español y miembro del Partido Comunista.
¿Antiimperialismo? Es improcedente afirmarlo.
PUBLICADO EN DIARIO LA PRENSA.
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