Juan Martín de Pueyrredón en el Congreso de Tucumán.
Por Roberto L. Elissalde.
Se cumple el 206 aniversario de la declaración de la Independencia, y es conveniente reflexionar sobre una de las figuras que de algún modo han sufrido el olvido en nuestra historia y fue uno de los gestores de esa fecha.
De la lectura del
El acta del 6 de abril da cuenta que "ese día estaba destinado por la justicia para el castigo de once miserables delincuentes, que en complot con cinco más habían desertado escandalosamente de las banderas de la patria, llevando consigo armas, y municiones con que agravaron su crimen, haciendo fuego a una partida, que se destacó para apresarlos''.
Después de reconocer los congresales que "el tenor de las leyes es un remedio de la sociedad enferma'', pero que la gente "miraba en los reos unas víctimas, que iban a inmolarse en aras de la patria en expiaciones de crímenes cometidos contra ella misma. Pero once vidas perdidas en un momento, después de tantas que han perecido pausadamente al rigor del fuego, de la espada, le presentaban un espectáculo desagradable, y que ponían en tortura los sentimientos de su piedad''.
MISERICORDIA.
Esa mañana a las 8 el presidente Mariano Medrano convocó a los demás diputados y les pidió misericordia "para aquellos miserables y tuvo el dulce placer de ver apoyada su piadosa moción por el consentimiento unánime del Cuerpo Soberano''. De inmediato, los diputados Calixto del Corro, Juan Martín de Pueyrredon y fueron comisionados para anunciar en nombre del Congreso el perdón de los delincuentes.
Dice el acta que "ya caminaban al suplicio'', los tres diputados "se colocaron en el centro del cuadro que había formado la tropa, y pasaron orden al comandante por medio de un edecán, para que presentase en aquel punto los reos. Cuando éstos llegaron, escoltados, como es costumbre, de los ejecutores de la justicia con todo aquel imponente aparato que diera la severidad de las leyes, y haciendo alto, se disponían a oír por última vez el fallo de su muerte, el ciudadano diputado Pueyrredon fijó la atención del pueblo y con voz perceptible de todos dijo: El Soberano Congreso en honor de su instalación gloriosa perdona a estos miserables reos. Perdón, perdón, y Viva la Patria''. Las palabras de Pueyrredon fueron respondidas por el pueblo con repetidos "Viva la Patria", "Viva el Soberano Congreso", mientras la emoción embargaba a los presentes: "...después de la primera sorpresa inundaron el macilento rostro de los ya felices delincuentes. Se arrojaron estos luego a los pies de sus libertadores, y bendijeron a gritos la mano liberal que se había extendido para salvarlos''. Al momento fueron colocados en sus respectivos cuerpos, les entregaron las armas recordándoles
Con motivo del movimiento del 14 y 15 de abril en La Rioja, el Congreso resolvió el 23 de abril destinar a aquel punto en su nombre al teniente coronel Alejandro Heredia, quien debía obrar según las instrucciones dadas por los diputados Pueyrredon, Antonio Sáenz y Tomás Godoy Cruz. Igualmente en esa misma sesión don Juan Martín fue nombrado por pluralidad de votos junto con sus colegas Medrano, Castro, Acevedo, Thames, Oro, Sánchez de Bustamante, Bulnes e Iriarte para la redacción del reglamento que debía dársele al futuro Director Supremo.
EMPRESTITO FORZOSO.
En la sesión del 27 de abril a raíz del reclamo del comandante del batallón del Nº 10 sobre una paga atrasada, demorada por una escasez de fondos, los diputados Pueyrredon y José Darregueira apoyaron que
Dicen las actas, que el presidente Pedro Ignacio de Castro Barros abrió la sesión "en presencia de un numeroso pueblo"; en sus palabras destacó los males que sufriría la Patria si el designado no fuera una persona de recomendables cualidades. Como ahora por ser parte de la esencia humana, instó a abandonar las "miras particulares, y fijarse únicamente en el bien común, y en las ventajas de los pueblos que esperaban en el Supremo Director del Estado el don más precioso y más interesante", como lo afirmara el sueco Jean Adam Graaner el Congreso "comenzó sus trabajos con mucho celo, pero dentro de una gran confusión. Con todo, poco a poco los congresistas fueron desarrollando sus ideas''.
Se procedió inmediatamente a la votación de 23 diputados de los 25 presentes votaron por "el señor diputado por la ciudad de San Luis, Coronel Mayor don Juan Martín de Pueyrredon, y publicado allí mismo el nombramiento, fue aclamado por el pueblo espectador a la barra''. Inmediatamente hizo uso de la palabra el nombrado, quien después de resaltar que no se encontraba con aptitudes "para un empleo de tanta consecuencia" y conociendo sus limitaciones personales, creía conveniente fuera otra persona con luces suficientes, pero que "debiendo sacrificarse por la felicidad de su patria" debía sacrificarse respetando la voluntad de los diputados. Acto seguido prestó juramento y colocado en un sitial de preferencia escuchó la palabra del presidente del cuerpo quien invocó al cielo "prevenir sus pasos con los aciertos, presidir en sus deliberaciones, y guiarlos por las sendas de la paz, de la justicia y de la verdad para consuelo y satisfacción de los pueblos y provincias de la Unión".
GÜEMES VS. RONDEAU.
Citados los congresales para esa misma tarde a las siete, el Director pidió permiso para dirigir la palabra y expuso que en la situación del Estado, si bien era importante su presencia en la capital, "centro de las relaciones, cuidados y negocios, creía no menos importante pasar al Ejército, y reconocer su Estado para tomar con exacto conocimiento las providencias, y medidas, que su presencia y las circunstancias podrían hacer oportunas".
A las urgencias materiales, debía mantener la disciplina y el orden, relajadas de algún modo por las diferencias entre el gobernador de Salta Güemes y el jefe del Ejército del Norte, general Rondeau, que habían llegado casi a las manos y que el mismo Congreso debió enviar apenas iniciadas las sesiones un oficio, instándolos a terminar con esas funestas consecuencias. Volviendo al testimonio del mencionado Graaner consideraba al nuevo Director "uno de los hombres más ilustrados" del momento; "más político que soldado, trataba de ganarse la voluntad de todos los partidos y de unir las facciones opuestas por medios pacíficos, y en eso ha obtenido un resultado superior a cuanto pudiera esperarse"
Triste destino el de nuestro prócer, en la memoria póstuma; la plaza que lleva su nombre y en la que está su monumento en la ciudad de Buenos Aires es llamada por la de la estación ferroviaria Flores; en la provincia de Buenos Aires el partido que lo recuerda es eclipsado por el nombre de su ciudad cabecera Mar del Plata. Y lo más lamentable es que su busto que debiera estar con los de los presidentes argentinos, en el salón dedicado a ellos en la Casa de Gobierno, ya que desempeñaba la primera magistratura al declararse la independencia, jamás fue colocado a pesar de las muchas veces que lo hemos comentado en distintos medios, cuando el bicentenario de la Independencia en el 2016. Esperemos en esta fecha despertar la conciencia de los hombres públicos.
Autor: Roberto L. Elissalde.
Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.
PUBLICADO EN DIARIO LA PRENSA.
https://www.laprensa.com.ar/517778-Juan-Martin-de-Pueyrredon-en-el-Congreso-de-Tucuman.note.aspx
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