A 184 años de la usurpación de las islas Malvinas, recién finalizados los ejercicios militares del Reino Unido en el Atlántico Sur que incluyeron el lanzamiento de misiles, el gobierno argentino ve como se derrumba su política de “mano tendida” sin lograr articular una respuesta coherente a la provocación británica.
El presidente Macri se desayunó sobre las maniobras de las fuerzas militares que Gran Bretaña tiene apostadas en Malvinas desde el fin de la guerra de 1982, a poco más de un mes del cuestionado comunicado conjunto con Londres para “remover todos los obstáculos” que limiten la economía de las islas. Y del traspié del mandatario argentino en las Naciones Unidas, en septiembre pasado, cuando dijo que la primera ministra Theresa May le había manifestado su disposición a empezar a discutir la cuestión de la soberanía –lo que fue vivamente desmentido por el Foreign Office-. Encima, la administración de Cambiemos se anotició del tema con un alerta del Servicio de Hidrografía Naval, que en tono didáctico les advirtió que “las fuerzas militares inglesas que en forma ilegal ocupan el territorio argentino de las islas Malvinas han notificado que realizarán un ejercicio de armas que incluye el lanzamiento de misiles”.
Un taciturno Macri fue consultado sobre el asunto tras su encuentro con el papa Francisco en Roma el pasado 15 de octubre. Curado de espanto tras el papelón que soportó en la ONU, se negó a contestar y derivó a los periodistas con la canciller.
Susana Malcorra, lamiéndose las heridas tras el reciente fracaso en su intentona por ser secretaria general de las Naciones Unidas, se vio obligada a fijar posición. Expresó entonces formalmente su “desazón” al Reino Unido ante la decisión de continuar con ejercicios militares en aguas de Malvinas durante 2016.
Durmiendo con el enemigo
Gran Bretaña tiene intereses coyunturales para atizar el conflicto en torno a la soberanía sobre las islas argentinas. La ocasión es propicia. Con más agudeza aún que otros centros imperialistas, Inglaterra sufre los efectos devastadores de la crisis capitalista. Caída de su economía, suba en flecha de la desocupación y ajustes múltiples requeridos para postergar el derrumbe, han minado los de por sí endebles gobiernos conservadores que se vienen sucediendo en Londres.
A este panorama hay que incorporar el reciente Brexit -salida de Gran Bretaña de la Unión Europea-, que ya se llevó puesto al primer ministro David Cameron. No hay paracaídas para la crisis británica, con la libra esterlina en caída libre y la recesión golpeando a las puertas.
Jugar la carta de Malvinas, como inopinadamente pudo hacer Margaret Thatcher, es un recurso tan obvio como seguramente inútil para sostener al gobierno, que ahora preside, Theresa May en la tormenta que lo sacude.
Hay motivos de otra envergadura, sin embargo, que alimentaron la guerra y dieron lugar, desde 1982, a la sistemática militarización del Atlántico Sur con eje en el archipiélago arrebatado a la soberanía argentina en 1833.
Como lacayo de Washington, Londres cuenta con los beneficios de mantener el control militar sobre esta zona estratégica. En ese reparto de tareas, Estados Unidos respalda toda conducta británica apuntada a impedir la devolución de la soberanía isleña, y esto no lo cambiará ninguna palmadita en la espalda que pueda procurar Barack Obama en su visita al país, o convenios espurios como los alcanzados el 13 de septiembre pasado entre la cancillería argentina y el vice canciller británico Alan Duncan, ex ejecutivo de la Royal Dutch Shell.
Entre los principales temas acordados en la ocasión, hay tres que resultan trascendentes:
1) Seguridad Internacional y Defensa: “Ambas partes acordaron que para enfrentar las amenazas a la paz y seguridad internacionales se requiere de una cooperación y coordinación internacional más estrecha…fortaleciendo la relación entre las dos Fuerzas Armadas”.
2) Atlántico Sur: “…se acordó adoptar las medidas apropiadas para remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo pesca, navegación e hidrocarburos…y conexiones aéreas adicionales”.
3) Antártida Argentina: “…asimismo se evaluaron las áreas de posible cooperación en materia antártica, incluyendo intercambios, actividades conjuntas y acuerdos entre los programas científicos…”
No es preciso extenderse sobre el significado de la proyección antártica de las islas, cuando finalmente llegue la hora de resolver la soberanía y el control del continente blanco, base de incuantificables reservas de agua y petróleo, además del significado estratégico de su posesión. En su área inmediata el archipiélago de Malvinas cuenta además con probadas reservas petrolíferas y pesqueras, entre ellas yacimientos de krill –molusco de elevado contenido proteico- cuya utilización pesa en cualquier proyecto no comercial para resolver los problemas de alimentación de la población mundial.
Lejos del reclamo regional exigiendo la desmilitarización del Atlántico Sur, las fuerzas británicas crecen desmesuradamente. En la base aeronaval de Mount Pleasant, de la isla Soledad ya habita casi la misma cantidad de efectivos y sus familias -unos 3.000- que kelpers en el resto de las dos islas. El asentamiento militar incluye dos pistas de 2590 y 1525 metros, aptas para aterrizaje y despegue de aviones capaces de transportar tropas y equipos en maniobras de despliegue rápido; funciona en red con las bases de control y espionaje de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) en todo el hemisferio; posee una estación naval de aguas profundas (Mare Harbour) donde recalan submarinos con sistema atómico de propulsión; y cuenta con silos capaces de almacenar arsenales nucleares.
Estas causas, soslayadas hasta hoy por sucesivos gobiernos argentinos explican la terquedad británica y su disposición a pagar un costo económicamente insostenible a mediano plazo. Son también las causas que explican el respaldo estadounidense a 10 Downing Street y el hecho de que la Unión Europea, en su tratado de Lisboa de 2007, reconozca la soberanía inglesa sobre lo que descaradamente denominan Falkland Islands. De hecho un frente imperialista para sostener ese enclave colonial. Malvinas adquiere entonces su verdadera relevancia como base de la Otan.
Recursos en disputa
Los recursos naturales están en el centro del debate en torno a Malvinas. Gran Bretaña ofrece permisos de exploración y explotación de hidrocarburos en la plataforma marítima del archipiélago conformado por las islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur, cuya superficie total en el Mar Argentino llega a los dos millones 500 mil km2. Según la prensa inglesa, los especialistas creen que bajo la plataforma hay reservas equivalentes a unos 60 mil millones de barriles de petróleo.
Aun cuando una coyuntura de precios del petróleo a la baja, como la que atraviesa actualmente la economía mundial, sumado a los extraordinarios costos de explotación asociados a las difíciles condiciones geográficas y climáticas de la región, junto con el exorbitante costo de las plataformas de extracción offshore, configuran obstáculos serios y persistentes a la hora de evaluar la celeridad con la que podrían avanzar estos proyectos, es un hecho que asistimos a un relanzamiento de la operación británica en el archipiélago. Londres, obligado fundamentalmente por el dramático retroceso de las reservas de hidrocarburos en el Mar del Norte y la tensión independentista de Escocia –con nuevos bríos tras el reciente Brexit de Inglaterra- propietaria de la mayor parte de las licencias petroleras del Reino Unido, necesita de regiones alternativas donde explotar hidrocarburos.
Hoy son ocho las empresas petroleras que operan como punta de lanza en el corazón del Atlántico Sur, en estrecha ligazón a grupos financieros internacionales con fuertes intereses económicos en nuestro país.
Noble Energy (de capitales estadounidenses, con base en Houston y oficinas en Gran Bretaña), que llegó a Malvinas a principios de 2015 comprando un 35% de las licencias que la compañía inglesa Falkland Oil and Gas (FOGL) poseía, tiene respaldo financiero de los denominados “fondos buitres”, Elliott de Paul Singer, BlackRock Group y OZ Management.
Otras petroleras operando en el archipiélago como Desire Petroleum y Borders & Southern Petroleum tiene como principal accionista al Barclays Bank, que no sólo integra el capital de la minera Xstrata –que explota Mina Alumbrera en Catamarca-, sino que fue la entidad encargada de coordinar globalmente los canjes de deuda que llevó adelante Argentina en 2005 y 2010, bajo las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
La transnacional Barrick Gold –con los megayacimientos de Veladero y Pascua Lama en la provincia de San Juan- y los grupos financieros que la sostienen, poseen el control de varias petroleras que operan en el Atlántico Sur, el 33% de Rockhopper Exploration, el 25% de Desire Petroleum y el 37,8% deFOGL. Entre sus principales accionistas destaca el JP Morgan Chase, que cuenta con varios de sus ex ejecutivos en el staff económico del gobierno de Cambiemos. Ubica en puestos relevantes al recientemente renunciado ministro Alfonso Prat Gay, Luis Caputo, flamante ministro de Finanzas, Vladimir Werning secretario de Política Económica, Demian Reidel director del Banco Central, Santiago Bausili subsecretario de Financiamiento o Miguel Ángel Gutiérrez presidente de YPF. La “JP al poder” ironizan en Buenos Aires.
Paralelamente, uno de los fondos de inversión más importantes del mundo el BlackRock Group -principal inversor del Bank of America-, tiene ingente participación en el manejo de FOGL y de Borders & Southern Petroleum. Además es un fuerte accionista de BP, ex British Petroleum, que comparte con Bridas de la familia Bulgheroni y la empresa china Cnooc, la explotación de Cerro Dragón, en Chubut, el yacimiento de hidrocarburos convencional más importante de Argentina.
Sin ánimos de agotar el entramado de capitales que actúan sobre los recursos del archipiélago, es necesario citar a Chevron, el gigante energético que firmó el polémico acuerdo de julio de 2013 con YPF en manos del Estado argentino, para desarrollar dos áreas de hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta, socio inversor de la compañía Oil Spill Response Limited, que presta servicios a las empresas petroleras que operan ilegalmente en aguas del Atlántico Sur.
Signo de los nuevos aires que respira el capital con los cambios en la política argentina, a pocas horas de producirse el triunfo de Mauricio Macri en la segunda vuelta presidencial, las petroleras Rockhopper Exploration y Falkland Oil and Gas, acordaron su fusión el 23 de noviembre pasado. El periódico inglés The Guardian subrayó, “Macri ha adoptado un tono más conciliador, y su victoria ha sido vista como positiva para las empresas extranjeras”.
Sólo unos meses después, en mayo de 2016, Rockhopper Exploration, anunció que sus reservas netas de petróleo se duplicaban a más de 300 millones de barriles, con un potencial de casi 1.000 millones, por nuevos hallazgos en los yacimientos de Sea Lions e Isobel Elaine, al norte delas islas. Casualmente esta área ya había sido sondeada por Royal Dutch Shell, antes de “retirarse” del archipiélago de Malvinas.
Una de piratas
El Atlántico Sur es una de las zonas más ricas del planeta: recursos ictícolas, plancton, corrientes marinas, biodiversidad. Los poco más de 3.000 habitantes de Malvinas tienen hoy uno de los PBI más altos del mundo. En 2014 la pesca representó el 34% de esos ingresos. La captura anual se estimó en 450 mil toneladas. La mayor parte, 306 mil toneladas, perteneció al calamar illex. Se alcanzó ese volumen con 151 pesqueros con licencia británica.
Esa concentración no ocurre prácticamente en ningún otro lugar del planeta, y tiene que ver tanto con la abundancia de bancos de calamares, como con que la captura es ilegal y no reglamentada, con bajo costo de obtención complementado por el trabajo forzoso y alto precio humano del régimen de explotación que reina mar adentro.
El dato clave pasa por el incumplimiento en estos barcos de cualquier regulación ambiental, laboral, o de seguridad a bordo. Nadie controla, nadie sabe cuánto pescan, cuánto tiran al mar, cuánta contaminación producen. Los británicos lo único que hacen es cobrar las licencias que van de 200 a 300 mil dólares (la cifra no es pública) sin exigencia de ningún requisito complementario..
“Inglaterra les da licencia a barcos piratas con prontuarios de pesca ilegal y esclavitud. No ponen observadores a bordo, no cumplen con ninguna regulación laboral, ni ambiental, ni de seguridad. Siguen siendo barcos piratas, con licencia inglesa.” La afirmación pertenece a Milko Schvartzman, oceanógrafo, quien lleva más de diez años investigando a los pesqueros españoles, japoneses, chinos, coreanos y taiwaneses que cercan la milla 201, donde termina la zona económicamente exclusiva argentina, y que se valen de las licencias del gobierno kelper y la logística del puerto de Montevideo para blanquear las capturas que comercializan en la Unión Europea y Asia.
Resulta grotesco ver como muchas de estas empresas que obtienen licencias británicas para pescar en la zona de Malvinas también son beneficiadas con autorizaciones por los gobiernos argentinos. Así alternan bajo diferentes modalidades la captura en ambos caladeros. Sociedades fundamentalmente españolas como Pescapuerta, Pereira, Pescanova, Freiremar, Chymar, Hío Pesca, la marinense Manuel Nores, la chilena Emdepes o Pesantar (Empresa Pesquera de la Patagonia y Antártida), perteneciente al grupo japonés Nissui; explotan alternativamente las aguas de Malvinas, ricas en calamares illex y loligo, o langostinos y merluza austral, en el Mar Argentino.
No hay que perder de vista que en marzo de 2016, la Comisión del Límite Exterior de la Plataforma Continental –que funciona en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar-, ratificó la propuesta de demarcación del límite exterior de la plataforma continental realizada formalmente por Argentina en 2009, luego de complejos estudios y diversas misiones oceanográficas. Ello significó que Argentina sumara 1.700.000 km2a su superficie, que se anexan a los 4.800.000 km2 comprendidos entre las líneas de base continentales y las 200 millas marinas. Una reafirmación de los derechos soberanos del país sobre el archipiélago de Malvinas, islas del Atlántico Sur y Antártida.
El rechazo británico a la recomendación no se hizo esperar. “Lo importante es lo que piensen los habitantes de las Falklands” espetó el Foreign Office. Simultáneamente llegó el anuncio de que Inglaterra tiene previsto gastar 180 millones de libras (más de US$ 250 millones) para optimizar las defensas militares de las islas.
Recuerdos del futuro
Dice Eduardo Galeano en ‘El libro de los abrazos’:
“El colonialismo visible te mutila sin disimulo: te prohíbe decir, te prohíbe hacer, te prohíbe ser.
El colonialismo invisible, en cambio, te convence de que la servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza: te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser”.
¿Es preciso, 34 años después, insistir sobre el significado de perder una guerra contra el imperialismo? ¿Es preciso, hoy, subrayar la diferencia entre lucha y rendición?
Entre la abyección de los jefes militares que se arrodillaron sin combatir, mostrando su estúpida soberbia política, profunda ignorancia militar, e incurable crueldad con la tropa propia, y el presente gobierno que representa lo más concentrado del capital; entre la cobardía de los partidos políticos que no se dispusieron a enfrentar a Gran Bretaña donde corresponde (es decir, en el territorio continental, expropiando sus tierras, empresas y bancos) y la sumisión intolerable de una pseudo oposición parlamentaria; existe algo más que una línea de simple continuidad: hay una inevitable relación de causa-efecto.
Seguramente no es este el lugar para desarrollar un debate con historia y lejos de haberse cerrado. Pero es justo que los jóvenes con inquietudes, los trabajadores que paulatina pero firmemente recomienzan a organizarse sobre nuevas bases, los hombres y mujeres que ven cómo se hunde el país, cómo nos humillan los funcionarios y banqueros imperialistas que vienen a dar órdenes con mayor descaro que los enviados del rey en tiempos de la colonia, tengan la posibilidad de contrarrestar la campaña ideológica destinada a convencernos de que la rendición incondicional es el único desenlace imaginable si se osa enfrentar al imperialismo.
Sería imperdonable abogar por la guerra. Tanto más si ésta es conducida por militares genocidas entrenados y pagados por la burguesía. Criminales por profesión y dispuestos a la rendición por mandato de la clase a la que sirven. Pero el pacifismo lacrimógeno, fundado no en sentimientos humanistas sino en la cobardía, ese pacifismo que desconoce la violencia infinita de la desocupación, el desamparo, el analfabetismo, que relega la brutalidad policial cotidiana contra los desposeídos al ámbito abyecto de tribunales y cárceles, por buenas que sean las intenciones de quienes lo propagan, no es inocente.
¿Cuánto costará, en términos humanos, por generaciones y generaciones, la guerra silenciosa que devasta al país? ¿Cuánta sangre, cuánta miseria y degradación, cuánto dolor, causará la deuda externa mil veces pagada, y que desde entonces no para de crecer bajo todas las administraciones, sean peronistas, radicales o conservadoras? ¿Acaso no “somos pagadores seriales”?
Y éstas son herramientas insustituibles para someter al país, enajenar su riqueza y su soberanía y transformar todo esto no en la paz sino en una guerra devastadora y oprobiosa porque en ella sólo golpean los poderosos y los de abajo sufren pasivamente las consecuencias.
En este escenario irrumpe en Argentina la discusión acerca de que actitud tomar en relación a las islas Malvinas. Desde hace mucho este país está atrapado entre las secuelas paralizantes de la ignominiosa derrota sufrida -que costó la vida de seiscientos cuarenta jóvenes, con más de mil que regresaron heridos y mutilados, los muchos que se suicidaron después y la afrenta que representa los reclamos de los miles de conscriptos que aún no obtienen el resarcimiento que merecen por parte del Estado nacional- y la vía muerta de estrategias diplomáticas vergonzosas o claudicantes que nos conducen inexorablemente a un nuevo ciclo de decepciones.
Esta advertencia viene a cuento de las iniciativas disparatadas que ha desencadenado durante los últimos meses el gobierno argentino, rotuladas por la Canciller Susana Malcorra como políticas de “tender la mano”, con posiciones anglófilas y entreguistas que alientan el saqueo de los recursos naturales y ofenden nuestra inteligencia, al tiempo que regocijan al Foreign Office.
Malvinas causa latinoamericana.
La desidia de la clase dirigente argentina, su complacencia o complicidad, lejos de disminuir el riesgo país lo acrecienta. La escalada en el Atlántico Sur pone en jaque a la región y contiene todos los ingredientes de un “casus belli”. Existe una controversia de soberanía no resuelta, una megabase militar de última tecnología, petróleo y gas, pesca y vocación expansiva marítima territorial por parte de la potencia usurpadora.
Si los suramericanos durante décadas pudimos estar seguros de habitar un continente desnuclearizado, ya no más. Como hemos señalado la certeza de la existencia de armamento nuclear en el asentamiento aeronaval de Mount Pleasant de las islas Malvinas es incontrastable. Desconocemos además que clase de equipo militar hay en las 7 bases que Estados Unidos dispone en territorio colombiano, o en las 11 existentes en Perú. Los acuerdos que hicieron posible estas instalaciones contienen cláusulas que le confieren a Washington el derecho de ingresar material militar sin ser sometido a control alguno por los estados anfitriones.
Son muchos los pueblos latinoamericanos que comprenden que la desmesurada presencia británica en el Atlántico Sur, sumada a la estadounidense en el hemisferio, suponen una amenaza cierta a la soberanía de nuestras naciones en su pretensión de consolidar una integración autónoma de América Latina.
El imperialismo requiere en este momento crítico, extraer más riqueza de las economías subordinadas del planeta. Esto lo hará mediante el saqueo colonial clásico, la succión a través del sistema financiero, el aumento de la plusvalía, avasallamiento de los mercados locales, abaratamiento de las mercancías alimenticias y, como condición primigenia, el control de las fuentes de energía. Es esto lo que conduce, con prescindencia de plazos y zigzagueos, al empleo del aparato bélico imperialista y sus bases militares en todo el planeta. Ajuste y guerra es la respuesta del capital a su crisis.
Malvinas adquiere entonces su verdadera relevancia como base de la OTAN, y en contraposición como causa latinoamericana.
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