Hablando del mito del diluvio entre los tehuelches la profesora Graciela Beatriz Hernández en un interesante artículo publicado en la “Revista Patagónica” escribe que después del diluvio (mito que es común a todos los pueblos antiguos) “como los indios tenían que pasar de un cerro a otro para buscar leña y el aire era negro, pidieron al sol que les alumbrara el camino durante la noche para no ahogarse en las lagunas que habían formado las lluvias y que impidiera que los espíritus de los muertos malos entraran en el ‘corral de los muertos’”.
“Y el Sol mandó a su mujer, la Luna, que se fuera a los cielos y desde allí alumbrara a los indios de la tierra, e impidiera que los espíritus de los muertos malos entraran en ‘el corral de los muertos’”.
“Y como la Luna se puso en su camino durante la lluvia llevando el fuego en sus manos, éste se enfrió en el camino y por eso la luna alumbra con luz fría y no tiene calor”.
“Y así –escribe Hernández– los espíritus malos no pudieron entrar nunca en ‘el corral de los muertos’ y quedaron errando en el aire”.
“Y cuando las aguas bajaron, los indios se fueron a vivir en los campos donde hay pastizales y donde viven los avestruces y los guanacos”.
El investigador Lehmann-Nitsche en sus trabajos sobre la mitología americana explica lo siguiente: “Sobre ‘el corral de los muertos’ no hay tal recinto en la mitología de los mapuches, pero sí en la de los puelches, de la Patagonia septentrional, como lo he podido comprobar en un viaje hecho al Río Negro al principio del año 1916”.
Expresa el autor que un indígena llamado Millaluan, le habló sobre el destino de los muertos que van a este corral, al cual ubicó al sur del Orión.
Y dice que “es lógico que éste no se haga presente en la mitología araucana, ya que era nada menos que el paraíso tehuelche, donde iban los espíritus de los muertos que habían cumplido con todas sus obligaciones”.
Sobre este tema el galés Hughes, quien contactara largamente con los tehuelches meridionales boreales, afirmó lo siguiente: “La región del Paraíso, según la tradición tehuelche era el ‘corral de las estrellas’ en el cielo.
”Allí se hallaban dos corrales, uno de forma cuadrada, formado por cuatro estrellas brillantes y otro de la forma de un semicírculo, formado por tres estrellas visibles y otras varias más pequeñas. Karrontken era el nombre por el cual conocían a este Paraíso.
”Era un lugar agradable, lleno de avestruces y guanacos gordos y allí transcurría la vida de los cazadores, feliz y sin preocupaciones”.
Ramón Lista también en sus viajes tuvo noticias de este Paraíso “cuyo centro es el corral de los espíritus, tema común a los tehuelches septentrionales”.
El profesor Rodolfo Casamiquela escribió que “dicen los ancianos que la bóveda celeste está poblada por sus antepasados purificados, y que en ella no conocen el dolor ni la fatiga”.
Resumiendo podemos decir que en las creencias de casi todos los pueblos del mundo y en sus teologías está presente un lugar de descanso para los hombres justos llamado Paraíso, fuera de este valle de lágrimas, donde gozar eternamente y rodeados de las cosas que en la tierra los hacía felices: o sea trompetas, cánticos, huríes, ángeles parados en el sol, manjares, avestruces y guanacos, no muy distinto del Paraíso que soñó Milton.
Publicado en Diario "Río Negro", 9 de agosto de 2018.
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