Juan Grabois representa para el papa Francisco lo que la
"juventud maravillosa" representaba para Juan Domingo Perón. Lo
siente como hijo espiritual. Y tiene sus razones el Santo Padre, para nada
ilegítimas.
Por vocación social más que política, en sus años mozos el
curita Bergoglio se acercó a un sector del peronismo compuesto por la
agrupación Guardia de Hierro conducida por Alejandro “Gallego” Alvarez y el FEN
(Frente Estudiantil Nacional), cuyo jefe era el papá de Juan, Roberto
“Pajarito” Grabois. Esos sectores peronistas, en los años 70 expresaron a
aquellos muchachos que querían predicar (como los actuales evangelistas con su
credo religioso) el pensamiento "puro" de Juan Domingo Perón, excluido
de sus variantes extremistas, de derecha o de izquierda. "Sonríe, Perón te
ama", era una de las frases místicas, cuasi religiosas, de esas
agrupaciones portadoras de un proyecto político más sentimental que racional,
donde la ideología y la religión se mezclaban de un modo que se hacían
indistinguibles.
Para Juan Grabois, Cristina no es su líder indiscutida como
lo era Perón para su padre; él la ve más como una tía buena (¿se acuerdan de
Héctor Cámpora, al que le decían el tío?), políticamente muy valiosa, a la que
se debe ayudar en lo que supone es una persecución contra ella. Pero sí es su
líder indiscutido el papa Francisco.
Grabois hijo se ha convencido de que el papa Francisco es la
continuación de la gesta revolucionaria de su papá y de Perón. Y él quiere ser
el heredero y la síntesis de todos ellos, del papá "Pajarito", del
General, del tío Cámpora, del Santo Padre, y hasta de Néstor y Cristina. Juan
es de este mundo pero está construyendo un reino que es más que de este mundo.
Milita en el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y en
la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). No le interesa
la riqueza material, parece sinceramente convencido en su fervor a favor de los
pobres y se siente imbuido de la misma causa de lucha que la juventud peronista
de los 70 (antes políticamente se era joven a los 20 años, hoy esa categoría se
prolonga incluso a Grabois con sus 35 años).
Aunque, claro, también posee de la “gloriosa JP” su misma
soberbia en el sentido de creerse portador de alguna verdad trascendental.
Es un cura sin sotana, pero no de los pedófilos sino de los
buenos, de los que creen en serio estar militando para Dios y busca algún tipo
de santidad. Se siente una especie de San Francisco de Asís contemporáneo.
Por hacerle recordar tiempos e ideales pasados y por militar
los ideales de esos tiempos en el presente, al Papa le encanta este jovenzuelo
desenfadado a veces pero estructurado otras. Que al igual que los setentistas
en los que se inspira, es portador de un espíritu libertario y de una épica
revolucionaria, pero también de una estructura mental tan jerárquica como la
militar o la religiosa.
Rodolfo Galimberti en los años 70 era la promesa juvenil de
Perón, tanto que el viejo general, poco antes de su regreso definitivo a la
Argentina, lo designó como su Delegado Juvenil ante el Consejo Superior
Peronista. Allí el “Galimba” creyó tocar el cielo con las manos y con su
infinita petulancia supuso ser el heredero de Perón, tanto que decidió tomar un
anticipo del legado y entonces propuso armar milicias populares a fin de ir
preparando la guerra de liberación, para que Perón retornara al poder con las
armas más que con los votos. El General no tardó ni un instante en sacarle el
cargo y en desdecirlo absolutamente. Pero Galimberti siguió a los tiros desde
Montoneros.
Con el correr de los años el “Galimba” mostró que le gustaba
más el dinero que la política. Es que en el fondo siempre fue más un aventurero
temerario e inescrupuloso que un militante real. Mientras que -y aquí la comparación
lo favorece enteramente- Juan Grabois no parece ser nada de eso, su soberbia no
proviene de su ambición sino de creerse un elegido, un santo laico. Aunque,
obviamente, en un mundo tan corrupto y corruptor como el que vivimos, las
tentaciones del pecado pueden provenir tanto de un lado como del otro. De la
materia o del espíritu.
Así, poco tiempo atrás Juan Grabois le regaló un rosario
bendecido por el Papa a Lula en prisión. En realidad Francisco había bendecido
el rosario pero no se lo había enviado especialmente a Lula. Grabois dijo lo
primero pero no lo segundo, de modo que subliminalmente se diera por
sobreentendido que Francisco se lo enviaba a Lula.
Fue una picardía política que ahora acaba de repetir. Se
juntó con un referente francisco-cristinista, Eduardo Valdés (ex embajador K en
el Vaticano), y entre ambos decidieron hacerle el aguante a la expresidenta en
los tribunales de Comodoro Py cuando ella fue a declarar por los presuntos
múltiples delitos de corrupción de los que está acusada.
Grabois sabe que su actual minuto de fama lo tiene nada más
que por presentarse como un hombre cercanísimo al Papa, sino como su delegado,
sí algo parecidísimo. Entonces, cada vez que dice o hace algo, no ignora que se
le presta atención por Francisco, no por que él posea una entidad política
significativa.
Y por más que desde la Iglesia aclaren (aunque, además,
nunca lo aclaran demasiado como sí hacen en otros temas) que el Papa no le
bendijo personalizadamente a Lula el rosario o que no mandó a nadie para
expresarle un apoyo a la dama multiimputada por la Justicia, estas actitudes
complican innecesariamente al Papa en una interna política menor. Si las únicas
dos personas que van a apoyar a Cristina (cuando ella además pidió que no vaya
nadie) son dos allegados al Papa, es muy difícil desligar a Francisco de tal
apoyo. Y eso Grabois lo recontrasabe por más que diga que Francisco no tuvo
nada que ver.
Sin embargo, así como sus compañeros de la CTEP no le
dijeron nada por su jugada oportunista a favor de Lula, sí le reprocharon y
duramente su imprudencia con Cristina.
Ante este reproche inesperado para él, Grabois sostuvo no
ser cristinista, incluso admitió que hubo corrupción y mucha en la era K. Hasta
aceptó a duras penas que Cristina tal vez conocía parte de ella... pero que aun
así el país la necesita para luchar contra los malos. Y en la guerra santa todo
vale.
De todo ese dinero que de modo y en cantidades pornográficas
recolectó el gobierno anterior según hoy se está demostrando judicialmente más
que con creces, una parte -la menor- fue usada para crear un enorme aparato
comunicacional, cultural, artístico y universitario para que los justificaran
armándoles un relato de izquierda. Les bastó a los Kirchner hablar en el mismo
lenguaje que los que quería seducir para que esta gente con tantas ínfulas
revolucionarias, tan rebeldes y tan enemigos de todo poder, se les subordinaran
como corderitos. Lo que confirma que de la vanidad nadie escapa.
Los peronistas no saben cómo sacarse de encima a Cristina
porque sienten que en vez de acompañarla hasta la puerta del cementerio como
hacen con todos sus reyes caídos, ya están entrando en el camposanto con ella.
Los empresarios están cantando todo y entregando un kirchnerista por hora. Pero
el aparato cultural que se sintió identificado con los Kirchner (incluso los
que cobraron para ello, en proporción recibieron migajas) siguen defendiendo a
Cristina con una lealtad incomprensible y ciega porque ante tantas evidencias,
ni siquiera creen que sean verdaderas. Mientras que los políticos peronistas y
los empresarios prebendarios no tienen la menor duda de la veracidad de toda la
corrupción destapada, aunque tengan miedo de reconocerlo para no quedar
implicados. Pero el aparato cultural K sigue defendiendo como patrullas
perdidas una guerra terminada.
Juan Grabois, aunque no se admita kirchnerista, forma parte
indisoluble de ese aparato cultural y como fiel creyente, no necesita ver para
creer. Mejor dicho, él, y los que son como él, para creer se están negando a
ver. Con lo cual, en particular aquellos que hacen esto por ideales y no por
prebendas, se están arrodillando ante falsos ídolos.
Al final de su vida, Perón, parafraseando a Chou en Lai,
decía que la juventud es maravillosa pero que no hay que decírselo, porque
entonces los chicos comienzan a creerse más de lo que son. Perón dejó de
decírselos demasiado tarde, y así le fue. Es de esperar que el Papa no cometa
el mismo error con sus jóvenes maravillosos.
Publicado en Diario "Los Andes" de Mendoza, domingo 19 de agosto de 2018.-
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