Durante una semana, INVAP estuvo en el centro del debate nacional después de que el presidente Macri anunciara que recortaría los contratos del Estado con la firma rionegrina. ¿Cuáles son los proyectos que se dan de baja y cuáles continúan? ¿Cuál es la importancia y el futuro de la empresa de tecnología más emblemática de la Argentina?
(Por Carlos de la Vega) El presidente de la Nación había viajado a Bariloche para informarse de la buena temporada turística propiciada por las abundantes nevadas. Ese viernes 20 de julio, mientras hablaba con algunos periodistas, Mauricio Macri anunció que los contratos que la Nación tiene con la empresa estatal rionegrina INVAP se darían de baja por falta de dinero, ya que los mismos “eran de la época de la magia”, en alusión a que habían sido firmados en tiempos del kirchnerismo. El primer mandatario aclaró que era “el primer fanático de INVAP” pero, por supuesto, eso no impediría asestarle un duro golpe a la empresa.
Las declaraciones presidenciales generaron un revuelo político y mediático que estalló en múltiples espacios. El recorte que el Gobierno viene realizando en las iniciativas científico-tecnológicas del país se extendía ya sin medias tintas a una de las pocas empresas argentinas capaces de vender a países más avanzados artefactos de alta tecnología, como reactores nucleares de investigación y producción de radioisótopos.
Una semana después de esas declaraciones y tras una reunión entre el jefe de Gabinete de Ministros, Marcos Peña, el gobernador de Río Negro, Alberto Wereltineck, y el gerente general de INVAP, Vicente Campenni, el panorama se presentó menos sombrío. A la empresa se le garantizaría un número importante de contratos en los que seguir trabajando y la deuda que la Nación registraba con ella por prestaciones ya ejecutadas, otro de los focos del revuelo, tenía un esquema de solución acordado.
Pero la pregunta quedó en suspenso entre quienes no pueden dejar de recordar que, tras la puesta en órbita del ARSAT-1, en el año 2014, el hoy presidente de la Nación había hablado de “empresas tecnológicas que no hacen falta y no funcionan”, un comentario del que se retractó tras el repudio público y sobre el que INVAP emitió un comunicado en el que sostenía que el desarrollo del ARSAT-1 “no solo posibilita incorporar mejoras en la tecnología y las prestaciones, sino que también implica un uso eficiente del poder de compra del Estado”.
Si bien la reunión con Peña estaba prevista desde hacía tres semanas, cuando el presidente todavía no había calentado la nieve barilochense con sus dichos, es factible que la reacción pública haya inclinado el ánimo gubernamental hacia una posición más razonable hacia INVAP y sus contratos.
Un gran conocedor del sector tecnológico argentino le dijo a TSS: “El anuncio de que le recortan 1.000 millones de dólares en contratos es grave para cualquier empresa. Te comienzan a llamar los clientes, los proveedores, los bancos y las aseguradoras, para ver qué pasa”. Las palabras de tranquilidad de Campenni posteriores a la reunión con Peña permitieron respirar profundo de nuevo.
Lo que se fue.
La recobrada esperanza sobre el futuro de INVAP no surge porque el Gobierno haya decidido no recortar contratos, sino porque lo que se confirmó que se da de baja ya venía así de antes.
Son tres los proyectos cancelados definitivamente y en todos ellos INVAP era el contratista principal de una dependencia específica del Estado con el objetivo de favorecer el desarrollo tecnológico. En primer lugar estaba el SARE, el sistema de satélites livianos de arquitectura segmentada de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) que buscaba incursionar en un nuevo paradigma de concepción, fabricación y operación de satélites de observación de la Tierra. En el SARE, en lugar de tener un sólo artefacto, grande y caro que cargase con todo el instrumental de medición, éste se distribuiría en una serie de pequeños satélites que operarían en cluster, pudiendo relevarse unos a otros en caso de fallas.
El segundo proyecto era el ARSAT-3, el tercer satélite geoestacionario que la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales (ARSAT) le había encargado a INVAP y al que le dieron el tiro de gracia en 2016 el ex ministro de Comunicaciones, Oscar Aguad, y su yerno y ex presidente de la compañía estatal, Rodrigo de Loredo.
El tercero era el Sistema Aéreo Robótico Argentino (SARA), un proyecto para desarrollar en el país drones voladores de mediana y gran envergadura. Una iniciativa de Mirta Iriondo, ex subsecretaria de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico del Ministerio de Defensa en tiempos de Nilda Garré. El contrato para una primera etapa del SARA se había firmado a principios de 2015 pero al año siguiente fue cancelado durante la gestión del radical Enrique Martínez en el Ministerio de Defensa.
Existió un cuarto proyecto que también quedó en el camino, aunque a diferencia de los mencionados, no había llegado a la etapa de firma del contrato. Se trataba de la modernización de la electrónica de los MEKO 360, los destructores de la Armada Argentina, y de los submarinos TR-1700, uno de los cuales era el ARA “San Juan”.
Lo que quedó.
Los proyectos que INVAP tiene con el Estado y continúan son el reactor multipropósito de investigación RA-10; la puesta en funcionamiento de cinco centros de medicina nuclear en La Pampa, Río Gallegos, Pergamino, Comodoro Rivadavia y Ciudad de Buenos Aires; los satélites de observación de la Tierra SAOCOM –de inminente lanzamiento en el caso del primero de ellos– y SABIAMAR; y la finalización de los radares primarios de uso militar banda L de largo alcance (400 kilómetros de rango efectivo de detección) y de dos radares primarios móviles, también militares, cuyo desarrollo y fabricación fue contratada por la Fuerza Aérea Argentina (FAA) a fines de 2017 para ser usados en la protección de la reunión del G-20 que se llevará a cabo en Buenos Aires, entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre de este año.
Uno de estos radares es una versión modernizada del MET-3 banda L que INVAP supo hacer en 2011 para el Escudo Norte, y el otro será la segunda modernización de un viejo TPS-45, banda S, de la FAA. También se continuará con la ejecución del contrato por los radares meteorológicos del SINARAME.
Con respecto a la deuda que el Gobierno mantiene con INVAP por trabajos ya realizados, la misma no habría superado en ningún momento de los últimos dos años los 800 millones de pesos. Buena parte de ella se originó en el problema que presentó el Presupuesto 2018 del Estado, en el cual se habían “olvidado” varias de las partidas más importantes para los proyectos nucleares. Posteriormente, la Jefatura de Gabinete de Ministros arregló la situación y reasignó fondos mediante la Decisión Administrativa N.º 337/2018.
Profeta en otras tierras.
Las palabras de Macri sobre el recorte de los contratos de INVAP dejaron traslucir la intención de que la empresa no tuviera tanta dependencia de los encargos efectuados por el Estado argentino y saliera a buscar el sustento al exterior.
Es natural y muy deseable que empresas de desarrollo tecnológico en sectores estratégicos y de vanguardia, como INVAP, reciban sus principales pedidos de sus propios países. Este es un paso previo e ineludible para que luego esas mismas capacidades, y los productos resultantes de ellas, puedan ser exportados, además de satisfacer necesidades locales genuinas. En algunos rubros, incluso, como la defensa, nadie compra lo que antes no está usando el país de origen de lo que se va a adquirir.
INVAP ha demostrado una formidable capacidad exportadora, no sólo por el tipo de productos y servicios de altísimo valor agregado que ha vendido en el exterior, sino también por quiénes son sus clientes. En el año 2001, INVAP le vendió un reactor de investigación y producción de radioisótopos a Australia, el OPAL, hoy calificado como uno de los mejores artefactos en su tipo en todo el mundo por el rendimiento de su fuente de neutrones fríos. A principios de este año, la empresa rionegrina cerró la venta a Holanda del Pallas, otro reactor de producción de radioisótipos; y está construyendo para Brasil el Reactor Multipropósito Brasileño (RMB); mientras se encuentra en plena ejecución la provisión llave en mano de tres centros de medicina nuclear y radioterapia para Bolivia.
Pero eso no es todo: actualmente, uno de los programas de desarrollo nuclear con mayor ambición y financiamiento en el planeta es el de Arabia Saudita, cuya monarquía gobernante busca diversificar las capacidades del país ante el no muy lejano horizonte de agotamiento de sus reservas petrolíferas. INVAP tiene una muy fuerte presencia en ese país de Medio Oriente, donde construye un reactor de investigación de baja potencia para el KCAST (King Abdulaziz City for Science and Technology–Ciudad “Rey Abdulaziz” para la Ciencia y la Tecnología), la agencia para el desarrollo científico de Arabia Saudita. Previamente, en el año 2013, había firmado un acuerdo con la compañía estatal Saudi Company for Technological Development and Investment (TAQNIA) para conformar una nueva empresa, denominada INVANIA, con el propósito de operar en el área nuclear.
Uno de los datos que muestra el éxito internacional de INVAP es que sus antiguos clientes vuelven a llamar a la empresa para nuevos trabajos. En Argelia, la compañía cuya sede se encuentra a la vera del lago Nahuel Huapi está llevando a cabo la modernización del reactor NUR, construido por la empresa rionegrina en la segunda mitad de los ochenta. A esto se le añade una nueva planta de radioisótopos y la ampliación de la planta de producción de combustibles nucleares, otra obra de INVAP, que también está comenzando la construcción de una planta de radioisótopos cerca de Mumbai, en India.
Algunos números.
Si se observan los balances de INVAP, en los últimos 10 años pasó de facturar poco más de 48 millones de dólares en el año 2007 a 191 millones de dólares en el ejercicio finalizado en junio del año pasado. En ese período, el pico de facturación se produjo en 2013, con 258 millones de dólares.
Las ganancias (resultados) han sido más fluctuantes. En el año 2007, fueron de aproximadamente 1,7 millones de dólares, llegando a su máximo nivel en 2016, con 20,7 millones, y descendiendo en 2017 a 1,15 millones de dólares.
Debe tenerse presente que INVAP desarrolla y fabrica artefactos tecnológicos de ejemplar único (reactor nuclear, satélite) o de serie corta (radares), por lo que no se dedica a la producción masiva de objetos o servicios. Esto lleva a que sus proyectos y los ingresos económicos que ellos generan sean sinusoidales, con períodos de alta facturación y descensos marcados hasta que llega un nuevo contrato. Además, no todos los trabajos generan la misma rentabilidad. Los que son más intensivos en mano de obra, como los satélites, son más rentables que los que implican mucho gasto en infraestructura o adquisición de equipamiento de terceros, como los reactores nucleares.
El backlog (cantidad de contratos firmados o en ejecución pero aún no cobrados) actual de INVAP ronda los 800 millones de dólares, por lo que posee una base de trabajo asegurada de dos a tres años. El objetivo de la empresa es firmar contratos de exportación por valores de entre los 100 y los 200 millones de dólares al año para asegurar la continuidad de las actividades y el personal.
En cuanto a la dependencia de los contratos del Estado y su relación con los obtenidos en el extranjero, hasta el año 2009 tenían un peso mayor estos últimos, pero en la medida en que el Gobierno nacional fue invirtiendo más en tecnologías y bienes estratégicos (sector nuclear, satelital y radares, entre otros), los porcentajes se invirtieron. Eso es lo que la empresa quiere modificar ante la retracción de la demanda estatal nacional. Habrá que ver cómo impactan en esta relación los nuevos contratos suscriptos con Holanda, Brasil, India y Bolivia.
Perspectivas.
“Definir proyectos tecnológicos hoy no es lo mismo que hace 20 o 40 años atrás, cuando empezó INVAP. Cosas que antes eran desafíos tecnológicos hoy son commodities”, manifestó una fuente de la empresa consultada por TSS. “Somos una empresa que hace proyectos tecnológicos complejos. El contexto de este tipo de proyectos, tanto a nivel nacional como internacional, es muy dinámico”, agregó. Y finalizó: “Estamos en revisión de nuestro modelo de gestión y de nuestra forma de trabajar. De hecho, estamos haciendo cambios importantes en la estructura de la empresa para adaptarnos y ser más competitivos. Por el potencial de lo que nosotros hacemos y de las capacidades humanas que tenemos, estamos convencidos de nuestra sustentabilidad”.
En 40 años de vida, la empresa ha demostrado una excepcional flexibilidad que le ha permitido con el mismo equipo básico de personas pasar de desarrollar proyectos nucleares, a espaciales o de sistemas de vigilancia aérea. Uno de los rasgos distintivos de INVAP es que cuenta con diversas áreas de negocios con requerimientos de especialidades técnicas similares: electrónica, software, procesos y mecánica, entre otros. Los cambios que se están llevando a cabo apuntan, precisamente, a maximizar la flexibilidad de esas capacidades para asegurar la estabilidad de los puestos de trabajo aunque cambien los proyectos. El astrónomo británico y célebre novelista de ciencia ficción, Arthur C. Clarke, formuló tres leyes sobre el avance científico. La tercera expresaba: “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Lo mismo podría decirse del esfuerzo persistente y responsable. INVAP cuenta con ambas virtudes.
(*) Fuente: Agencia TSS-Universidad Nacional de San Martín.
Publicado en ADN Río Negro, domingo 12 de agosto de 2018.-
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