La noche del 5 de diciembre, el cuartel de Patricios –situado en la actual calle Perú entre Moreno y Alsina– se engalanó para una cena donde los invitados de honor fueron Cornelio Saavedra y su esposa, Saturnina Bárbara de Otálora.
Apropiándose del triunfo de Suipacha en el que poco habían tenido que ver, los oficiales saavedristasporteños restringieron la invitación a una selecta concurrencia, que dejó afuera nada menos que al secretario de Guerra de la Junta. Cuando Mariano Moreno intentó ingresar, un centinela le cerró el paso y se lo impidió.
Para colmo, el capitán de Húsares en situación de retiro, Atanasio Duarte, que estaba pasado de copas, propuso un brindis “por el primer rey y emperador de América, don Cornelio Saavedra”y le ofreció a doña Saturnina una corona de azúcar que adornaba una torta. Algunos dicen que llegó a lanzar la frase: “La América espera impaciente que el general Saavedra tome el Cetro y la Corona”.
Moreno, que ya venía molesto por el incidente en la puerta del cuartel, al enterarse de semejante brindis se dejó llevar por su pasión revolucionaria y cometió el error de caer en la provocación tendida por los saavedristas.
Esa misma noche redactó una “Orden del día”, que pasaría a la historia como “Decreto de supresión de honores”.
Estaba convencido, y su hermano Manuel lo tendrá como verdad incontrastable, de que el cargo de presidente de la Junta “se le había subido a la cabeza” a Saavedra, confundiendo su papel al frente de un órgano colegiado con las funciones que un virrey.
El texto combinaba el rechazo republicano que Moreno sentía por las ostentaciones y ceremoniales de la jerárquica sociedad colonial con un “marcarle la cancha” a los poderes y facultades del presidente de la Junta.
Comenzaba diciendo: “En vano publicaría esta Junta principios liberales que hagan apreciar a los pueblos el inestimable don de su libertad, si permitiese la continuación de aquellos prestigios que por desgracia de la humanidad inventaron los tiranos para sofocar los sentimientos de la naturaleza”.
El “reglamento” constaba de 16 artículos, en los que se revocaba la orden del 28 de mayo, se establecía “absoluta, perfecta e idéntica igualdad entre el Presidente y demás vocales de la Junta” y que sus decretos, oficios y órdenes debían llevar al menos la firma de cuatro integrantes y del secretario, sin los cuales no debían considerarse válidos.
Además de suprimir las escoltas y centinelas, se prohibían los honores a las esposas de los funcionarios y “el ceremonial de iglesia con las autoridades civiles”.
Cinco artículos dejaban constancia del efecto que el incidente había tenido en Moreno:
8° Se prohíbe todo brindis, viva o aclamación pública en favor de individuos particulares de la Junta. […]
10° Toda persona que brindase por algún individuo particular de la Junta será desterrada por seis años.
12° No debiendo confundirse nuestra milicia nacional con la milicia mercenaria de los tiranos, se prohíbe que ningún centinela impida la libre entrada de toda función y concurrencia pública a los ciudadanos decentes que la pretendan. El oficial que quebrante esta regla será depuesto de su empleo.
La orden fue firmada por todos los miembros de la Junta. Saavedra estampó la suya como si firmara la condena a muerte de su adversario. Eso pensó Tomás Guido, según se lo confesó a su hijo décadas más tarde: “Había yo leído el decreto que despojaba al Presidente de la primera Junta Gubernativa del aparato exterior de su jerarquía; y hablando sobre el secretario Moreno, autor de ese decreto, dijo mi padre que el Dr. Moreno había firmado en ese documento su propia sentencia de muerte”.
Autor: Felipe Pigna.
Publicado en Diario "Clarín", domingo 7 de abril de 2019.-
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