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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

martes, marzo 01, 2022

La mula del mariscal de Sajonia­.

 

POR FERNANDO SÁNCHEZ ZINNY­

­La historia de "la mula del mariscal de Sajonia'' era un caballito de batalla del Perón viejo, con la que solía desconcertar a sus contertulios en Puerta de Hierro y luego en su regreso al país, y que llegó -con su incierto y aun enigmático sentido- hasta ser mención lateral de algún discurso público.

Cuento sobre ella lo que sé, que es lo que me contaron; y quienes me lo contaron era gente de la política que quizá poco se interesaba por la historia en sí, sino por los mensajes indirectos que a través de ella estaría mandando el jefe.­

Empiezo por los antecedentes: Mauricio de Sajonia era un príncipe alemán del siglo XVIII que sumado al ejército francés alcanzó los más altos rangos y al que se conocía como el mariscal de Sajonia. Reputado como uno de los principales estrategas del período anterior a la Revolución Francesa, ha dejado unas memorias al parecer muy valiosas desde el punto de vista de la historia militar, obra que -se dice- era uno de los libros de cabecera de Napoleón Bonaparte, y que también frecuentaba Perón, que no podía ser menos. Lamentablemente no he leído ese libro, de tal modo que lo que sigue es de oídas. ­

­ESTUDIO O EXPERIENCIA­.

El mariscal estaba ya viejo y retirado; periódicamente se reunía con compañeros en las mismas condiciones y los vejetes charlaban de cosas pretéritas, de guerras y campañas que ya nadie recordaba; un día surge un tema sobre el que varios comienzan a debatir desordenadamente: en asuntos de la guerra, ¿qué vale más: el estudio o la experiencia?­

El anciano no interviene en la discusión, hasta que se le pide opinión. Expresa, entonces, que en realidad, no creía demasiado importante ni uno ni otro factor, y trae como ejemplo la historia de su mula, de la que había sido muy compañero y a la que había querido mucho.­

Según el uso de entonces, al general, además de sus ayudantes, lo acompañaba una mula que en alforjas de cuero llevaba la escribanía: cartas, mapas, órdenes, instrucciones, documentos, circulares por repartir, tablas para disponer contraseñas o para armar códigos en clave, y también papel, tinta, lápices de dibujo, compases y catalejos de repuesto, etc.­

Rara vez ese animal se apartaba del jefe, de modo que se convertía en testigo no sólo de las órdenes que impartía sino también de los informes que recibía y de las reflexiones que acaso expresara. Y la relación, en este caso, duró mucho, como veinte años. Las cabalgaduras y los ayudantes se renovaban y la mula era siempre la misma. Se había hecho amiga del mariscal y conversaban entre ellos: juntos habían cruzado los Alpes, el Rin, las Ardenas y la Selva Negra, juntos habían estado en cien plazas y en cien ciudades.

La mula había llegado a conocer muchísimas cosas: no la inmutaba la artillería remota y si tronaba cerca contribuía a tranquilizar a los otros animales; si surgía fuego de fusilería, sabía que debía tumbarse y buscar que las matas la ocultaran. Y también estaba acostumbrada a los horrores: a recorrer aldeas incendiadas, ver castigos horribles, presenciar el campo en que batalló sembrado de cadáveres. "Ella lo atravesaba cuidadosamente y cuando se acercaba a un cuerpo y lo olfateaba, eso avisaba que ese hombre aún vivía y servía como indicación a los camilleros''.­

A esta altura, el mariscal, emocionado, ya se hallaba al borde del sollozo. "Pero, así y todo, de la guerra en sí, la pobre no entendía nada. Lo comprendí de a poco y con pena: me veía eufórico y no lo relacionaba con que preveía una victoria, o me veía preocupado y no pensaba que era de temer una derrota''.

"Es muy curioso: pocos estaban tan enterados de lo que realmente pasaba como ella y, sin embargo, sabiéndolo todo no entendía nada, conociéndolo todo nunca se le ocurrió sacar las consecuencias lógicas''.­

­NO ENTIENDEN NADA­.

Tanto en el exilio como el volver a la Argentina, Perón contaba con fruición y bien a menudo esta historia, aparentemente descolgada, sin dar nunca indicio de a qué realmente se estaba refiriendo, lo que originaba escalofríos entre sus interlocutores, que por ahí imaginaban estar siendo aludidos.

¿De quién hablaba? ¿De sus antiguos seguidores? ¿De los militares? ¿De los sindicalistas? ¿De la juventud maravillosa? ¿De la propia Eva, acaso? Era, sin duda, una asociación aunque afectuosa, despectiva, pero su talento de causer consistía en que la presentaba de un modo que el sayo podía caerle a todos, pero también a nadie en particular.

Esta es la historia: la mímica de Perón la puede rehacer cada uno a su gusto, así como su voz cascada: "Le voy a contar una historia que figura en las Memorias del mariscal de Sajonia...''­

Se notará, además, que es la historia del caballo de Facundo, pero al revés.­

PUBLICADO EN DIARIO "LA PRENSA".

https://www.laprensa.com.ar/512793-La-mula-del-mariscal-de-Sajonia.note.aspx

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