FIRMEN CAGONES.
La tensión se cortaba con un cuchillo aquella helada mañana de septiembre del 79 en el “36 billares”. Todavía quedaban algunas brasas encendidas de lo que había sido el festejo menos de una semana antes por la obtención del Mundial Juvenil en Japón que el proceso cívico-militar había decidido explotar todo lo posible en medio de la primer visita de la CIDH a la Argentina desde el inicio del golpe de estado.
Ya iban por la segunda ronda de cafés y ninguno de los referentes del PJ Nacional allí reunidos se anima a meter el gancho al documento que presentarían una hora más tarde ante James Patrick, presidente de la delegación extranjera.
Don Chacho, un chaqueño campechano que debió asumir la presidencia del partido ante la detención de María Estela Martínez de Perón luego del golpe de estado, titubea. Cualquiera haría lo mismo. Se sabe que la maquina represiva está intacta.
El morocho conurbanero de labios generosos apaga el pucho y relojea al resto de los comensales. Está pisando los 50 y es un producto arquetípico de lo que ha sido el peronismo a lo largo de más de tres décadas. Arrancó como delegado en la SIAM, fue intendente de su Avellaneda electo por la voluntad popular y removido por la Dictadura. Hoy es el vice segundo del PJ y cree que algún día la historia les reservará el lugar que merece un acto de valentía.
Escudriña una vez más el documento que escribieron el ex vice canciller de Cámpora, Jorge Vázquez, la ex jueza Alicia Oliveira (a quien la Dictadura había cesanteado apenas llegó al poder) y una ex diputada de la Tendencia que se había peleado con el mismo Perón, Nilda Garré.
Son tan peronistas como él, aunque estén en las antípodas del movimiento. Poco le importa.
Herminio agarra la lapicera y mete su firma en el documento, antes que ningún otro. “Ahora firmen ustedes, cagones”. Sabe el costo que podía tener eso y el tipo aun así está a la altura de la circunstancias.
“No podemos aceptar el terrorismo de estado. No puede haber doctrina de la seguridad nacional que esté por encima de la ley que debe amparar por igual a todos los ciudadanos. Por eso el Justicialismo denuncia la muerte y/o desaparición personas, lo que insólitamente se pretende justificar con la presunción del
fallecimiento que no significa más que reconocimiento de las arbitrariedades cometidas”.
Ese invernal 12 de septiembre de 1979, el Partido Justicialista fue el único que denunció la violación de los DD.HH ante la CIDH, en medio de la noche más abisal.
Otros ofrecían a sus cuadros como embajadores de la Dictadura. Y otros, que hoy venden como padres de la democracia, almorzaban una vez por semana con el ministro Harguindeguy.
La historiografía oficial, tanto en su vertiente liberal como en la socialdemócrata, que se inició en 1983 nunca puso este gesto en el lugar que merece.
Hoy queremos recordarlo al Compañero Herminio, justicialista y trabajador, por haber puesto los huevos en el lugar y el momento exacto. Un héroe de nuestra democracia plebeya.
La anécdota la cuenta Gustavo Pertine, sobre la actuación de Herminio ante la visita de la CIDH en el 79.
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