Sobre itálicos apellidos
Por Fernando Sorrentino.
Años ha surgió un delantero llamado Roberto Apiciafuocco, que, entre 1952 y 1956, jugó en Rosario Central 79 partidos y concretó 13 goles. Por alguna fatalidad, su patronímico se convirtió al instante en prototipo de apellido que sonaba gracioso. Es muy probable que la forma canónica del apellido fuera Appicciafuoco, cuyo significado sería “alimenta el fuego” o, como suele decirse, “echa nafta al fuego”, es decir, “es cizañero”. (1)
Sorrentino, Susella, Sofia, Caputi
Lo cierto es que, dentro de mis ancestros conocidos, los apellidos italianos son exclusivos y excluyentes. Paso a explicarme…
Yo soy argentino de tercera generación, pues mis abuelos, con excepción del paterno, nacido en Caserta, Italia, eran argentinos. Pero, eso sí, mis ocho bisabuelos fueron modestísimos inmigrantes italianos, llegados a nuestro país a fines del siglo XIX. Este hecho significa que yo no tengo ningún antepasado no argentino, más o menos cercano, que no fuera italiano. Y digo “más o menos cercano”, ya que no puedo saber si, en épocas anteriores, hubo, en mi totalmente ignoto árbol genealógico, algunas personas de otras nacionalidades (lo más probable).
Sorrentino es –más allá de las sabrosas pastas de ese nombre– sustantivo y adjetivo gentilicio que significa “oriundo de, o nacido en, Sorrento”, hermosísimo municipio napolitano de alrededor de 17.000 habitantes.
El apellido de mi madre es Susella. No he logrado saber cuál es su significado, pero sí he averiguado que, en la provincia de Pavía (Lombardía), existe una diminuta comuna (algo más de 200 habitantes) llamada Rocca Susella. La signora Wikipedia me informa que la forma Susella proviene de Susàla en dialetto oltrepadano. Eso es todo lo que sé.
A su vez, el apellido de mi abuela materna es Caputi, apellido (plural de Caputo) peyorativo: “Capone y Caputo pueden denominar tanto a quien tenga ‘cabeza grande’ como al ‘testarudo; duro de entendederas’”. (2) De modo que aquí no caben dudas: algunos de mis antepasados fueron cabezones en cualquiera de ambas acepciones negativas: de “cabeza grande” o de “cabeza dura”.
En función de premio consuelo contra tan deprimentes noticias para mi testa, consigno que el apellido materno de mi padre es Sofia, lo cual me eleva, espero que merecidamente, a las alturas de la helénica sabiduría.
Apellidos descriptivos, irónicos y despectivos
Además de los abundantes referidos a profesiones, oficios o dignidades (Avogadro, Podestà, Conte, Mastro, Vaccaro, Muratore, Almirante, Pastore, Prete, Sarto, Giudice, etc., etc.), muchos apellidos describen alguna característica física o psíquica: Allegri, Basso, Grasso, Rosso, Bono, Biondo, Calvi, Gobbo, etc.
El DRAE define con estas palabras la ironía: “Expresión que da a entender algo contrario o diferente de lo que se dice, generalmente como burla disimulada”. Y, en efecto, hay muchos apellidos irónicos. Es muy posible que Bellomo no se haya aplicado a un hombre bello sino a un hombre feo. Lo mismo ocurre con Bellocchi, con Bellagamba, con Benvestiti o con tantísimos que el lector advertirá fácilmente.
Otros son directamente despectivos, como el ya nombrado Caputi, o, por ejemplo, Gambatorta, Malvestiti, Boccanera, Boccafusca…
Cuentecito ad hoc
Recordemos que los miembros de nuestra Primera Junta de Gobierno Patrio eran nueve. Pues bien, en 1810 el 33,33 % de ese conjunto correspondía a tres integrantes de apellido italiano: Manuel Alberti, Manuel Belgrano y Juan José Castelli.
Entonces, sería lícito relacionar todas estas informaciones con cierto cuentecito que he oído más de una vez. Pero que, ahora, relataré a mi manera:
Cuando los jóvenes Juan Manuel Giusti y Marcela Alejandra D’Alessandro realizaron su primer viaje a Europa, tuvieron necesidad, en un hotel de Milán, de solicitar la guía telefónica. Al hacer correr las páginas, Marce, encantada, exclamó: “¡Oh, en Italia casi todos los apellidos son argentinos!”, a lo que Juanma, sonriente, contestó: “Y sí: estos tanos son afortunados”.
(1) Ernesto Sábato escribió: “Y los celos de Meneca Apicciafuoco, alias Diana Ferrer, que ni piensa largar al denominado Mastronicola” (esta vez con una sola ‘p’ y dos ‘c’). En: Sobre héroes y tumbas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, Colección Piragua, 2.ª ed., 1965, pág. 167.
(2) Capone e Caputo possono denominare sia chi ha la “testa grossa” sia uno che è “testardo; duro a capire”. En: Dizionario dei cognomi italiani, de Emidio De Felice, Milán, Arnoldo Mondadori Editore, 1978, pág. 93.
PUBLICADO EN PERIÓDICO "LA COMUNA DE VILLA REGINA".
- https://www.laprensa.com.ar/513237-Sobre-italicos-apellidos.note.aspx
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