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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

viernes, mayo 01, 2020

Comandante Manuel Prado (1863-1932), militar y escritor argentino, conocido por sus obras “Guerra al malón” y “La conquista de la pampa”.

Comandante
Manuel Prado.

Comandante Manuel Prado (1863-1932), militar y escritor argentino, conocido por sus obras “Guerra al malón” y “La conquista de la pampa”.



A los 11 años de edad ingresó al Colegio Militar de Buenos Aires, y ya en 1877 pasó a formar parte efectiva del Ejército Argentino. Iniciada, ese mismo año, la Conquista del desierto ideada por Julio Argentino Roca, se incorporó al Tercer Regimiento de Caballería y participó de los ataques dirigidos por Conrado Villegas desde Trenque Lauquen hasta Choele Choel (1879).

En 1883 se retiró durante un año del ejército. Fue ascendiendo hasta alcanzar el grado de teniente coronel y llegó a ocupar algunos cargos en la Junta Superior de Guerra y en el Estado Mayor.

Desde 1891 escribió algunos artículo que se publicaron en los periódicos “La Nación”, “El Diario” y “El Tribuno”. Tras más de 21 años de servicio militar se le concedió su retiro en 1899.

En 1907 publicó su libro “Guerra al malón”.

Falleció en Rosario, el 7 de mayo de 1932.

* Fuente  de información: Wikipedia.


ARGENTINA: LA VIDA DE FRONTERA HACIA 1875.
Es necesario recordar lo que era hacia 1875 la vida de frontera, en un cuerpo de caballería, para darse cuenta de lo que importaba ingresar al Ejército con aquel destino y en la más subalterna de las clases. TODO ERA MALO, ÁSPERO E INGRATO. Los cuarteles -algún nombre hay que dar al sitio donde las tropas se reunían- eran pocilgas infectas, miserables rancherías construidas con adobe o tierra apisonada, sin abrigo, húmedas, tétricas, oscuras, con más apariencia de tapera que de humanas viviendas. El racionamiento solía reducirse a una piltrafa de carne flaca , negra, que se aderezaba calentándola, más que asándola, sobre el rescoldo de los fogones alimentándolos con estiércol. Los víveres, ocho onzas de galleta, dos de arroz y media de sal por día y por cabeza, eran artículos de lujo que llegaban tarde, mermados, y de espantosa calidad a veces.


Solía hablarse de una ración de vicios de entretenimientos, compuesta de yerba, tabaco, jabón y papel de fumar; pero se daba el caso de que durante largas e interminables temporadas, LA YERBA ERA REEMPLAZADA POR EL TÉ PAMPA O EL TOMILLO, y la picadura del naco brasileño por el chamico de los campos.
EL VESTUARIO, que a falta de alojamiento y por excesos de la lluvia y del frío podía ser, cuando menos, abrigado, se reducía a un traje de brin que solía llegar, cuando llegaba, en lo más crudo del invierno, o de paño burdo para seis veranos; de un poncho para diversas temporadas; de dos camisas y dos calzoncillos para toda la vida; de un par de botas y un kepi.
POR LO QUE AL SUELDO SE REFIERE, el haber de un soldado era, en principio, de seis pesos mensuales, pero, en realidad, no se cobraba sino a razón de un mes cada dos años.
Bien es cierto que, después de no pagarse, no vestirse ni dar de comer a las tropas, para hacer frente a los compromisos de honor que pesaban, en materia de finanzas, sobre la República, dijo el presidente Avellaneda aquella frase hermosa y elocuente que el tiempo va borrando de la memoria del país: «AHORREMOS CON EL HAMBRE DEL EJÉRCITO». En cambio, ese Ejército impago y sin raciones, desnudo y sin cuarteles, iba, paso a paso, conquistando la pampa, en lucha cruel y heroica con el indio y el desierto.
Comandante Manuel Prado.

Manuel Prado.


Fue nuestro primer historiador. Lo descubrió otro gran investigador e historiador de Trenque Lauquen, don José Francisco Mayo.  En sus trabajos de investigación sobre los orígenes de nuestra ciudad, don “Pepe” Mayo señalaba: “La humanidad guardó el recuerdo de la legendaria ciudad de Troya (Siglo XII a. de C.) por un libro: “La Ilíada”, en el que el poeta griego Homero narra un episodio militar en torno a ella acaecido y gracias a cuyo texto le fue posible hallarla a antropólogos e investigadores”.

Es posible, de este modo que un día Trenque Lauquen viva también en la memoria de los hombres del año 4986 (d. de C.) gracias a otro libro: “La Guerra al Malón” del Comandante Manuel Prado, que narra las venturas y desventuras de un niño soldado en el Campamento de Frontera de 1876.

Su autor (don Manuel Prado), que terminó su carrera militar como Teniente Coronel; fue presentado por su padre a las autoridades militares y con ese acto se abren esas pocas páginas, unas más del centenar, que encierran la vida no sólo del Campamento de Frontera Norte Trenque Lauquen de aquellos días, sino también el heroísmo luminoso de esa gesta y las sombras que siguieron a las Campañas al Desierto.

La trama del relato es simple, con escenas cotidianas protagonizadas por un Soldado frente al “desierto” que quedaron grabadas en el recuerdo de un adolescente, envuelto en un torbellino de episodios de los que sólo sobreviven los fuertes, y cuya narración no se hace aquí para no privar al lector del deleite de descubrirlos con la amena lectura de su texto, que no debiera ser ignorado por ningún trenquelauquenche.

Don José Francisco Mayo, señalaba una propuesta: “si las finanzas municipales lo permitieran editar para entregarlo, en el Registro Civil, junto con la partida de nacimiento”.

Había nacido “Manuelito” Prado en Buenos Aires el 8 de julio de 1863.  Fue llevado por su padre al Colegio Militar, el 23 de noviembre de 1874, cuando tenía sólo once años. ¡Once años y ya expedicionario al Desierto!.  Nos han quedado sus notas, en el citado Colegio, por las que sabemos era bueno en Lectura, Aritmética y Dictado; regular en Caligrafía, pero se ignora su desempeño en las otras materias de estudio.

A los 14 años, el 25 de julio de 1877, presentó su solicitud para incorporarse al Regimiento 3º de Caballería de Línea, siendo dado de alta como Aspirante O. S. ese mismo mes; de acuerdo a lo que señala su foja de servicio.

El protagonista en su obra cuenta: “…cuando ingresé en el Ejército, allá por 1877…”; y, de ese acto arranca la vida del muchacho que por dos años vive en estas calles de Trenque Lauquen a la que conoció como Campamento y Comandancia de Frontera.

En 1879 formó parte del Regimiento 3º de Caballería, durante la marcha al Río Negro, cuyas jornadas recuerda en otro libro: “La conquista de la Pampa”.  En esta obra lo vemos actuar en Choele Choel y Salinas Grandes.  Su foja de servicio señala que actuó en la Revolución de 1880 en Puente Maldonado, Belgrano y más tarde en Goya, Corrientes.

La expedición de los “Andes al Sur de la Patagonia” lo cuenta entre quienes se aventuraron por las cumbres sureñas y figura en Ñorquín con el grado de Alférez y fue dado de baja en 1883.  Al año siguiente, noviembre de 1884, es incorporado en el Regimiento 1º de Caballería de Línea, intervino en la zona de General Acha (La Pampa) durante varios años.

Ascendió sucesivamente a Teniente 2º en 1885 y a Teniente 1º en 1888, grado con que se incorpora al Estado Mayor, a la Junta Superior de Guerra (1893) y a la Intendencia de Guerra (1897).

Fueron requeridos sus servicios, posteriormente, para actuar con el Regimiento 1º de Línea en La Rioja; y tuvo otra intervención con la División de los Andes (1897) con motivo de movimientos internos del país.

Manuel Prado estuvo 10 años, 1 mes y 2 días en campaña; 10 años, 8 meses y 24 días en guarnición; que totalizan, de acuerdo al cómputo legal, 31 años, 6 meses y 20 días de servicios.

La actuación como expedicionario al desierto le fue reconocida por el Gobierno el 7 de mayo de 1917, en mérito a su desempeño hasta junio de 1880, con el Regimiento 3º en el Río Negro.

Su fallecimiento, el 7 de mayo de 1932, cerró una vida que parcialmente transcurrió entre nosotros y de la que ha quedado como luminosa estela este libro de memorias, “La Guerra al Malón”, clásico de la literatura militar Argentina.

Fuente
Archivo Museo Campañas al Desierto – Municipalidad de Trenque Lauquen.
Cabeza Miró, Patricia -  “Un Titán del Desierto”, Recopilación trabajos de José F. Mayo- Año 2003, Derechos de Autor Expte. Nº 552553.  Ed. H. C. D. Pcia de Buenos Aires.

Fuente de información:  www.revisionistas.com.ar

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