El populismo y los rostros de proteo de Alberto Fernández.
Por Orlando Litta
Fundación LibreMente, San Nicolás
“Proteo, Dios del mar, pastor de las manadas de focas”
En el año 2013 escribí una nota titulada “¿La Razón Populista K tiene lógica?”. Me basaba para el análisis y responde de tal interrogante en la obra de quien fuera mentor y diera respaldo intelectual al populismo K, “La Razón Populista” de Ernesto Laclau.
Allí argumenté el por qué no tiene lógica en relación a los parámetros silogísticos que tiene un sistema republicano democrático o de monarquías parlamentarias.
Ahora bien, en este libelo trataré la nueva versión populista K a través de la personalidad y modo de ejercer el poder que tiene nuestro presidente, cambiando y falseando sus dichos y acciones. Esa modalidad cambiante me llevó a pensar en la figura de Proteo, personaje de la mitología griega, dios del mar pastor de las manadas de focas que podía transformarse, por ejemplo, en algún animal, en fuego, en árbol, o en cualquier cosa para evitar que lo capturen cada vez que se buscaba su palabra profética. Esta caracterización sirvió al diccionario de la RAE para darle un significado a Proteo como hombre que cambia frecuentemente de opiniones y afectos.
El populismo K construye y persigue siempre un enemigo circunstancial o permanente resolviendo la confrontación haciendo el traje de las políticas públicas a su medida. Las ideas, el vocabulario y las acciones las modifica de una manera tal que no es compatible con la realidad objetiva. Altera el traje conforme a la hechura de su propia conveniencia, haciéndonos creer que es la conveniencia del pueblo. Siguiendo a la mitología griega actúa como en la leyenda de “El lecho de Procusto”. La desmesura, o sea la pérdida de la medida de sus ideas, palabras y acciones, es una conducta que recurrentemente le es útil para continuar en un escenario de lucha constante con el enemigo creado.
Si observamos la historia política de Alberto Fernández (archivos), con sus ideas, dichos y acciones cambiantes, fácilmente concluiremos que compararlo con los rostros de Proteo es apropiado. Sus contradicciones y cinismo lo confirman como un Proteo modelo siglo XXI.
Proteo Fernández, deforma la realidad de los hechos y del derecho, cultivando resentimientos, manipulando emociones, tratando de fabricar un armado legal complejo de normas y reglamentaciones contrarios a la Constitución; todo ello con el fin de hacer creer al pueblo que está en el rumbo del ideal de la justicia social.
Proteo Fernández elude los problemas reales pretendiendo dar la impresión de haberlos solucionado con dádivas, las cuales fueron obtenidas mediante saqueos sacrificando a los contribuyentes bajo el terrorismo fiscal y la emisión monetaria.
Proteo Fernández, en ocasiones es compulsivo y soberbio, falto de escrúpulos; carácter que demuestra cuando su jefa faraónica (vicepresidente del país) y sus dirigentes adláteres se inquietan con alguna situación que haga peligrar la ansiada impunidad de la temible superiora.
Proteo Fernández ejerce el poder representando a un partido político que se convirtió en un instrumento amorfo, que solo se inclina con connotaciones de fervor religioso dogmático y sin reflexionar, ante la voluntad unipersonal de su jefa.
El grave problema que incrustó el populismo es que varias generaciones se formaron y se forman en un ámbito cultural y educativo colectivista, teniendo al Estado como un Dios generoso que nunca acabará de satisfacer las necesidades humanas. Por lo tanto, están desacostumbradas a las prácticas del esfuerzo y a valerse de la razón crítica.
En el lado opuesto tenemos a una ciudadanía que se va sintiendo impotente para reaccionar ante semejante flagelo, se va tornando vacilante y temerosa. Está desencantada, pierde fuerzas y la abulia la va cooptando. Son individuos que van atrofiando su cerebro, paralizando sus iniciativas privadas ante el avance avasallador del Estado populista K. La frustración es un estado de ánimo que los invade. Los celos y envidias nublan a muchos de ellos; no pudiendo lograr organizar definitivamente una sólida agrupación política republicana que sea defensora acérrima de la Constitución Nacional.
Esta actitud desordenada y un tanto pasiva de la generalidad de los opositores al populismo K, pone en evidencia que se minimiza y/o desdeña el peligro que acecha a las instituciones republicanas y a la democracia.
Ante este marco sociopolítico que vive el país, la herida que tiene se agudiza en su intoxicación y descomposición del tejido social. Ergo, continuaremos esperando la salvación de un político providencial que nos saque de la sensación de vacío que nos hostiga y que ha sido fomentada por nosotros. Es decir, profundizaremos nuestro patético emocionalismo que solo le suma al populismo.
Tenemos un país con dos versiones y visiones diametralmente diferentes en cuanto a cómo se organiza la sociedad en su contrato social con el Estado. Son dos modos de interpretación de las políticas públicas, dos maneras distintas de entender la ética, dos conceptos disímiles de percepción de la educación, dos concepciones divergentes sobre qué es ser un individuo libre ante la fuerza que pretende aplicar el Estado sobre él, son dos extremos bien distantes sobre lo que significa la limitación del poder estatal.
En esa diversidad enfermiza, hemos desarrollado una ambigüedad que desorienta al resto de los países cada vez que tenemos que asumir una posición ante circunstancias internacionales de distinta índole, resultando un país imprevisible. Las naciones se preguntan cuándo necesitan saber nuestra postura, con cuál Argentina deberán tratar, la del populismo dogmático o la de los republicanos temerosos y adormecidos.
Ansío, sin lógica alguna que otorgue sustento al deseo, que la mutabilidad de Proteo Fernández deje de encargarse de apacentar los rebaños de focas. También anhelo que su metamorfosis sea vencida, tal como le ocurrió a Proteo con Menelao en la mitología griega.
El autor es abogado y presidente de la Fundación LibreMente de la Ciudad de San Nicolás, Buenos Aires, Argentina.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.