Insólito: los promotores del aborto hoy se muestran alarmados por el derrumbe de la natalidad.
Emmanuel Macron felicitó a Alberto Fernández por la legalización, justo cuando un miembro de su gobierno pedía un “pacto demográfico” para “salvar” a Francia, y en Argentina sectores afines al oficialismo advertían, no sin cinismo, que en el mundo actual cada nacimiento es una bendición.
Argentina acaba de reglamentar su ya escandalosamente permisiva Ley de Aborto en términos que atacan la objeción de conciencia, autorizan esa “práctica” sin fecha límite de gestación -con la excusa de la salud “integral”- y permiten que niñas desde los 13 años vayan a abortar por su cuenta.
La legalización del aborto vino enmarcada en un espíritu antinatalista: el embarazo como enfermedad o maldición es la línea que baja desde todo el aparato del Estado en los últimos años, en un país semidesierto, que no honra el legado del inspirador de su Constitución -”gobernar es poblar”-, y cuya clase dirigente ignora los desafíos geopolíticos a los cuales se enfrenta y se enfrentará el país. Difícil esperar otra cosa de políticos y gobernantes cuyo horizonte son las próximas PASO…
Recientemente, desde el mismo sector que le dijo a Alberto Fernández que no había antecedentes que demostraran que Perón se oponía al aborto, ahora le advierten que por primera vez en su historia la Argentina tuvo una tasa de migración neta negativa: llegaron 46.000 personas y se fueron 50.000; dato que debería desvelar a un gobierno que se dice mercadointernista.
El contexto de este dato es un derrumbe generalizado de la natalidad en el planeta -con la sola excepción del África-, al que nuestro país no escapa, y que lleva a quienes se postulan como la conciencia crítica de este Gobierno a advertirle al Presidente que tanto en Argentina como en el resto del mundo, cada nacimiento o inmigración es “una bendición”...
Más cinismo imposible. Son los mismos entusiastas voceros del aborto, los mismos que le mintieron al Presidente -que es católico, pero abortista, peronista, pero antinatalista, o sea, no es nada en términos sólidos- para calmar eventuales escrúpulos en promover una de las leyes de aborto más permisivas del mundo: sobran las pruebas de que Perón y Evita estuvieron en contra del aborto.
A los progresistas les encanta la palabra “performativo”. Es la excusa con la cual promueven el lenguaje falsamente inclusivo. Un enunciado performativo es aquel que no sólo describe o nombra algo sino que promueve su realización.
Pues bien, toda Ley es performativa, puesto que habilita y por lo tanto promueve aquello que autoriza o, caso contrario, condena y disuade aquello que prohíbe.
La Ley 27610 no sólo legaliza el aborto: también lo promueve, al desligarlo de toda reflexión moral, de toda instancia de disuasión -la única información que se puede brindar a quien viene a abortar son los métodos para hacerlo- y de toda precaución en cuanto a la edad de gestación o a la “reincidencia”. Una mujer puede abortar todas las veces que se le dé la gana.
Esto convierte al aborto en el método anticonceptivo de última instancia; un reaseguro, que tendrá por efecto relajar los cuidados. Total, si sucede lo indeseado, hay una solución fácil.
La Ley facilita y banaliza el aborto, y por lo tanto tendrá efectos sobre una natalidad ya declinante en la Argentina.
En Europa, hace varios que varios países exhiben cifras que están por debajo de la tasa de reemplazo, o sea, del número de nacimientos necesarios para que una población se mantenga estable, que es de 2,1 hijos por mujer. Francia, que hasta hace poco era una excepción, gracias a una política estatal activa, ahora se asoma también a ese abismo. Por eso la felicitación de Macron a Fernández es doblemente inentendible: raro interés en asuntos internos de otro país que nada hacen a la agenda bilateral y contradicción con la preocupación expresada por un funcionario suyo.
François Bayrou, Alto Comisionado para la Planificación, pidió hace pocos días un “pacto nacional por la demografía” para salvar al modelo social francés. “Asegurar nuestro porvenir demográfico [pasa por] dos vías: tener más niños o acoger más personas de otros países”, dice este referente político de centro. “Francia deberá jugar con esas dos palancas en proporciones razonables para garantizar la cohesión nacional”. Bayrou recuerda que el modelo social francés reposa “en la solidaridad entre las generaciones”, especialmente a través del sistema de jubilaciones, y propone reforzar “la política familiar”, como el apoyo a la primera infancia, porque ésta “sostiene la natalidad”.
En Argentina, a la tasa negativa de migración, se suma una brusca caída de la fecundidad en los últimos 5 años. Así lo advirtió la licenciada Mónica del Río en Notivida: “Nuestro país cae por debajo del nivel de reemplazo poblacional. Los resultados de las políticas antinatalistas implementadas en los últimos años pronostican un ‘invierno demográfico’.(...) La tasa de natalidad -que se había mantenido más o menos estable en los 20 años previos- comenzó a descender abruptamente a partir del 2014”.
Coincide con el momento en que, con el eufemismo de “salud reproductiva” se empezó a difundir de modo activo la prevención de los embarazos. “La cantidad de nacimientos disminuyó casi un 20% entre el 2014 (777.012) y el 2019 (625.441) [y] la cantidad de hijos por mujer que en 2014 superaba los 2,32 cayó casi un 22% (1.81). Es decir, está por debajo del nivel de reemplazo poblacional (2,1)”, dice Del Río.
Recuerda que en 2014 -gestión de Cristina Kirchner-, el Ministerio de Salud incorporó “el implante subdérmico, un anticonceptivo de larga duración” para mujeres de 25 años, a la canasta de medicamentos del programa Remediar. Un año después, el mismo Ministerio, con el “apoyo técnico” de la filial local de la IPPF, redactó el Protocolo de aborto “no punible”. Una legalización apenas disimulada.
“En 2017, el gobierno de Cambiemos implementó el Plan ENIA para reducir el embarazo adolescente” -anticoncepción y aborto-, sigue diciendo Del Río en su informe; dato que recuerda que en estos temas estratégicos hubo una gran coincidencia a ambos lados de la grieta.
En 2018, la ANMAT aprobó el uso del misoprostol como abortivo. Sin resignarse a la derrota sufrida ese año por el proyecto de legalización, el Presidente volvió a la carga y forzó la aprobación con falsas promesas de morigeración.
Un ex senador -que como Alberto Fernández es católico, pero abortista, peronista, pero antinatalista- criticó la AUH porque fomenta los nacimientos y la inmigración. Tiene razón. Pero es increíble que un dirigente argentino se oponga a que nazcan argentinos o a que originarios de otros países vengan a radicarse al nuestro. Así se formó la Nación.
Cristina Kirchner extendió la AUH a las embarazadas con argumentos pro vida y creó el plan Cunita. Eso vuelve más incomprensible aun la voltereta que dio en 2018; su cambio de posición sobre el aborto fue clave. ¿O Alberto Fernández se hubiera atrevido a promover la legalización sin ese visto bueno?
El último estadista que incorporó la demografía a su horizonte de acción fue Juan Domingo Perón en su tercera presidencia. Ayuda memoria para los asesores de Alberto Fernández, que le dijeron que no había existido tal cosa: en el Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional presentado en diciembre de 1973, se incluían medidas para aumentar la fecundidad, reducir la mortalidad y fomentar la inmigración.
Se advertía además acerca de las “serias consecuencias sociales (del envejecimiento de la estructura poblacional) en lo referente a la vitalidad del país y a las perspectivas para su futuro” y sus “graves consecuencias económicas, que se reflejan en la excesiva proporción de población pasiva con respecto a la activa”.
En una entrevista reciente, Alberto Fernández se refirió al tema, como un comentarista y no como un gobernante que debe imaginar soluciones. “Hace 30 años teníamos que mantener a una persona hasta los 70 y ahora la tenemos que mantener hasta los 80 y pico y trabaja menos gente”, dijo el Presidente. “Eso tiene consecuencias económicas tremendas”, advirtió.
Es curioso que no se sienta interpelado por el tema. Al revés, profundiza el antinatalismo como si una cosa no tuviera nada que ver con la otra. Teniendo la posibilidad de morigerar la Ley de aborto, avaló una reglamentación que profundiza sus aspectos más aberrantes.
La Argentina sigue siendo un país despoblado y desequilibrado en su desarrollo. Sin embargo, y aunque la historia desmintió a Malthus una y otra vez, muchos siguen razonando como si más población implicase sólo más problemas y no más potencial. En la inmensa mayoría de los países el mercado interno representa la parte más importante del PBI; en la Argentina es el 85 por ciento.
EUGENESIA SOCIAL.
Sin embargo, el kirchnerismo, que jura por el mercado interno, promueve la eugenesia social, como lo demuestra este párrafo de la reglamentación de la ley: “Es posible identificar una serie de situaciones relacionadas con factores de vulnerabilidad social que pueden hacer que un embarazo ponga en riesgo la salud de la persona gestante”. O sea, a las madres pobres, el gobierno les ofrecerá un aborto antes que apoyo durante su embarazo.
El “invierno demográfico” en el cual se está internando la Argentina sin que se inmute su dirigencia tiene consecuencias humanas, sociales y políticas que enumeró el célebre demógrafo francés Alfred Sauvy: interrupción de la transmisión de saberes, debilitamiento de los lazos sociales, desigualdades crecientes, dominio por parte de la fracción más vieja y más conservadora de la población, ausencia de perspectiva de porvenir, morosidad y falta de apetencia por la vida, prevalencia de la renta por sobre el trabajo y preferencia por el ahorro especulativo en detrimento de la inversión productiva.
Recientemente, el New York Times, diario en el cual Amnesty International publicó en agosto de 2018 la imagen de una percha sobre fondo verde para incitar al Senado argentino a aprobar el aborto, advierte ahora sobre el derrumbe del índice de natalidad incluso en China e India, hasta hace poco caracterizados por su sobrepoblación, y en Europa, donde Italia cierra salas de maternidad y Alemania demuele casas vacías. Los demógrafos, que se cansaron de hacer pronósticos alarmistas sobre la bomba demográfica, ahora predicen que en la segunda mitad del siglo la población mundial entrará en un declive sostenido.
La inversión de la pirámide poblacional es uno de los resultados posibles, dice el diario, con más personas en la franja de mayor edad y menos en la de niños y jóvenes, algo que, como dice Bayrou de Francia, puede poner en crisis toda la organización social. “Habrá que pensar en gobiernos que desembolsen enormes incentivos económicos a los inmigrantes y a las madres de muchos niños. O una economía de changas, llena de abuelos y de publicidades ensalzando la procreación.” Y citan al papa Francisco que recientemente dijo que el “invierno demográfico” sigue siendo “oscuro y frío”.
Oportuno el momento elegido por Alberto Fernández para promover -y con carácter de urgencia- una ley que desincentiva la procreación y alienta a desembarazarse -nunca mejor dicho- de lo que es presentado como una carga e incluso una epidemia más grave que el Covid, considerando que priorizó la legalización del aborto por sobre el combate al coronavirus con los resultados a la vista.
“Cada nacimiento es una bendición”, le dicen ahora desde adentro a Alberto Fernández y desde afuera le advierten acerca del sombrío panorama que espera a los países cuya demografía declina. En ambos casos, son los mismos que lo incitaron a promover el aborto.
En 1974, Perón propuso como meta llegar a los 50 millones de habitantes en el año 2000. Es evidente que la interrupción de la transmisión de saberes de la que hablaba Sauvy ya está operando entre nosotros, puesto que gobernantes que se dicen patriotas son incapaces de inscribirse en la línea del pensamiento estratégico de quienes construyeron la Argentina y se dejan doblegar como juncos por mandatos ajenos a los intereses del país.
Y no se podrá pensar en la reconstrucción de la Argentina sin el surgimiento de una nueva dirigencia dispuesta a darle jerarquía institucional a la vida como el primero de los derechos de la persona humana.
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