La mayoría de lo que creemos es falso.
Vivimos creyendo cosas que no existen y actuamos en base a esa información. Si sacamos de contexto una información podemos decir cualquier cosa, por lo general errónea.
Casi todas las creencias que circulan en el espacio público son falaces, están basadas en errores y suelen estar fuera de todo contexto. Podríamos tomar casi toda frase popular que hemos escuchado en los últimos diez años y al confrontarlas con los datos o ponerla en contexto comprobaríamos que es falsa o esencialmente errónea, aunque contenga una pizca de verdad. Vivimos creyendo cosas que no existen y actuamos en base a esa información. Eso no es algo propio de los argentinos, sino que sucede en todo el planeta.
Hay dos frases muy populares en el siglo XXI. Una de ellas dice: “Jamás hubo tantos pobres como ahora”. La otra frase dice: “Las 50 personas más ricas del mundo tienen más dinero que la mitad de la población mundial más pobre; jamás hubo tanta desigualdad”. Aunque ambas frases se apoyan entre sí no dicen lo mismo y los debates a los que dan lugar tampoco son iguales, aunque pertenecen al mismo campo semántico y político (por lo general expresan un punto de vista de izquierda).
Veamos la primera frase: “Jamás hubo tantos pobres como ahora”. Es parcialmente cierta. Las Naciones Unidas califican como pobres a las personas que no tienen acceso a una comida diaria necesaria para vivir (es una definición distinta de pobreza que la que hace el INDEC argentino, y se asemeja a lo este organismo nacional designa como “indigencia”). Si tomamos las cifras pre-pandemia de pobreza (en término de la ONU), veremos que hay unos 690 millones. No es la cifra de indigentes más alta de la historia (hacia 1820 había unos 920 millones de indigentes), pero es una cifra muy alta y conmociona.
Pero si la comparamos con el total de la población que había en 1820 y la que hay ahora, la proporción de gente que no tiene lo básico para comer dignamente ha disminuido radicalmente. En 1820 había 1000 millones de personas en total y el 92% era indigente (una proporción tremenda: solo el 8% de la población mundial comía bien todos los días). Ahora somos casi 8000 millones y el total de indigentes significan un 8% del total (es decir ahora el 92% de la humanidad come dignamente). Las proporciones se invirtieron.
Nos parece horrible que haya aun millones de personas que no tengan lo necesario para comer todos los días (más aun cuando hay suficientes alimentos para que eso no suceda), pero en dos siglos la humanidad ha progresado muchísimo en la eliminación de la indigencia extrema: pasamos de un 92% a un 8% de indigentes. Es algo excelente y deberíamos alegrarnos de haberlo logrado. Pero la creencia masiva es que la pobreza aumenta por doquier y que nunca hemos visto tanta como ahora.
Veamos la otra frase: “Unos pocos ricos tienen tanto dinero como la mitad de la población mundial y eso marca que nunca hubo tanta desigualdad”. Otra vez la frase es parcialmente cierta y esencialmente falsa. Es cierto que la fortuna patrimonial de los 50 más ricos son tantos billones de dólares y esa cantidad equivale a la que poseen unos 4000 millones de personas pobres. Pero antes los más ricos tenían mucha mayor proporción del total. Sin ir más lejos: en 1910, David Rockefeller poseía él solo casi el 3% del PBI del planeta (lo que era un poco más del PBI argentino de entonces, que era el 5º país más rico del mundo). Nunca jamás desde entonces nadie tuvo tal proporción de riqueza en sus manos.
Esa frase además de falsa esconde una idea práctica que es aun más falsa: si le quitáramos todo el dinero (o gran parte de él) a tan solo esas 50 personas y lo repartiéramos con los 4000 millones de más pobres se acabaría la pobreza.
Pero esos ricos no tienen dinero en efectivo escondido en sus casas: tienen acciones, bonos y bienes intangibles que si los liquidáramos todos de golpe para darle dinero a los pobres valdrían nada.
Así no funciona la economía.
Son ricos porque dirigen empresas que están produciendo bienes y servicios que todos queremos consumir. Si liquidamos esas empresas vendiendo sus acciones -¿quién las compraría?- no habría dinero para repartir ni bienes ni servicios para nadie.
Podríamos tomar decenas o cientos de frases similares que expresan creencias muy difundidas. Lo importante es comprender que si sacamos de contexto una información podemos decir cualquier cosa, por lo general falsa o errónea.
La mayorías de las creencias más populares está conformada de esta manera. Por eso es tan importante tener pensamiento crítico.
Sin pensamiento crítico, que ponga toda creencia en perspectiva y en contexto, las decisiones que basemos en esas ideas serán falacias que nos harán errar tanto en nuestra vida privada como en nuestras decisiones políticas, esas que comprometen al conjunto de la sociedad y al futuro de nuestros seres queridos.
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La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.