Una mirada a un buen papado. Por Eduardo de la Serna.
Cuando Jorge Mario Bergoglio (JMB) fue elegido Papa, obispo de Roma en 2013 yo estaba en Bogotá. Con los curas con los que vivía subimos al televisor cuando avisaron que se abrirían las puertas y se escucharía el famoso “habemus Papam”. Ciertamente me sorprendió… lo tenía como una lejana posibilidad, pero no figuraba entre los “papabiles”. Al día siguiente, en la facultad, decenas de profesores me apabullaron a preguntas sobre el “argentino”…
Antes de la elección de Francisco.
Y, por eso, para empezar, quiero señalar que personalmente, sólo lo vi dos veces, en sendas misas por los 35 años del asesinato de Carlos Mugica. En ambas, solo lo saludé. En otra ocasión, me llamó por teléfono: en un grupo de curas en el que participaba, queríamos escuchar “su campana” por el tema de los jesuitas Jalics y Yorio ya que todos habíamos conocido ¡y querido! a Orlando y le preguntamos si nos podíamos encontrar con él para escucharlo. En la llamada me dijo que lo haría con todo gusto, pero que esperáramos un tiempo porque tenía muchas actividades. Y, finalmente, no concretamos el encuentro.
Y vaya, entonces, este punto de partida: él sabía que muchos (entre los que me cuento) conocíamos la versión de Orlando Yorio, y que la creíamos.
1.- Jalics – Yorio
Ambos eran jesuitas, y un grupo de cuatro de ellos habían ido a hacer una experiencia viviendo en comunidad en un barrio popular, muy cercano a la villa 1-11-14, en el bajo Flores. El 1975, el joven JMB fue elegido provincial de la compañía de Jesús (= jesuitas). Los tiempos eran turbios y violentos, y JMB quiso disolver la comunidad, aludiendo a lo peligroso que era. Enrique Rastellini aceptó, entonces, el traslado a Yuto, Jujuy, pero los otros tres, hicieron planteos. El tercero era Luis Dourron. El tema es extenso y no es acá el caso señalarlo, lo cierto es que los tres jesuitas estaban en trance de salir de la compañía para encardinarse (= inscribirse) en alguna diócesis para continuar su experiencia. Morón era la elegida. De hecho, como Luis Dourron era profesor en una escuela de esa diócesis, fue recibido allí y se trasladó a un barrio de Moreno, viviendo con el querido Pepe Piquillem. Pero en ese interim ocurrieron cosas a tener en cuenta. Y doy un paso para adelante para entender mejor. Meses después, un día que Dourron no estaba y Pepe había ido a visitar gente, al volver de noche en la bicicleta, ve su casa rodeada. Un joven le dice “vinieron a buscar a un cura” y Pepe salió volando y fue al obispado. Es la segunda vez, entre paréntesis, que Dourron se salvaba por no estar. Al llegar, el obispo Raspanti le dice a Pepe: “me habían dicho que antes de hacer algo con curas nos iban a avisar”. Y acá un tema… todo invita a pensar que la “católica” (sic) dictadura militar, para no tener conflicto con los obispos, no tocaba curas sin avisar antes (cosa que no ocurrió en todos los obispados, por cierto, como La Rioja lo confirma). Lo cierto es que al arzobispo de Buenos Aires “no le tocaron a nadie” de su diócesis [Marta Diana, entrevista a Pepe Piquillem, en Buscando el Reino, Buenos Aires, Planeta 2013, 187-196, 192-193]. No parece ajeno, entonces, a estos hechos que el arzobispo Aramburu, a fines de marzo de 1976, les retirara a las jesuitas las “licencias ministeriales”, es decir, no podían ejercer como curas en Buenos Aires. Popularmente, “les soltó la mano”. Entre paréntesis, el 23 de mayo, día de la desaparición de Jalics y Yorio, Aramburu estaba en Roma porque al día siguiente, sería nombrado cardenal por Pablo VI.
Pero todo el proceso de dejar la compañía de los tres curas fue conflictivo, y ellos interpretaron que también el provincial les había “soltado la mano”. El tema ha motivado ríos de tinta, y – por ejemplo – en la obra La Verdad los hará libres ocupa un espacio quizás desmesurado en relación a otros temas o casos (tomo I, pp. 606-630; tomo II, pp. 138-142; Buenos Aires: Planeta 2023), seguramente con la intención de exculpar al “ahora” pontífice.
Es evidente que, ya obispo de Roma, Francisco muchas veces tuvo que enfrentar el tema, como en las preguntas que le formularon en algunos de sus viajes (por ejemplo en 2023 en Hungría, tierra de Jalics), y como la película “Los dos papas” lo refiere (cito de memoria la charla de Francisco con Benito donde él dice que Jalics lo perdonó, pero Yorio no, o algo semejante). Es sabido que Francisco Jalics dijo que se había “reconciliado con aquellos momentos” (¿momentos?), que conservaba documentos y cuando se dio cuenta que eso era indicio de que no había perdonado, y los quemó (¿perdonado? ¿a quién?). Pero esto es inseparable de saber que Jalics era jesuita, y para los jesuitas la “obediencia” es un voto supremo (y el cuarto voto de fidelidad al Papa). Por tanto, es fácilmente imaginable que, elegido Francisco, es decir “Papa”, Jalics “debía” decir algo. En lo personal (y por lo tanto es totalmente opinable) debo confesar que le he creído – como ya dije, incluso a JMB – y sigo creyendo en la versión de Orlando Yorio acerca de estos terribles momentos. Simplemente creo que, más responsabilidad que el entonces provincial, tiene el entonces arzobispo de Buenos Aires (y la complicidad general de la Conferencia Episcopal Argentina, por cierto).
2.- Curas villeros.
Nadie ignora que, ya arzobispo de Buenos Aires, JMB dio una importante cabida a lo que ya antes eran conocidos como los “curas villeros”. Brevemente indico que este grupo ha pasado por tres etapas (como puede verse en el libro de Jorge Vernazza, Para comprender una vida con los pobres. Los curas villeros, Buenos Aires, Guadalupe 1989, dedicado, entre otros a Orlando Yorio). En un primer momento, un grupo de curas – entre los que se contaba Vernazza, precisamente – empezó a tener compromiso pastoral en villas miseria. Hubo varios que, por la misma época, empezaron a dirigir allí sus esfuerzos pastorales. Con el tiempo, empezó a formarse el “Equipo pastoral de villas de emergencia”, por ejemplo, organizando una peregrinación a Luján. En este grupo, además del mencionado Vernazza se contaban Rodolfo Ricciardelli, Daniel de la Sierra, Carlos Mugica, Pichi Meisegeier (jesuita), Miguel Valle y muchos otros, coordinados por Héctor Botán. Cuando la dictadura comenzó el plan de erradicación de las villas, algunos (como fue el caso de Valle, de la Sierra y Jorge Goñi) acompañaron a “su gente” con lo que dejaron de pertenecer a la arquidiócesis de Buenos Aires. Ahora bien, terminada la dictadura, un grupo de curas jóvenes (algunos ya desde su pasado como seminaristas) fueron a acompañar a los “curas villeros” que quedaban, dando origen a una segunda etapa. Hubo un grupo muy importante de curas, entonces, que, en tiempos del nuevo obispo, Antonio Quarraccino (1990-1998) fueron a las villas de Buenos Aires. En la parroquia Santa María Madre del Pueblo (en la villa 1-11-14) ellos y otros curas tenían reuniones mensuales de reflexión o esparcimiento. En 1998 asume JMB como nuevo arzobispo de Buenos Aires dando mucha atención a los “curas villeros”, incentivando a muchos a que decidieran dirigirse a esta pastoral en medio de los pobres. Comienza así una tercera etapa, seguramente más institucional. De hecho, en un reciente reportaje con el Gato Sylvestre, el Papa Francisco, cuando le pregunta por los curas villeros afirmó que en un principio estaban ideologizados, pero después no y los calificó de “personas grandes”. Todo indica que los supuestamente ideologizados serían los curas villeros anteriores a su llegada como arzobispo [https://www.youtube.com/watch?v=NK86Ptb_p3I, minuto 51]. Ciertamente pareciera referirse a muchos a los que yo considero grandes personas, como es el caso de Rodolfo Ricciardelli, Ernesto Narcisi, por ejemplo.
3.- Cercanía con los pobres.
Nada de esto pone en cuestión la cercanía que manifestó JMB con los pobres. Las villas, los cartoneros, las cárceles, los hospitales públicos, las plazas fueron ciertamente espacios en los que no dudó en hacerse presente. Y hacerse presente de verdad, no con impostura. No en vano los pobres de la ciudad de Buenos Aires se sintieron siempre abrazados por él, “estuvo en mi casa”, o “en mi barrio”, “me bendijo”, “abrazó a mi hijo/a” … La “cercanía”, especialmente para los pobres, ciertamente es un “sacramento”. Y muy importante.
4.- Sencillez de vida.
Siempre fue pública la sencillez con la que vivió. Tocaba al pueblo en lo cotidiano, desde su viaje en subte (= metro) hasta ir a los barrios por sus propios medios, estar en plazas o fiestas parroquiales. No necesitaba que le contaran lo que “la gente” vivía, sufría, celebraba… lo “sentía” por contacto. Y eso se manifestaba en sus iniciativas pastorales, y en sus palabras y sus gestos.
5.- Rol en Aparecida.
Es sabido que cuando fue la asamblea episcopal latinoamericana en Aparecida (2007) fue elegido como presidente de la “Comisión de redacción”. Algunos le han atribuido, por ello, un rol más importante que le que realmente tuvo, pero me quiero detener en un caso que yo considero importante y significativo. Por probable decisión del entonces presidente del CELAM, el cardenal chileno Francisco Errazuriz, la secretaría de todo la que se desarrollaba en la asamblea la tenía el grupo ultra derechista peruano, los “Sodalicios de vida cristiana”. La dinámica de la asamblea indicaba que habría 4 etapas en la redacción: la primera cada grupo presentaba lo que le parecía. En un segundo momento se daba forma a todo eso; se hacían comentarios, críticas y aportes y se hacía una segunda redacción, la tercera etapa. La cuarta – y definitiva – sólo debía tener, para avanzar, el aval de muchos presidentes de conferencias episcopales y los votos de los 2/3 de los presentes. Pues bien, cuando llega la segunda redacción había desaparecido lo referente a las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). Se argumentó que se iba a cambiar de lugar en la redacción y se traspapeló. Lo cierto es que – para reincorporarlo – no se juntaron esos 2/3 necesarios, pero, sin embargo, como presidente de la Comisión de Redacción, JMB logró incorporar lo sustraído. La sensación es que no pareciera que él fuera un admirador de las CEBs pero respetó lo que la asamblea había dicho y fue injustamente cortado. Respetó a la asamblea… (y una de las últimas cosas que hizo, ya salido del policlínico Gemelli en los últimos días, fue decretar la disolución de los Sodalicios en todas sus ramas).
6.- Grupos del episcopado claramente en contra.
También es sabido que, como arzobispo de Buenos Aires, y en la Conferencia Episcopal Argentina, JMB tuvo un importante grupo de obispos francamente adversarios. Incluso con denuncias ante la curia vaticana en su contra. Por ejemplo, cuenta Víctor “Tucho” Fernández, entonces rector de la Universidad Católica, que hubo un brindis por el último año de JMB cuando cumplió 74 años ya que, con la clara complicidad del entonces nuncio apostólico, Adriano Bernardini (2003 – 2011), esperaban poner “uno de los suyos” en Buenos Aires [Víctor Fernández, 24 de junio de 2013, cf. https://www.religiondigital.org/opinion/Victor-Manuel-Fernandez-preferencia-Bergoglio_0_1476752349.html]. Poco después de un año de esta “fiesta”, JMB fue elegido nuevo sucesor de Pedro.
7.- ¿Seguidor de la “teología del pueblo”?
Muchos, particularmente a partir de su papado, han destacado que JMB se nutrió de lo que se ha llamado “teología del pueblo”. Es sabido que Juan Carlos Scanonne, miembro de este grupo, fue profesor suyo, pero no es menos cierto que cuando viaja a Alemania para preparar su tesis doctoral en teología, su tesis iba a ser sobre Romano Guardini, es decir, nada que ver con la teología del pueblo. Pero, a su vez, también es cierto que él eligió presentar libros de Rafael Tello e incluso hizo sepultar a Lucio Gera en la catedral de Buenos Aires (ambos son los “padres” de la teología del pueblo”). Es probable que, cuando haya tenido una mayor responsabilidad pastoral, ya obispo, haya encontrado en la teología del pueblo una buena luz para su pensamiento y acción. No es menos cierto que esta teología, durante la presencia de López Trujillo y Quarraccino en el CELAM (y todavía un tiempo más con Castrillón y con López), se quiso presentar como contraria a la teología de la liberación (cosa a la que Scanonne no fue ajeno en un período). Decir que no hay “teología de la liberación” o “teología del pueblo” sino simplemente “teología” como hace Emilse Cuda me parece una simplificación y empobrecimiento innecesario. Sería como negar que hay teología tomista, o franciscana, o patrística… También es cierto que esta cercanía de JMB – luego Francisco – a la teología del pueblo lo hizo ser, más tarde, a su vez cercano a Gustavo Gutiérrez y también a otros teólogos latinoamericanos.
Elección papal.
Como ya señalé, estaba en Bogotá cuando el humo blanco avisaba que había nuevo papa. Cuando con voz temblorosa el cardenal dijo su nombre en latín tardé unos segundos en darme cuenta. Y, debo reconocerlo, mi primera reacción fue pensar: “lo logró”. Nadie duda que a JMB le gustaba el poder (¡y sabía ejercerlo!). Yo había escuchado a otro querido jesuita (que no lo quería, aclaro) decir: “¡este, hasta ser papa no para!). Y, ese día, recordé al buen Alfredo. Pero también tenía claro que – por lo que dije – su vida sencilla, su cercanía con los pobres, y – si se quiere – su mirada peronista, lo haría tener una actitud más pastoral y más humana que lo que vivimos (o padecimos) en los papados anteriores.
I.- Algunas sombras
Antes de señalar algunas cosas que percibo como sombras de su pontificado, obviamente quiero señalar dos aspectos importantes:
A.- Yo no sé cuánto realmente puede o no. Es fácil decir desde fuera que “debería haber hecho” o cosas por el estilo sin saber si realmente podía o no hacerla. A eso se lo ha llamado “correlación de fuerzas”. Es evidente que esos grupos de obispos adversos que tenía en Buenos Aires se multiplicaron notablemente. Qué eligiera vivir en Santa Marta y no en los palacios vaticanos pareciera ser una manera práctica de “evitar el tecito” que despidió a Juan Pablo I. Pero eso implica conocer que hay fuerzas contrarias que, en lo personal, no ignoro que existen, pero que no logro señalar. Y, por tanto, no es fácil saber si podría o no hacer algo (especialmente si se pretende que ese algo que se hace perdure, y no que sea “flor de un día”).
B.- Tampoco sé cuánto sabe… por ejemplo, para los nombramientos episcopales. Es evidente que para elegir obispos en diferentes países debe dejarse enseñar. Para eso están las nunciaturas (horrible institución, por cierto), o los obispos conocidos, por ejemplo. Pero, entonces, cuando debe elegir obispos en sedes vacantes, no es fácil acertar, si los informantes no dan buena información. El caso del obispo Barros en Chile fue ciertamente paradigmático; incluso el papa defendió a los informantes hasta que se percató de su error y hubo de tomar medidas drásticas.
Un poco diferente es lo ocurrido en el Episcopado argentino, que ciertamente conoce más y mejor… Pero, si bien – y ¿quién estaría en desacuerdo? – Francisco se manifestó firmemente en contra del “carrerismo” en los que aspiran a episcopados o mas aun…, por lo menos se ha de señalar que hay varios casos de obispos (o cardenales o cardenalables) que han hecho del carrerismo su modo de vida. En Argentina y no solo…
1.- El problema del feminismo.
En lo personal, creo que el Papa nunca entendió el feminismo, la teología feminista y la centralidad que debieran tener en la Iglesia las mujeres. Es cierto que un número interesante de mujeres han pasado a ocupar lugares importantes en la curia o instancias vaticanas. ¡Y debe celebrarse! Pero, cuando le preguntaron sobre temas feministas, respondió que es un tema que merece estudiarse bien, a lo que más de una teóloga excelsa le respondió que “hace décadas que lo venimos estudiando bien”…
Otro tema en esta misma dirección es el acceso de las mujeres a los ministerios ordenados. Sin duda Francisco, como todos, es hijo de su tiempo y tiene sus sensibilidades y estructuras, pero, quizás por ello, no abrió las puertas ni siquiera al tema del diaconado femenino, a pesar de sus claras raíces bíblicas y tradicionales. De nuevo la “correlación de fuerzas” quizás sea para tener en cuenta, pero ni siquiera cuando sínodos como el de la Amazonia lo propuso, abrió esas puertas. Es evidente, no debe ignorarse, que en el colegio episcopal este es un tema sensible, y basta con ver que cuando se planteó el tema en el pasado sínodo (2024) de pensar el diaconado femenino como una posibilidad (# 60) fue el que tuvo más votos negativos de todo el documento (258 positivos y 97 negativos). Lo cierto es que el tema del acceso de las mujeres a ministerios ordenados todavía es un debe de toda la Iglesia.
2.- La presencia de Benito XVI en las cercanías.
No puede negarse que la cercanía del obispo de Roma emérito era un problema. Tomar algunas medidas podía herir su sensibilidad, o, peor aún, alguno podía lograr que él pronunciara alguna voz en contra… El cardenal Sarah, por ejemplo, avanzó en ese sentido en temas litúrgicos; el secretario privado de Benito XVI, Georg Gänswein también. Francisco convivió desde 2013 hasta diciembre de 2022 con una sombra que, ciertamente no quiso manchar. Además, no faltaban los que los contraponían exaltando las innegables cualidades teológicas del alemán, desdeñando las innegables cualidades pastorales del argentino.
II.- Algunas luces.
Creo que hay una serie de cosas muy importantes del pontificado de Francisco que merecen ser destacadas. Me limito solamente a señalar algunas…
1.- Textos iluminadores.
Creo que Francisco escribió una serie de textos que marcaron rumbos. No es acá el caso de señalarlos, porque eso implicaría presentar sus temáticas y excede lo que nos proponemos. Pero sí, hemos de decirlo, textos que abrieron puertas y ventanas. No hubo textos de censuras y rigor, sino de propuestas, de invitaciones, de diálogo. Textos fundamentados, por cierto, como la Laudato Si, y su continuación en la Laudate Deum hincándole el diente al Cambio climático y el cuidado de la “casa común”. Otros más profundamente pastorales, muchos recogiendo lo que muchos episcopados sostenían, mostrando la necesaria universalidad de la Iglesia (en ese sentido, muy diferente del eurocentrismo de Benito XVI que habló de “descubrimiento de América” o que Josefina Bakhita decidió “quedarse con su Paron” [= Patrón, pero ahora, Jesús] y no volver a Sudán, por Europa [como si en Sudán no se pudiera encontrar con Jesús]; Spe Salvi 4 y 16).
También hubo otros textos que parecían escritos para “evitar que lo acusen”, quizás con menos densidad, pero nunca descuidando lo pastoral. Su última encíclica, por ejemplo, sobre el Sagrado Corazón de Jesús, no omite el amor social en toda su última parte, quebrando toda esa mirada individualista que suele acompañar, en algunos casos, esa devoción.
2.- Gestos dicentes.
Ya desde su arzobispado, como dijimos, JMB se caracterizó por sus gestos. Siempre simbólicos. Hasta el punto que, me consta, hubo quienes pretendieron distinguir el magisterio de los textos, que debiera ser respetado, del magisterio de los gestos, que puede ser rechazado… Evidentemente, su visita a Lampedusa, como primer viaje fuera de Roma, fue sumamente significativo, y marcó, además, un tema que impregnó su pontificado en gestos y palabras: el drama de los migrantes.
Los gestos se multiplicaron, y ya eran de esperar los jueves santos para ver a quiénes le lavaría los pies ese día. La visita a los presos, por ejemplo, fue – hasta los últimos días – un sello de su papado. Sus actitudes de recibir – sin señalar acusadoramente – a jóvenes LGTB, a personas abusadas por curas, la comida con pobres en diferentes lugares, mostró sencillamente un rostro semejante a Jesús. Ver un papa más cercano al Nazareno que a Constantino es un buen mensaje para nuestro tiempo. Que apareciera sin los absurdos zapatitos rojos – algo que extrañamente causó escándalo en algunas mentes menores – merece celebrarse.
3.- Transparencia.
Es interesante destacar otro aspecto que me parece importante… Como la realidad invita, es sensato en muchas ocasiones “pensar mal”. Creo que nadie imaginará que las palabras de Trump en favor de la paz en Ucrania provengan de un pacifista. Nadie diría que Trump lo es (y el silencio sobre Gaza, y el desconocimiento de Sudan, entre otras atrocidades bélicas contemporáneas así lo demuestran) … Pues bien, nadie piensa que la insistencia de Francisco pidiendo por la paz tenga “segundas intenciones”. Es simplemente y sencillamente una voz proveniente de un trabajador por la paz del mundo. Y lo mismo ha de decirse de su insistencia en la defensa de los pobres, o del cuidado de la casa común (la ecología). No había “algo escondido” en sus palabras sino simplemente defensa de la paz, del cuidado de la casa o de la vida de los pobres. Y, por eso, no dudó asimismo en enfrentar las causas. Porque la guerra, el empobrecimiento y demás atrocidades tienen causas. “Este sistema mata”, dijo claramente. Eso le provocaron insultos soeces, como los que pronunció el luego presidente de la Argentina.
4.- Concilio Vaticano II.
Con Juan XXIII y Pablo VI la Iglesia se abrió al mundo. Se decidió a salir de su castillo sagrado y se decidió a “encarnarse”. Ciertamente eso no significa decir “estoy de acuerdo con todo”. No lo es; ni debiera serlo. Pero es estar allí, y no señalar, no condenar con dedos acusadores. El Concilio Vaticano II promovió una Iglesia viva en medio de la historia (con todo lo que esto significa, porque no es ingenuidad). Pero los miedos e inseguridades llevaron, durante los pontificados de Juan Pablo y Benito a encerrarse en un “invierno eclesial”; volver a las fortalezas de las seguridades y a los dedos condenatorios (como el de Juan Pablo II a Ernesto Cardenal; en 1985… recién perdonado por Francisco en 2019). El Concilio quedó “cajoneado” hasta el extremo de que se rehabilitaron las misas en latín con la antigua liturgia (cosa que causó un conflicto entre el papa Benito y Peter Hünermann, presidente de la asociación de teólogos europeos, que le señaló el error teológico como consecuencia de que “lex orandi, lex credendi”, es decir que lo que la Iglesia creer es lo que celebra).
No cabe duda que el papa Francisco intentó por todos los medios revitalizar el Concilio Vaticano II (en lo personal, creo que con excepción de la constitución Dei Verbum, donde el Concilio habla de la Biblia, cosa que, creo yo, no fue un tema importante en el pontificado de ninguno de los últimos papas; Francisco incluido). Cuando habla de la Iglesia “hospital de campaña” no hace sino presentar una Iglesia que está en medio de la historia y allí vive (y, a veces, se enferma). La imagen del Buen Samaritano acompañó diferentes momentos fundamentales de su papado. ¡Nada menos!
5.- Sencillez de vida.
Como lo hizo en su arzobispado, también su papado quedó marcado por la sencillez. Ya desde el primer momento, al asomarse al balcón, despojado de oropeles y lujos, y mostrarse sencillo pidiendo al pueblo que lo bendiga, hasta los últimos momentos. Que no tuviera problemas en mostrarse frágil, en silla de ruedas, apenas capaz de movimientos y con una voz casi de ultratumba, mostró la fragilidad. Que no tuviera problemas en mostrarse con pantalones, una camiseta y un poncho saludando a los trabajadores en la Basílica de San Pedro lo reveló en la sencillez de la vida. Escándalo para aquellos o aquellas cuya fragilidad es mental. Y así, con esa sencillez, sencillamente ¡murió!
Conclusión.
Creo que – a modo de ejemplo final – podemos señalar que acaba de irse al encuentro de la Trinidad un papa más parecido a Pablo VI que a Juan Pablo II. Algunos se preguntarán: ¿era un revolucionario? En lo personal, no lo creo. En nuestro tiempo, creo yo, necesitamos algunas voces proféticas. ¡Y no las hay! Pero Francisco se mostró pastor; y vaya si necesitamos pastores en tiempos de tanto desconcierto (“como ovejas sin pastor”).
¿Qué viene ahora? Con “temor y temblor” habrá que esperar las próximas semanas para saber si en la Iglesia se deciden a seguir las huellas de un buen pastor, o de cantar loas a un príncipe; si las periferias siguen estando en el centro o volvemos a un invierno que amenaza con el cambio climático y una derecha casi omnipresente. Dios dirá… y seguramente dirá. ¡Ojalá sea escuchado!
Imagen del Espíritu Santo en la Basílica de San Pedro tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Esp%C3%ADritu_Santo.
BLOG 2 DE EDUARDO DE LA SERNA.
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