En esta segunda entrega, el historiador Daniel Balmaceda
desentraña para Perfil.com la gesta patriótica de los revolucionarios de mayo
de 1810. El interior del Virreinato, la Junta Grande, la mítica jabonería de
Vieytes, el rol conspirativo de las mujeres, y las escarapelas de French y
Beruti, algunos de los temas.
—¿Qué pasaba en mayo de 1810 en el resto del Virreinato, en
lo que ahora son las provincias del Interior del país? ¿Cómo y cuándo se
enteraron de la revolución del 25?
—Al comienzo no tenían ningún tipo de contacto porque la
semana de mayo arrancó el viernes 18 de mayo y terminó el 25, por lo tanto no
hubo tiempo de anoticiar. Simplemente llegaron notificaciones a Santa Fe, a
Córdoba. Sólo se contó que había un movimiento generándose. Es más, en muchos
casos en la propia Buenos Aires no se percibía todo esto que llamamos
‘revolución’. Precisamente el primer acto de la Junta presidida por Saavedra
fue enviar chasquis a los cabildos de las provincias, para informarles sobre lo
que había ocurrido e invitarlos a que envíen sus representantes, lo cual
terminó conformando la Junta Grande. La reacción fue dispar. Mientras que
Montevideo no aceptó el cambio, Mendoza y Salta inmediatamente se plegaron a
esta nueva forma de gobierno autónomo.
—En tus libros hablás de varios mitos que se terminaron
convirtiendo en símbolos, como la "jabonería de Vieytes" que no era
de Vieytes.
—La jabonería de Vieytes en realidad era de Nicolás
Rodríguez Peña. Las reuniones se hacían en la casa de Rodríguez Peña, en su
quinta y en la jabonería, que también era de él pero que la administraba
Vieytes. Estaba en lo que hoy sería México y la 9 de Julio.
—¿Cómo tenemos que entender a parámetros de hoy esas
intentonas revolucionarias? ¿Fue un golpe militar o un movimiento popular?
—En aquél momento, lo que ocurrió fue que teníamos un virrey
que dependía de Fernando VII, y éste ya no estaba más en el poder. Estaba el
hermano de Napoleón Bonaparte. Y si la Junta de Cádiz -que representaba la
soberanía de Fernando VII- había caído, el virrey no dependía de nadie. Eso se
planteaba Buenos Aires. Cuando se llamó al Cabildo era para discutir ‘¿De quién
dependemos?’. Cuál era la institucionalidad del momento. Se determinó que el
virrey no dependía de nadie y alguien tenía que asumir esa soberanía y lo hizo
la Junta. Lo curioso fue que eran las mujeres las que iban por las casas con la
información de las reuniones secretas que preparaban esto: Casilda Igarzábal de
Rodríguez Peña, María Saturnina Bárbara Otalora de Saavedra, inclusive
Bernardina Chavarría de Viamonte. Las tres embarazadas, se visitaban y se
llevaban información que daban los maridos.
Publicado en Perfil, 25 de Mayo de 2016.
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