Sus hijos son argentinos pero llevan la ascendencia boliviana en la sangre: tienen la piel morena y ella sabe que los excluyen por eso. Los apodos son otro problema. “No te llaman por el nombre, te dicen bolita”.
En Río Negro hay radicados unos 5.800 bolivianos. Muchos sienten que “la discriminación está al pie de la letra, en todos lados”. Así lo expresan al ser consultados, dicen que lo padecen pero no lo exponen. Las denuncias por xenofobia no son moneda corriente en la sede rionegrina del Consulado de Bolivia que tiene su sede en Viedma pero que en su jurisdicción en el sur de la provincia de Buenos Aires, Río Negro, Neuquén y La Pampa. “Son muy aisladas, no podemos generalizar que destaca un concepto discriminatorio por si mismo”, aclaró el vicecónsul Guido González Paz.
“Es que para nosotros no es dura la vida, nos dedicamos a nuestro trabajo sin mirar los problemas alrededor”, explicó Romelio Moreno, migrante boliviano que vive en Argentina desde hace más de 20 años.
Para él migración y adaptación van de la mano. “Todo es un aprendizaje, tanto de trabajo como la convivencia. Hay que adecuarse hasta con el vocabulario. Por ejemplo allá las masitas se llaman galletas, acá decís galleta y te dan una tira de pan o la soda es gaseosa, no agua con gas. En todas las esferas es así”.
Atado a la decisión de buscar nuevos horizontes y con expectativas de encontrar un futuro mejor, eligió este país y el Valle en particular. Su historia es la de muchos: anduvo por el Norte, la costa y la cordillera hasta que terminó en Río Negro. “Es lindo acá porque hay tierra de sobra y buen agua”, dijo sonriente mientras recorría su chacra ubicada justo en el límite entre Roca y Cervantes.
Llegó al país en los 90 y dedica gran parte de su día a mantener fuertes las plantas que se multiplican en su terreno. “Fui rotando entre Mendoza donde nacieron mis hijos, Tucumán y La Plata”. Sabe de qué habla cuando asegura que el fuerte de la comunidad boliviana es la producción de hortalizas bajo riego, lo que consiguieron luego de años de aprendizaje junto al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y otras instituciones. “En Bolivia se cultivan más cereales. Acá aprendimos a dedicarnos a la producción de cebolla, calabaza, tomate, acelga, lechuga y remolacha”, aseguró el productor, quien además preside la feria de verduras que conforma junto con otras 39 familias bolivianas que viven en Roca.
Amanecer con el sol
Cuenta que en verano su día –y el de sus pares– inicia muy temprano. A las 4 de la mañana –o a las 5 los que estiran las horas de sueño– ya hay movimiento en sus chacras. “Ahora en invierno empezamos a las 6”, dijo. Es que para las 7 tiene que estar el puesto en la feria completo para cumplir con los pedidos de los primeros compradores en llegar.
Varios sostienen que ese espacio de venta revolucionó la vida familiar. “Hubo que organizarse: quien atiende acá y quien la chacra. En mi caso me dedico a la chacra, traigo la mercadería y hago después reparto de pedidos a familias y negocios. Mi señora se queda acá en el puesto y a las 15 llegamos a casa. En verano hay un poquito de siesta, pero cuando tenés que hacer mucho no, y siempre hay para hacer. A veces amanecemos regando, o se nos hacen la 1 o las 2 de la mañana, porque a eso hay que hacerlo en la noche”.
Toda la familia ayuda, los niños también. Romelio sabe que “acá lo toman diferente” y muchas veces son cuestionados. “En casa trabajamos todos, es algo cultural. Lógicamente que un chico no levanta una bolsa de cebolla, pero sí puede alcanzar envases o acompañar. Acá creen que un chico no puede hacer nada y nosotros no compartimos ese pensamiento, porque aparte de su estudio le dejamos esa enseñanza”. Insistió en que la educación no se deja de lado. “Terminan y a aquel chico que tiene la posibilidad, sigue la universidad. Ellos aprenden de producción porque es un recurso para defenderse en caso de que se compliquen los estudios”.
“Producimos alimentos, no es poca cosa. A la mañanita los cargo en mi camioneta y salgo.
Es un orgullo y una responsabilidad”.
250
hectáreas cultivan los 40 productores hortícolas que venden sus productos en la feria roquense.
3
DNI por día tramitan extranjeros en el CDR de Roca. Generalmente uno es de nacionalidad boliviana.
Ser propietario,
el primer obstáculo
“Es muy difícil para compatriotas tener acceso a la propiedad. Los precios de las tierras con riego que estaban inutilizadas ahora han subido por el nivel de productividad hortícola”, enfatizó el vicecónsul Guido González Paz.
“Te cobran un disparate o bien está abandonada y hay que llegar a desmontar, nivelar, trabajar la tierra pero la alquilan sólo por un año. Después te la piden, porque la tierra ya está trabajada y nos tenemos que ir”, agregó Romelio.
En Paso Córdoba, La Ribera y Stefenelli son los sitios en donde la mayoría de los feriantes despliega la actividad.
“Cuesta unos $ 10.000 el alquiler de una hectárea. Para subsistir una familia de cuatro personas necesita 4 o 5 hectáreas. Acá en la feria somos 40 productores, entre todos tenemos 250 hectáreas en producción haciendo un promedio. No es poco, es un volumen y hemos planteado a la Provincia y a la Nación este tema, pero no recibimos una respuesta”.
Publicado en Diario "Río Negro", domingo 8 de mayo de 2016.
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