Recientemente, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, sostuvo: “La meritocracia es un valor que debe ser aprendido”.
¿Qué encierra la idea de meritocracia? ¿Cuál es la diferencia con democracia? “Demos” puede traducirse como “pueblo” y “cracia” significa “gobierno”. En ese sentido, la meritocracia sería una forma de gobierno basada en el mérito.
Lo que ocurre es que, al momento de desarrollar los distintos méritos, lamentablemente los ciudadanos y las ciudadanas no somos iguales. Determinados sectores sociales van a tener mayores dificultades para ejercer plenamente sus derechos. Sin embargo, en la mayoría de los casos poco tienen que ver con los esfuerzos personales.
Determinados discursos hegemónicos que nos atraviesan como sociedad limitarán el desarrollo de grupos vulnerabilizados. Si sos mujer te va a costar más ejercer tus derechos que si sos varón, probablemente cobrarás menos por la misma tarea y quizás sufras violencia de género. Si sos umbanda te costará más vivir tu fe que a un católico; si sos gay más que a un heterosexual. Si sos mapuche, te costará más tu autodeterminación que a un descendiente de inmigrantes europeos.
Es decir: a determinados colectivos a partir de las miradas dominantes se les limitarán sus posibilidades de desarrollo. Lejos estamos del ideal de igualdad necesario para que las diferencias sean las consecuencias del mérito.
En ese marco, hay un grupo social mayoritario particularmente invisibilizado que sufre discriminación: las personas en situación de pobreza.
Según un estudio que realizó el Instituto Nacional contra la Discriminación, la principal causa de discriminación en nuestro país es la pobreza: 85 de cada 100 encuestados considera que en la Argentina se discrimina mucho o bastante a las personas pobres. Sin embargo, es una de las situaciones menos denunciadas.
La persona en situación de pobreza padecerá condiciones de trabajo más precarias por sus dificultades para defender sus derechos. Padecerán la falta de políticas públicas que paradójicamente se concentrarán en los barrios enriquecidos de la sociedad.
Asimismo, ese discurso hegemónico asociará la pobreza al delito. Para ilustrarlo: los GPS nos indican las zonas peligrosas cuando pasamos cerca de un barrio precario, los jóvenes pobres serán detenidos para averiguación de antecedentes y demorados como los primeros sospechosos.
Esas cargas estructurales, ideológicas y culturales limitarán el desarrollo de determinados ciudadanos y ciudadanas.
Recientemente una publicidad de autos señalaba: “Imaginate vivir en una meritocracia, donde cada uno tiene lo que se merece. Donde el que llegó, llegó por su cuenta, sin que nadie le regale nada. Verdaderos meritócratas”.
Te propongo otro sueño: imaginate vivir en una sociedad donde el Estado garantice los derechos todos y todas. Donde podamos ejercer nuestros derechos humanos de forma plena. Donde al que le cuesta llegar sea incluido por una sociedad que construye más puentes. Una sociedad de verdaderos demócratas.
Publicado en Diario "Río Negro", 17 de mayo de 2016.
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