Raúl Scalabrini Ortiz nació el 14 de febrero de 1898 en la
provincia de Corrientes, pero de muy niño su familia se trasladó a Buenos
Aires.
De joven se sintió atraído por las ideas de izquierda y en
particular por la Revolución Rusa. Se recibió de agrimensor. Su primer libro se
llamó La Manga, publicado en 1923, a la edad de 25 años.
Raúl Scalabrini Ortiz no tenía demasiada simpatía por el
caudillo radical Hipólito Yrigoyen, pero luego del infausto golpe de estado del
6 de septiembre de 1930 revisó su posición ingresó resueltamente en el análisis
y la crítica de la realidad nacional donde "descubre" la mentira de la
oligarquía, instaurada a través del control del aparato educacional y cultural.
Escribió:
"El imperialismo económico encontró aquí campo
franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en un marasmo que puede ser letal.
Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la historia que nos
enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsa las
perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos
ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran. Este libro no es más que
un ejemplo de estas falsías".
En 1943, por diferencias con las posturas respecto de la
revolución del 4 de junio del GOU (Grupo Oficiales Unidos) renunció a la FORJA,
que había apoyado el levantamiento. Scalabrini Ortiz acompañó el inicio y el
ascenso del peronismo en esos tiempos, incluso llegó a presentarle a Juan
Domingo Perón varios trabajos sobre la nacionalización del ferrocarril aunque
nunca aceptó cargos del Gobierno y siempre se mantuvo alejado y crítico del
partido.
Sobre el 17 de octubre de 1945 escribió:
"Pensaba con honda tristeza en esas cosas en esa tarde
del 17 de octubre de 1945. El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de
obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían
directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco
envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de
burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos
membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas
cubiertas de pingües, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y
vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón. Era la
muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir.
"Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus
fisonomías. El descendiente de meridionales europeos, iba junto al rubio de
trazos nórdicos y el trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano
sobrevivía aún. El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega su
enorme masa de agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajidos y
cilancos con meandros improvisados sobre la arena en una acción tan minúscula
que es ridícula y desdeñable para el no avezado que ignora que es el anticipo
de la inundación. Así avanzaba aquella muchedumbre en hilos de entusiasmos que
arribaban por la Avenida de Mayo, por Balcarce, por la Diagonal.
"Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad.
Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes
continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de
la Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López,
de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas.
Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de
Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el peón de campo de
Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor mecánico de automóviles, la
hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento
básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra
en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y de
nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos
y sin disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi
infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y
el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra
traducía: Perón."
(En Hechos e Ideas, febrero 1946.)
Así pensaba Raúl Scalabrini Ortíz:
"El pueblo escucha, mira, coteja y continúa en silencio
su tráfico habitual. El pueblo tiene esos desplantes de gran señor, porque la
conciencia del pueblo sabe adonde va aunque lo ignore cada uno de los
individuos que lo componen".
(En Noticias Gráficas, 24 de junio de 1931.)
Raúl Scalabrini Ortiz falleció víctima del cáncer el 30 de
mayo de 1959.
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