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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, octubre 29, 2017

El día que El Bolsón declaró su independencia. Hace 100 años, en la cervecería más convocante de la pequeña localidad, un grupo de habitantes decidió fundar una república. El amago de país apenas duró unos meses y se disolvió antes de la llegada del ejército enviado por el gobierno nacional.

“Qué fue exactamente lo que se dirimió en aquella reunión nocturna, solo lo saben sus participantes. Pero a los pocos días se comenzó a rumorear en los alrededores que habían nombrado un presidente y algunos ministros en la nueva conformación política local. Se acababa de fundar la República de El Bolsón”, graficó el historiador local Juan Domingo Matamala sobre los sucesos de 1917.
Sin embargo, aquel amago de país apenas duró unos meses y se disolvió antes de la llegada del ejército enviado por el gobierno nacional.
Años antes, luego del plebiscito del 30 de abril de 1902 en la escuela de río Corintos (Trevelin), habían quedado fijados los límites de altas cumbres entre Argentina y Chile. No obstante, los habitantes de ésta región aún no tenían una identidad definida y los actos de vandalismo eran moneda corriente. Hartos de esa sensación de desamparo en que vivían, una noche surgió entre los pobladores aquella idea de independizarse.
Cabe recordar que principios del siglo XX estos valles andinos comenzaron a ser ocupados por colonos procedentes del sur chileno, movilizados por las corrientes de inmigrantes europeos a quienes el gobierno trasandino adjudicó tierras sin respetar a sus anteriores ocupantes. La falta de espacio para sostener a sus animales los motivó a buscar nuevos horizontes de este lado de la cordillera, donde la frontera aún era difusa y la vigilancia nula.
El centro social excluyente por entonces era la fonda “La Chilenita”, pero parece que “los conspiradores” tuvieron su propia “jabonería de Vieytes” en la casa de Otto Tipp, un alemán venido de Chile que introdujo el lúpulo y fabricaba cerveza. Cuentan que cuando la espumante bebida estaba lista, izaba una bandera blanca avisando a la población que podía ir a beber y la fiesta duraba varios días. Precisamente, otros atribuyen la intentona secesionista “como resultado de las profusas libaciones de estos singulares parroquianos, aburridos de tantos meses de invierno”.
“No eran tantos los allí reunidos, ni eran grandes sus aspiraciones: solo saber a quién obedecer y qué reglas de convivencia habrían de observar. No es difícil imaginar que habrán querido delimitar sus posesiones en una tierra ilimitada y pródiga y poseer la certeza de su pertenencia y conocer la autoridad ante quien reclamar si surgían inconvenientes a lo largo de la obligada convivencia”, interpreta Matamala.
“Ese sueño libertario duró escasos días –evoca–, hasta que el gobierno argentino comisionó a la temible Policía Fronteriza y a cuyo mando puso al mayor del ejército prusiano, Mateo Ghebart, quien con un celo que excedió las órdenes impartidas realizó una batida hasta la zona del río Manso”.
A su paso, “dejó pobres hombres y ancianos atados a su destino en las alambradas, golpeó sin medida a niños y jóvenes, tropelías tales como hacer a los abuelos jinetear a sus propios nietos en un galpón abandonado para arrancarles datos certeros sobre el lugar dónde se ocultaban los revolucionarios. Un pobre campesino de la zona de El Foyel sobrevivió gracias a haberse escondido en un galpón de pasto al que, día a día, iba una gallina a depositar sus huevos, único alimento que pudo consumir hasta que la Fronteriza regresó con la tarea cumplida a su lugar de partida”.
Presidente y ministros.
De las profusas ingestas de cerveza casera en lo de Otto Tipp, surgió que el ministro de Hacienda sería Pascual Sabalsa, un vasco que criaba ovejas en la zona de Ñorquinco. Cuando el militar enviado a investigar lo entrevista, lo increpa con dureza: “Así que vos eras el ministro de Hacienda de la república, ¿y qué carajo sabés vos de manejar hacienda?”. Y Sabalsa responde: “Joder tú, porque de aquí a Tierra del Fuego si hay alguien que sabe de ovejas y de hacienda soy yo”. El presidente era Otto Tipp –no en vano era el dueño de la cervecería–, y él nombró a sus ministros y proclamó a sus vecinos “ciudadanos bolsonenses”.
Habitantes
91
¡Peligrosos!
Antes de la independencia ocurrió otro hecho que quedó en la historia. El 11 de julio de 1911 el gerente de la Compañía Comercial y Ganadera Chile-Argentina, Carlos Boos, recibió en Bariloche un telegrama: “40 bandoleros bien armados se apoderaron del pueblo Cochamó, entregándose a toda clase de depravaciones. Un carabinero, al intentar prisión a Basilio Rosa, este mató de un tiro. Avise al jefe de Policía. Ruégole mande copia a Ñorquinco para que avisen en casa estén todos preparados”.

El alemán jocoso.
Los datos concuerdan en que “entre los primeros habitantes, se destacaba don Otto Tipp, uno de los que comenzó con las plantaciones de cebada y lúpulo con el fin de producir cerveza y a quien en la guía de 1912 recomiendan visitar por ‘la forma gentil como recibe a los forasteros’”.
Según la historiadora Olga Roselli hay que “reconocer el talento de don Otto para hacer más llevadera la vida en estos parajes. El puso toda su capacidad y esfuerzo en este emprendimiento”, resalta.
Al parecer, Otto Tipp “era un hombre que tenía buen sentido del humor, un alemán jocoso”. Y además fue el organizador de la fábrica de cerveza, que era el centro de reunión de la comarca andina.
Según algunos relatos de aquellos tiempos, “tomar cerveza ahí no era cosa de una hora o dos. Se bebía durante uno, dos o tres días seguidos. Era una farra corrida donde se entretenían con las diversiones del campo chileno: ‘las topeaduras’, ‘los chanchazos’, que muchas veces terminaban en una pelea, por lo general sin mayores consecuencias”.
Félix Merino, ex intendente y descendiente de pioneros, recuerda además un viejo galpón donde había un palo muy alto, casi de mástil y en el que Tipp izaba una bandera blanca, “para que se viera desde lejos y sea la señal de que la cerveza estaba ya para ser tomada”.

Dicen que era tanta la aceptación de la misma, que en algunas oportunidades cuando todavía estaba caliente, ya había parroquianos esperando.
Publicado en Diario "Río Negro", domingo 29/10/2017.-

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