No se identifica como mexicana ni como estadounidense.
Eloísa Tamez es lipan apache y sus antepasados eran dueños de esta tierra un
siglo antes de que una guerra impusiera el límite entre Texas y México.
Ahora su patio trasero está atravesado por un muro
fronterizo que ella siente como una “violación”. El fondo de su casa, en el
fronterizo poblado de El Calaboz, en el sureste de Texas, es un terreno baldío
partido al medio por una oxidada valla de hierro de 5,5 metros de altura.
Como no era posible levantar un muro en medio del río Grande
que delimita la frontera natural con México, las autoridades federales lo
erigieron a un par de kilómetros de la
orilla.
Eso causó que algunas de las tierras por donde pasa el muro
-y pasará, si sigue construyéndose- fuera propiedad de tribus nativas o de
granjeros privados.
Por AFP. Publicado en Diario “Los Andes” de Mendoza, miércoles,
4 de julio de 2018.
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