EL PAÍS – A partir del genetista Luis F. Leujone de la Sorbona se ha ratificado que la vida comienza con la fecundación del óvulo a partir de lo cual el nuevo ser contiene toda la carga genética completa. Solo es necesario que se cuide esta vida en acto que está en potencia de desarrollar muchas cualidades, del mismo modo que todos los vivientes lo están.
De Gregor Mendel a la fecha la genética ha avanzado mucho, Leujone escribe que “Aceptar el hecho de que con la fecundación comienza la vida de un nuevo ser humano no es ya materia opinable”.
La fecundación da lugar a una célula única, distinta del padre y la madre, un embrión humano que contiene la totalidad de la información genética (ADN). En el momento de la fusión de los gametos masculino y femenino —que aportan 23 cromosomas cada uno— se forma una nueva célula compuesta por 46 cromosomas, que contiene la totalidad de las características del ser humano.
Solo con base en un inadmisible acto de fe en la magia más rudimentaria puede sostenerse que diez minutos después del nacimiento estamos frente a un ser humano pero no diez minutos antes. Como si antes del alumbramiento se tratara de un vegetal o un mineral que cambia súbitamente de naturaleza. Quienes mantienen que en el seno materno no se trataría de un humano, del mismo modo que una semilla no es un árbol, confunden aspectos cruciales. La semilla pertenece en acto a la especie vegetal y está en potencia de ser árbol, del mismo modo que el feto pertenece en acto a la especie humana, en potencia de ser adulto. Todos estamos en potencia de otras características psíquicas y físicas, de lo que no se desprende que por el hecho de que transcurra el tiempo mutemos de naturaleza, de género o de especie.
La Academia Nacional de Medicina de Argentina ha declarado públicamente que ” el niño por nacer, científica y biológicamente, es un ser humano cuya existencia comienza al momento de su concepción”. Lo mismo ha expresado públicamente el presidente uruguayo Tabaré Vázquez, que como médico en su momento vetó la luego promulgada ley del aborto “por razones científicas”.
La secuencia cigoto-embrión-mórula-blastoncito-feto-niño-adolescente-adulto-anciano es un proceso lineal sin solución de continuidad de la vida humana. Como ha consignado el neurobiólogo Ángel S. Ruiz, antes o después de la anidación no se trata de una persona distinta.
La mujer sin duda es dueña de su cuerpo pero no del de otro ser y como la vida humana no aparece en los árboles, la forma de cuidar al nuevo ser es en el transcurso del embarazo de la madre hasta que la ciencia permita trasferencias a úteros artificiales.
Carece de sentido declamar sobre “la calidad de vida” o “la salud pública” si simultáneamente se extermina a una persona en el seno materno.
No cabe tampoco alegar procedimientos antihigiénicos para justificar la legalización de dicho exterminio, del mismo modo que no se legalizaría un crimen para llevarlo a cabo de modo profiláctico.
La lucha contra el llamado aborto es un tema mucho más grave que la lucha contra la aberración de la esclavitud puesto que en este caso siempre hay la posibilidad de un Espartaco exitoso, mientras que el caso considerado resulta irreversible.
La pretensión de justificar la mencionada aniquilación debido a malformaciones sería similar a liquidar paralíticos. Sostener que la criatura en cuestión es inviable por sí, es equivalente a lo que ocurre con ancianos.
La violación es el acto más monstruoso que pueda concebirse pero no permite la violación de otra vida que en su caso puede entregarse en adopción pero no matarla.
El primer derecho es el de la vida, no tiene sentido manifestarse a favor de “los derechos humanos” (una redundancia) y, al mismo tiempo, arremeter contra la vida humana, lo cual no puede despenalizarse puesto que es lo mismo que concluir que ese acto debe quedar impune. Cuál será la pena dependerá de la situación concreta y el contexto que evaluará el juez, desde un tirón de orejas a la cárcel.
Todos los debates son bienvenidos y necesarios al efecto de engrosar conocimientos, pero discutir sobre si debe o no respetarse la vida suena incivilizado. Aunque lo dicho en esta nota nada tiene que ver con la religión, este debate me recuerda a lo acaecido en la Convención Constituyente en la provincia argentina de Santa Fe, en 1921, que derivó en una votación sobre la existencia de Dios y se lee en el acta correspondiente que “dio por resultado negativo”. No se comprende que tal como han enseñado pensadores como Giovanni Sartori, hay temas sobre los cuales no cabe la decisión por mayorías.
El liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros. La tolerancia es fundamental a lo diferente, pero no entra en la esfera del respeto cuando se atropella la vida. Julián Marías bautiza el llamado aborto como “el síndrome Polonio” al asimilar el hecho a quien en Hamlet mata cobardemente a un indefenso con una espada tras una cortina sin mirarle el rostro a la víctima.
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