Independencia es una palabra de contenido profundo que ilumina sobre libertad, otra expresión potente de nuestra lengua. Ambas se unieron con fuerza invencible en el Congreso reunido Tucumán que declaró hace 202 años a la Argentina como una Nación autónoma de la monarquía española y de toda otra dominación extranjera, una celebración que hoy transcurre en un momento especialmente delicado del país.
La Declaración de la Independencia fue un grito de libertad que llegó luego de más de diez años de debates y guerras internas. Choques que surgieron para resolver miradas opuestas acerca del rol que debía cumplir el nuevo Estado que nació de la Revolución de Mayo de 1810 y que consolidó esta cumbre de representantes de las provincias el 9 de Julio de 1816 con una decisión valiente de autodeterminación.
El interior fue protagonista central en la construcción de esta etapa embrionaria de la Argentina, con líderes federales que fueron actores decisivos y que contribuyeron a equilibrar el apetito del puerto de Buenos Aires.
Muchos de aquellos puntos de fricción surgidos en la etapa de alumbramiento recorrieron la historia de nuestro país en nuevos formatos.
Y hoy la Argentina mantiene abierto el debate acerca de qué país quiere construir, si uno más federal o más unitario, uno inclusivo u otro menos justo para sus habitantes. Yo apuesto por uno que sea más igualitario cada día.
La pelea por los recursos ha sido una constante en la construcción del vínculo entre la Nación y las provincias.
La crisis actual que llevó a una fuerte devaluación del peso en menos de dos meses y las consecuencias que genera este ajuste impiadoso, en especial para con los sectores sociales más débiles, abrió por estos días una nueva-vieja agenda de discusión del gobierno central con las provincias.
Comprometido con el Fondo Monetario Internacional a ajustar gastos para acceder al reciente financiamiento externo, el gobierno nacional se propone transferir a las provincias parte de esta responsabilidad con recortes en obras públicas y en los fondos de asistencia social.
Si estas ideas avanzan, estamos en las puertas de otro desequilibrio.
Discutir estas políticas de achique no es una opción del presente. Esas ideas ya se pusieron en marcha en el pasado y los resultados no han sido buenos.
Sólo hay que mirar no muy atrás para encontrarse con los estallidos sociales de Cutral Co y Plaza Huincul de 1996 y 1997.
Nación aún le debe a las provincias el debate de una nueva ley de Coparticipación Federal de Impuestos que permita recuperar porcentajes de recursos que fueron arrebatados a la fuerza, y al mismo tiempo un reconocimiento del crecimiento exponencial de la población de las últimas décadas.
La Provincia también tiene una agenda pendiente de discusión sobre el federalismo puertas adentro.
Necesitamos intendencias fuertes, con autonomía y menos dependientes de la gestión de turno. Para alcanzar ese objetivo hay que apostar por un gobierno con políticas más descentralizadas.
Pero vayamos por el principio: ante la Nación, Neuquén tiene la obligación de defender lo que le corresponde para dar respuestas a las necesidades de su gente. Nuestro territorio no es sólo Vaca Muerta.
En la provincia conviven personas con realidades muy diferentes y los dirigentes estamos obligados a construir un modelo con equilibrio social, acorde a la nueva realidad.
Resignar recursos sería recorrer el camino en el sentido opuesto y esa decisión no tiene nada que ver con la historia del MPN.
* Vicegobernador de Neuquén.
Publicado en Diario "Río Negro", 9 de Julio de 2018.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.