El 28 de septiembre de 1951 la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia dio a conocer que se había producido un movimiento subversivo, y por ello el PE dictó un decreto por el cual se declaró el estado de guerra interna en el país.
El levantamiento estuvo comandado por Benjamín Menéndez, general del Ejército, pero contó con el apoyo de un grupo de líderes políticos, representantes de todos los partidos opositores.
En una reunión celebrada el 30 de julio en Buenos Aires, la opinión de esos dirigentes fue unánime en el sentido de que la vía revolucionaria era la única capaz de producir el derrocamiento de la dictadura que, según su parecer, había implantado Perón. Dos años antes éste había hecho reformar la Constitución de 1853 con el objeto de ser reelegido por otro período de seis años cuantas veces lo deseara.
El país continuaba sometido a estado de sitio permanente, la prensa independiente había sufrido clausuras; el parlamento no ocultaba su calidad de instrumento del régimen por obra de una mayoría dirigida, mientras en el ámbito gremial sólo se escuchaba la voz de los dirigentes sometidos.
Reducida sustancialmente la reserva de divisas que la dictadura había recibido como herencia al término de la Segunda Guerra Mundial, sus ministros de hacienda hicieron el “camino a Canosa” viajando a Washington para solicitar al “imperialismo” un empréstito de 125 millones de dólares, que le fue acordado sin demora. La maquinaria electoral se perfeccionó adecuadamente cuando se dictó un decreto que impedía las alianzas entre distintos partidos, modificando hasta lo indecible los límites de las circunscripciones en la capital federal y proscribiendo las candidaturas a diputados, senadores y gobernadores de muchos miembros de la oposición.
Publicado en Diario "Río Negro", 21 de Septiembre de 2018.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.