Hasta hace pocos meses todo era más fácil para las mentes
conspirativas. Es que encajaban bastante bien para explicar la realidad
política los conspirativos de ambos lados de la grieta.
Era cierto que los macristas hacían todas las conspiraciones
posibles para poner en primer plano a Cristina Fernández, la villana ideal para
sus planes reeleccionistas. Porque fabricando a ella como enemiga principal, no
podría ganar ni dejaría que gane ninguno de los suyos.
En la vereda opuesta la conspiración también era evidente:
los disturbios de diciembre durante la reforma previsional, donde en vez de que
la policía reprimiera a los manifestantes, los manifestantes reprimieron a la
policía mientras los alentaban desde dentro del Congreso, fue una clara
maniobra golpista del kirchnerismo. Igual que tratar de transformar a Santiago
Maldonado en un desaparecido asesinado por Macri.
Pero esos tiempos donde estaba claro quién era blanco y quién negro se acabaron, aunque
los conspiracionistas sigan proliferando (lo hacen desde que el mundo es
mundo). Ahora lo que estalla es la Argentina profunda, la que fuimos acumulando
durante años e incluso décadas de tremendos errores político-económicos y
brutales corrupciones.
Nadie generó el terremoto premeditadamente, no porque no lo
hayan querido, sino porque no pudieron, porque lo que está ocurriendo es
demasiado grave e importante para que puede ser gestado por cualquier mente
conspirativa.
Por supuesto que los kirchneristas dicen que lo de los
cuadernos de Centeno ha sido provocado por una consciente alianza
política-mediática-judicial encabezada por Macri para destruir a Cristina.
Mientras que los de Cambiemos (quien más claro lo dice es Elisa Carrió) acusan
por la crisis cambiaria a una intentona de golpe de mercado políticamente
dirigida. Como la que suponen Menem le hizo a Alfonsín o Duhalde a De la Rúa.
Así, según unos, lo de los cuadernos sería la maniobra
conspirativa de Macri para tapar la crisis económica. Mientras que según otros,
detrás de la corrida cambiaria se esconde la mano negra de los implicados en
los cuadernos (políticos y empresarios) que necesitan hacer volar por los aires
a este gobierno para que el que venga indulte a todos.
Pero en la Argentina actual están tan debilitados los
oficialistas como los opositores que nadie tiene fuerzas suficientes para
gestar dos tsunamis sociales de tamaña magnitud como son la crisis económica y
la de la corrupción.
Mucho más lógico suena el pensar que ambas crisis se
retroalimentan porque desnudan de manera espectacular lo que venimos haciendo
con nuestra nación desde ya hace
incontables años, cuando decidimos que la Argentina era una fiesta y
dilapidamos todos sus recursos para satisfacer a una élite angurrienta que al
final del despilfarro hasta se quiso comprar el país para ella sola.
Cruel historia que relatan casi científicamente los
cuadernos de Centeno y donde la crisis económica aparece como su incontrolable
expresión. Como que todas las variables políticas y económicas hayan estallado
y ahora nadie puede detener el desastre.
Sin embargo, esa es la cuestión estructural imposible de
resolver de un día para otro. Lo grave es que la coyuntura nos encuentra con
una élite política oficialista débil y políticamente confundida frente a una
élite política opositora disgregada que está tan o menos preparada para
gobernar que la oficialista.
En principio, frente a lo que nadie puede controlar porque
es la erupción volcánica de los males acumulados en lo profundo de nuestra
sociedad, aparecen dos salidas políticas de ocasión más allá de Macri, que
sufre una crisis de autoridad porque parece no liderar nada y de Cristina que
sufre lo mismo porque las evidencias en su contra la han transformado en una caricatura
de sí misma.
Que trata de hacer pasar como persecución política el
deschave de una corrupción inaudita y cada vez más imposible de rebatir, de la
que ella -luego de su marido- aparece como la principal responsable.
La opción opositora que se está armando es la de una
probable alianza entre los gobernadores del PJ, el sindicalismo negociador, los
obispos peronistas conducidos por Pichetto y algún candidato que en todos los
casos es más de centro derecha que de centro izquierda, como Massa o Urtubey.
Mientras que la opción oficialista se divide en dos: las
personalidades de Cambiemos con alguna independencia de Macri como la
gobernadora Vidal junto al sector
político del macrismo. Y la estructura del radicalismo que hoy conduce Alfredo
Cornejo.
Ambos hoy coinciden en apostar a brindar todo el apoyo
posible para reconstruir el liderazgo herido de Macri, teniendo el suficiente
cuidado, por si ello no resulta, en preservar sus personas y sus estructuras
como alternativa de recambio.
Publicado en Diario "Los Andes", viernes 31/08/2018.
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