La ocultación de la verdad ha sido el numen de la carrera de Mitre como Historiador. Sus seguidores en la materia, apenas son aggiornadores de la “Historia de Mitre”. No hay cuestionamientos a la obra del Divus Bartholus. Es sólo adecuarla al lenguaje presente. Sus adversarios de la hora, presente, cuestionan la obra mitrista, pero desde un posicionamiento que carece de tenor científico. Los academistas contra los divulgadores. Ud. me dirá, no hay lolas entre Pueblo y Antipueblo. Es cierto. Pero si uno se deja llevar por los arrebatos de sus convicciones políticas y prescinde de investigaciones serias y acabadas, aún amateurs como son las mías, puede que entre en un barullo que no tenga salida.
Es necesario, en una ciencia como es la Historia, dotarla de rigor científico a la investigación equis. El deber del Historiador, parado sobre su honestidad intelectual, consiste en manejarse entre el difícil equilibrio de la objetividad de los hechos investigados, la subjetividad de su formación intelectual, y la lógica no-neutralidad o imposible imparcialidad de su posicionamiento político en la materia. Se lo digo chabacanamente en fulbo: El Ñubels del Tata Martino fue un gran campeón (hecho objetivo), Particularmente soy admirador del Tata (elemento subjetivo) pero como ‘canaya’ ni por putas quería que salieran campeones (imposible imparcialidad). Pero al referirme al campeonato de ese año de Ñuls, uno debiera ser equilibrado al contarlo.
¿Le importó a Mitre todo esto?. Pues no, porque él hace historia para sostener su proyecto político. Las ocultaciones y tergiversaciones son materia de primera mano en sus escritos. Está bien, es una parte de la historiografía, que hay que conocer, y punto: El problema con el Mitre-Historiador, es que te vende su versión como la verdad revelada del Sinaí, en donde Bartolo es el Moisés que tiene las Tablillas de la Ley que nadie debe cuestionar.
Falsificador por antonomasia, el divus Bartholus fue historiador, poeta, traductor, militar, político, diplomático, referente cultural y social, periodista, Presidente de la República, senador y legislador en varias oportunidades, escritor, nombre de cigarrillos, y hasta un pez del Paraná lleva su nombre. Don Bartolomé Mitre, fracasó como peón de campo. Según Prudencio Ortiz de Rosas, hermano de don Juan Manuel, “el pibe era un vago que se tiraba a leer bajo los árboles”.
Era un mentiroso, básicamente. Y cuando las mentiras, que en su caso no tenían patas cortas, saltaban a la luz, el muchacho no tenía pudores: Quemaba las pruebas. Cuando se descubrió una copia del “Plan de Operaciones”, que destrozaba la mirada mitrista sobre Mariano Moreno y la Rev. de Mayo, la copia que cayó en su poder, se extravió misteriosamente.
Sin ir más lejos, don Adolfo Saldías, el primer revisionista, pide la aprobación del “maestro” para su “Rosas”. ¡Para qué!, Mitre se ofendió con la objetividad del trabajo de Saldías sobre el tirano, y le parloteó sobre sus nobles odios, que hay batallas, que además que se vencen, convencen. Y hasta que está bien mentir un poco si el mal lo hace necesario. Si lo sabrán Wilde y Magnasco, al meterse con el patriarca liberal: Les costó la carrera política, y el ostracismo.
Mentir, mentir, que lejos llegarán, parece decir el Mitrismo, y don Bartolus, lejos, llegó.
Tan rapaz como trepador.
Piense en sus lugares de trabajo, en sus varios trabajos. Busque a ese compañero que actúa con una sonrisa forzada queriendo caer bien, tirando chistes que no hacen reír si no a su carcajada. El típico empleado que busca ser una alfombra del Jefe. El Olmedo de Portales en el sketch. Ese es Bartolito.
Tenía la facilidad de decir a cada quien lo que quisieran escuchar, sabiendo de antemano que no les iba a cumplir. Alem, quien lo trató como adversario, aliado y luego otra vez enemistado, tiró una frase que muchos entendieron dirigía a Roca o a Hipólito: Hay dos escuelas o dos sistemas para manifestar el pensamiento: uno que procede con circunloquios, con ambages y sonrisas, no obstante la expresión adversa y hasta hiriente que se revela en la voz y en los labios del que habla.
Algunos se sorprendían al conocerlo. El Emperador Pedro II tenía allegados que lo trataron y le decían que era un botarate. Don Pedro se negaba a creerlo, porque, culto como era, había leído cosas de Mitre, le llegaban los impresos de los periódicos, y todos daban con un tipo con talento, honrado y capaz. Famosa decepción se llevaría el monarca al tratarlo los días de la guerra al Paraguay.
El problema con los trepadores, como es el caso en cuestión, es que trepan hasta llegar, pero no saben mandar, incapaces como lo son; Entonces recurren a la literatura para esconder falencias, completándose el círculo del Hombre.
Desde el surgimiento de don Bartolus a la arena grande de la política, el Mitrismo con su líder emblemático se ha caracterizado por la impaciencia de sus actos, de no medir sus consecuencias sino de resolverlo todo por la fuerza, y prescindiendo de los medios. Más allá de la concepción filosófica y política que los define, quisiera adentrarme en la incapacidad de comprender, que el tiempo está de su lado. Porque el mitrismo, la cultura política que lo representa, es el único movimiento que pervive y pervivirá entre los argentinos. Ya no hay ni yrigoyenistas ni peronistas, movimientos extintos juntos a sus emblemáticos caudillos.Pero el mitrismo, el mitrismo es eterno, como las palabras de su Profeta.
E increíblemente, son el movimiento más fracasado de la historia, Y aún así sigue existiendo. Tal vez porque la Historia Argentina sea el ensayo de un fracaso histórico.
El presidente.
Dicen Floria y Belsunce: El lema del Liberalismo fue “Nacionalidad, Constitución y Libertad (…) una Nación unida, eminentemente superior a sus partes; una Constitución federal, garantía de los derechos de las mismas partes; libertad pública y civil. ¿Qué libertad? La concebida por el liberalismo de entonces: libre juego de las instituciones, libertad de crítica, eliminación del caudillaje autocrático que impedía a los pueblos expresarse libremente, libertad que nacía de la “civilización” y que imponía combatir la “barbarie”.
Entre 1864 y 1868, este es el balance comercial argentino: ingresan 172 millones de pesos de la época, exportamos 138. Déficit crónico total: 34 millones. Se saldan con nuevos empréstitos tomados a un 69%. Es decir, nos endeudamos por cien, para recibir 69. Ruinosa manera de tener tesoro nacional. Si agregamos que el Gobierno se arruina financieramente con las guerras civiles y del Paraguay, y debe nuevamente salir a buscar préstamos, la nota de la época es una dependencia total de la buena voluntad británica para tener un mango propio. La deuda externa al terminar el mandato presidencial alcanza los 25 millones de pesos: Se ha triplicado desde 1861. Además, todo el país se hace cargo de las deudas del Estado de Buenos Aires. La Aduana, único ingreso posible del país, es puesta en garantía de los innumerables préstamos internacionales, así como también la tierra pública. Se realiza una nueva ley de enfiteusis donde el Estado arrenda suelo fiscal para hacerse con un pequeño capital. Que terminó siendo otro negoción favorable a los apellidos tradicionales portuarios, aliados imprescindibles del Mitrismo.
Todo es inglés. Desde los ferrocarriles a la marina mercante que trasladan el producto de nuestro suelo; Desde los bancos que regulan la emisión de moneda, hasta el todopoderoso ministro de hacienda, que parece salido del riñón de la reina Victoria. De los frigoríficos que empiezan a hacerse camino, y de todo lo habido y por haber.
Mitre, de Dictador a Presidente.
Las “provincias” por representación de Urquiza delegaron en el general Mitre la autoridad nacional, el manejo de las relaciones exteriores y la convocatoria de un nuevo Congreso Nacional. Así fue que por diez meses, de noviembre de 1861 hasta octubre de 1862, Mitre ejerció una Dictadura Presidencial, como se lo enrostró Adolfo Alsina, intentando achacarle un “rosismo” tan utilizable para repudiar a cualesquiera fuera. Los nuevos congresistas fueron elegidos “con calor al ejército de Buenos Aires” según Ramón Cárcano. Excepción hecha en Buenos Aires, donde algunos compadritos al servicio de Alsina volcaron las urnas en provecho de la causa porteña. Fraude, bah.
El nuevo Congreso se reunió el 25 de mayo de 1862. El 12 de junio se llama a elección de electores de Presidente y vice. El 4 de septiembre resulta electo Mitre por voto unánime y vicepresidente Marcos Paz. El 12 de octubre toman posesión de los cargos constitucionales. El primer gabinete liberal estuvo integrado por Guillermo Rawson en interior; los ex rosistas Rufino de Elizalde y Vélez Sarfield en relaciones exteriores y hacienda; Eduardo Costa en cultura, justicia e instrucción pública; el oriental Juan Andrés Gelly en guerra.
Obra presidencial.
No hubo un día de paz en los siete años de gobierno Mitre (uno como ‘dictador’ y seis como Presidente), pero se las arregló para formar al Estado Nacional, deformando a la Nación: La política ferroviaria, el inicio de la deuda externa como elemento de ‘crecimiento nacional’ y las obras educativas son de su época. Un grave proceso de dominación extranjerizante en el país que los sacara a patadas quince años antes, apenas. El déficit se incrementa año tras año, y todo se resuelve con más deuda y que se arregle el que viene luego. Se destruyeron regiones prósperas y se acentuó el centralismo porteño y de su oligarquía libre-cambiante. A su vez, todo gaucho desocupado por la destrucción económica, si no es asesinado, es entendido como “un vago”, y derivado o a la policía, o a la frontera a matarse con sus paisanos, los indios. Como las leyes de 1815 y, la de 1826 que denunciara Manuel Dorrego allá lejos y hace tiempo cuarenta años ha.
El ‘carnicero’.
Francisco Solano López, que no es moco de pavo ni mucho menos bebé de pecho, le enrostra, con motivo del destrato a los prisioneros: “Este desprecio por la humanidad es el primer ejemplo que conozco en la historia de las guerras”. ¿Era inhumano Bartolo, o la guerra como siempre sacude a las personas a realizar lo impensado por sobrevivir?. Le daba igual. No dudaba en reprimir conatos rebeldes, acuchillar sin misericordia, aplaudir precisamente que sucediera: “La guerra de policía en La Rioja (en las guerras al Chacho y las Montoneras), quitándoles las banderías políticas, tratándolos como piratas, lo que hay que hacer, es muy simple”.
Amigos, aliados, enemigos, neutrales, lo describen con una dureza que nadie expresó de otro alguno en la historia argentina: Sarmiento, siempre tan lúcido con la diatriba, termina diciendo de él: “Ha sido un sonso sin sentido de lo moral”.Juan Carlos Gómez repite: la inmoralidad del presidente que provocaría el resurgimiento del federalismo. Juan María Gutiérrez, un pacífico escritor que sólo usó su inquina contra Rosas, remata: “es el hombre más ambicioso que pueda darse, el que con más indiferencia ve derramarse la sangre. Ahí tiene usted: el hombre de los principios conculcándolos todos cuando vio que el poder y el tesoro se escapaban de sus íntimos y de sus manos… Por lo demás, créame mi amigo, que si políticamente jamás estimé a don Bartolo, ni a sus amigos ni admiradores, nunca le tuve mala voluntad personal y cuanto más, me compadecía de su vanidad, de su pedantismo… Siento de veras que haya caído tan bajo y se arrastre por el fango… No es más que un canalla más en la procesión de nuestra canalla política; en las democracias la basura sube arriba, por la ley de su propia gravedad”.Paul Groussac, uno de los historiadores menos dado a defender a los federales, dice “aun está fresca la sangre que ha costado a la república su fraseología banal de un retórico ampuloso (…) Sectario, lleno de odio, arquitecto cínico de la carnicería, exterminador, desolador, tirano que ahoga la opinión de las cuatro quintas partes del país”; Alberdi se referirá a este hombre inmundo:“le ha confiado al ejército la tarea de suprimir violentamente la verdadera democracia, arruinar la paz del país y destruir la libertad a favor de un nuevo sistema social y político que era antipopular y antipueblo”. Para Roca, el mitrismo es una secta que se cree dueña del país. Aristóbulo Del Valle, que se preocupe un poco más por los intereses argentinos que los del Brasil: Rematándola Hipólito Yrigoyen: Hacerme mitrista? Es como hacerme brasilero.
Deus salve, Glorioso Geral do Brasil, Don Bartolomé Mitre.
Publicado en https://carlospistelli.com/
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