Artémides Zatti, el “enfermero santo de la Patagonia”.
En estas fechas religiosas se nos presenta la figura de un hombre que dio su vida en pos de la ayuda a los más necesitados, Artémides Zatti, quien nació en Roma, en Reggio Emilia, llamado Boretto, el 12 de octubre de 1880. Él junto a sus padres Albina Vecchi y Luis Zatti y sus siete hermanos emigraron a la Argentina en 1897 y se instalaron en Bahía Blanca, en donde los esperaba el tío Juan. Artémides estuvo primero tres años en esa localidad, donde conoció a Salesianos que regenteaban la parroquia De la Merced. Cuando concurría a la Congregación Salesiana de Bernal se contagió de tuberculosis –en esos momentos era incurable– y se curó milagrosamente en Viedma. Por este motivo y por la promesa que le hiciera a la Virgen María, Artémides decidió dedicar su vida al cuidado de los enfermos en la capital rionegrina, en calidad de Coadjutor Salesiano, es decir, como hermano laico consagrado. Por esa promesa, una vez recuperada la salud estuvo más de cuarenta años en Viedma en el hospital San José. Su permanente domicilio fue este nosocomio al cuidado de los enfermos de Viedma, Patagones y la Patagonia. En ese lugar practicó las virtudes cristianas, una confianza ilimitada a la Divina Providencia, un inmenso amor a Dios y a los prójimos más humildes y necesitados. En la biblioteca del párroco Cavalli leyó la vida de Don Bosco, y quedó encantado. Se propuso estudiar para ser sacerdote en la Congregación Salesiana. Como sus superiores le dijeron que debía cambiar de aire lo enviaron a Junín de los Andes. Pero al pasar por Bahía Blanca desistió y partió en diligencia a Viedma. Monseñor Cagliero había abierto en 1889 el hospital mencionado y fue nombrado su director el padre Evasio Garrone. La institución posteriormente fue ampliada por Zatti y se convirtió en el primer hospital de la Patagonia, en donde trabajó con perseverancia y se convirtió en “el enfermero santo de la Patagonia”. Bajo la guía del padre Garrone se hizo enfermero. En la Universidad de La Plata había obtenido el título de “idóneo en farmacia”. Cuando en 1911 falleció el padre Garrone, todo el peso del hospital recayó en él. Ceferino Namuncurá y Zatti llegaron juntos a Viedma en 1902, ambos con tuberculosis. En 1904 Monseñor Cagliero se llevó a Ceferino a Italia. En sus memorias Zatti contaba la comida que le preparaba a Ceferino para curarse. En 1913 se colocó la Piedra Fundamental para construir un nuevo hospital, para lo que el padre Zatti organizó rifas, ventas de beneficio, hasta que en pocos meses el hospital ya estaba en pie, al lado de la Catedral. Artémides se multiplicaba en sus vastas tareas: dirigía y controlaba todo, compraba la comida de los enfermos, vigilaba la cocina, las salas y la limpieza del hospital. El nosocomio llegó a tener 70 camas y él se manejaba en bicicleta para visitar a los enfermos. En 1914 optó por la ciudadanía argentina. Mientras atendía a los enfermos cantaba, contaba cuentos, chistes o inventaba cosas para distraerlos y levantarles el espíritu. Él curaba con su presencia, su voz, sus ocurrencias, con su canto. Les brindaba a los enfermos un trato y un cuidado especial. Cuando traían a un enfermo y no había cama, lo llevaba a su habitación y lo acostaba en su cama. Por la noche, extendía una manta en el suelo y dormía sobre ella. Fue realmente un buen samaritano. El gran dolor de su vida fue la demolición del hospital San José. Es así que debió trasladar a los enfermos mientras lloraba pero no se quejaba. Él y sus enfermos se afincaron en la Quinta de San Isidro, Zatti trabajó allí durante 10 años, hasta su muerte.
El 19 de julio de 1950 Zatti subió a una escalera para arreglar un tanque de agua del techo, resbaló y sufrió una terrible caída, que le despertó un adormecido cáncer de páncreas. Falleció el 15 de marzo de 1951 luego de un silencioso sufrimiento. Nació, vivió y murió pobre pero siempre ayudando a los demás. En Viedma se erigió el Monumento a Zatti, inaugurado el 19 de mayo de 1956, obra del escultor argentino Luis Perlotti. En 1975 se le cambió de nombre al hospital regional por el de Artémides Zatti. El Padre Raúl A. Entraigas dijo: “Zatti no sólo es digno, sino dignísimo de los Altares”.
Por BEATRIZ CAROLINA CHÁVEZ.
Carta de lectores del Diario "Río Negro", domingo 6 de Enero de 2019.
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