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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, abril 12, 2020

Alberto, máster en especulación.

Por Orlando Litta
Fundación LibreMente, San Nicolás 
El sabio construye puentes, el necio construye muros.
Anónimo
Arribar a un título de máster en una profesión o en alguna disciplina deportiva, suele llevar un tiempo largo. La constancia en capacitarse en niveles de maestría es digna de elogiar.
Pero existen otro tipo de máster, el que a los argentinos nos cae bien, simpatizamos y adulamos: el máster de la calle. Ese “honor” se lo otorgamos a todos aquellos que conquistan logros de distinta índole por medio de la viveza o el engaño. Somos afectos a reconocer este máster.
En ese género de expertos, o sea el “callejero”, ubico al presidente Alberto; y dentro de ese género en la especie de la especulación, con brillantes calificaciones.      
Don Alberto, en el acto de la “tercera inauguración” del Sanatorio Antártida dijo que el problema son los que especulan y no creen en el país trabajando y produciendo, fustigando también contra el posmodernismo que nos hizo creer que el éxito era el individualismo y ganar plata. Agregó, “para qué”; respondió, “para que hoy todo valga nada a raíz del mal que nos produce un bichito microscópico”. Cómo se pueden titular esas sandeces. Se me ocurren enunciados, tales como: “Alberto, brindando clase sobre especulación a los giles argentinos” o  “Alberto, candidato al nobel de economía” o “Las burradas de Alberto”.
Es innegable que una parte del empresariado argentino recurrentemente trata de beneficiarse bajo el paraguas del Estado protector, cultivando un amiguismo pernicioso en desmedro de reglas institucionales que históricamente no hemos tenido en cuenta; por lo cual no se ha fomentado la sana competencia y no se han combatido los monopolios artificiales. Ello no justifica el artero ataque que le propina el presidente, máxime cuando es precisamente el sector privado el que abastece al Estado sosteniendo el peso de una presión tributaria asfixiante, que los gobiernos de cualquier signo la aumentaron. Alberto no debería olvidar que son los especuladores los que pagan su sueldo y el del gigante sector público.
Ante estos dichos de Alberto, cabe escrutar un tanto sobre el tema especulación. Este término, como bien puede observarse en el diccionario de la RAE tiene varias acepciones, algunas de ellas en sentido económico, pero todas confluyen y no escapan al significado de origen que tiene este vocablo. Etimológicamente viene del latín “specularis”, que significa observar, perteneciente o relativo a un espejo. Es decir, nos estamos viendo en el espejo con el fin de registrar, mirando atentos algo para poder reconocerlo. En definitiva, examinamos en base a conjeturas sobre algo que no tenemos certeza.      
La especulación forma parte de la vida diaria de todos los individuos. Desde pequeño lo hacemos en base a hipótesis sobre cosas que no tenemos certezas, pues la vida es una búsqueda de certidumbres a través de riesgos que debemos asumir para obtener algunas seguridades.
En la historia de la filosofía, los griegos valoraban especialmente a la especulación. Desde Aristóteles hasta el presente las distintas corrientes de pensamiento la han considerado. El estagirita refería al conocimiento teórico, contemplativo y especulativo, como el más grato y apto para llegar a la verdad.   
No debe dudarse que Alberto especuló durante toda su vida política. Midió y mide cada uno de sus actos con gran astucia. Se consagró presidente de la nación, cargo que nació por el ofrecimiento de su jefa política y verdadera poseedora del poder real, la Sra. Cristina Fernández. Seguramente analizó con sumo cuidado las premisas que lo depositaron en esa cima, y es muy conocedor que a ese puesto jamás hubiera accedido sino hubiera sido por quien diseñó con admirables artes maquiavélicas su escala al poder.
Es asombroso como Alberto fue tejiendo su camino político, cruzando de vereda en vereda hasta el punto que supo aprovechar el atajo que le brindaron para coronarse presidente. Asombra tanto que merece el máster callejero de la especulación. Vale detenerse a observar como siempre disfrazó sus actuaciones políticas con los discursos que las justificaban, conductas dignas de un perito excelso del fingimiento. El cinismo que compone su personalidad le hace “sobrellevar” las disidencias que tiene con quienes forman parte del grupo duro que responde a la jefa. Un maestro en ocultar sus propias diferencias con ellos. Su falsedad, está trabajada a través de un largo aprendizaje político. Recordemos que Alberto, objetivamente no resiste un archivo; pero él sí los resiste.
Ilustración mayúscula de tal accionar inescrupuloso es la alabanza exagerada con la que ha distinguido al líder del sindicato camionero en la citada tercera apertura del sanatorio mencionado. Declaró: “es un dirigente gremial ejemplar”, “dijimos que íbamos a volver mejores, estamos siendo mejores Hugo, estamos siendo mucho mejores”. En la calidad de su mente especulativa, Alberto ataca a empresarios por ser miserables y especuladores, simultáneamente se refugia en el sector sindical en general, enalteciendo en particular al señor Moyano. Por lo tanto, plantea ante la sociedad un escenario de buenos y malos en una época muy sensible en virtud de la confusión que reina en la batalla con el coronavirus. A la par, convoca a la unidad de todos los argentinos. Manifiesta contradicción, ¿no?
No vacilo en el triunfo que la ciencia tendrá sobre el virus, ansío que sea pronto. Digo victoria de la ciencia, no de nuestros “funcionarios científicos” que brutalmente expusieron a los mayores en un corralón bancario digno del mercado de Liniers.  
El virus venenoso que nos acecha nos obliga a aceptar las exigencias de las instrucciones del Estado, situación ésta que resulta ser fértil terreno para que se nos engañe guiándonos por derroteros que desembocan en sacrificios del valor libertad a futuro. Verbigracia, el ciberpatrullaje en redes sociales para auscultar el humor social, lo cual es una flagrante violación al art. 4 de la ley 25.520 de inteligencia nacional. No hubo país en el mundo que subsiguiente a crisis de magnitud, la libertad no haya sido cercenada.
Estemos atentos, en vigilia firme para que líderes como Alberto, lisonjero con algunos y ofensivo con otros, no pisoteen las libertades individuales. Esta licencia extraordinaria que le hemos dado no puede ser excusa para que luego de esta desgracia que soportamos no se instale en el vivir cotidiano porvenir. No puede ser que lleguemos a una inercia que no podamos revertir y los muros permanezcan. 
      El autor es abogado y presidente de la Fundación LibreMente de la Ciudad de San Nicolás, Buenos Aires, Argentina.
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