Coronavirus: los disidentes
por Alvaro Vargas Llosa.
Los mejores resultados contra el coronavirus no se han dado aboliendo la libertad de movimientos ni acogotando la iniciativa privada, sino disintiendo inteligentemente de la histeria universal que exigía ambas cosas.
Lo que permitió a Corea del Sur -que no ha decretado el confinamiento masivo y donde menos de 180 personas han muerto por el coronavirus- controlar la epidemia, fue la masificación de pruebas. Gracias a una reforma que en 2016 aligeró el pesado fardo regulatorio que hubiera obstaculizado la elaboración de test en esta crisis, varias empresas de biotecnología pudieron desarrollarlas y obtener rápida aprobación: Kogene, Seegene, Solgent, SD Biosensor.
Lo que ha permitido su relativo éxito a Alemania, con casi el doble de habitantes que España pero diez veces menos muertos por el coronavirus, es también la masificación de las pruebas. La semana pasada hicieron 350.000 test y ahora van por los cerca de 500.000 semanales ¿Cómo lo logró? Cuando Charité, la entidad vinculada a dos universidades cuyo equipo de virólogos lidera Christian Drosten, desarrolló un kit de análisis, el sistema descentralizado alemán, bajo el cual los laboratorios no están subordinados a una autoridad política intervencionista, pudo empezar a hacer pruebas velozmente. En Alemania hay un confinamiento menos generalizado e implacable que en España (según el interesante sistema de análisis de movimientos que está empleando Google, en España las visitas a los parques han caído un 90 por ciento y a las farmacias y tiendas de comida un 76 por ciento, mientras que los porcentajes alemanes son 49 y 51 respectivamente).
Otros países también han tenido éxito con una política menos restrictiva, como Suecia, gracias a que ciertas cosas las hicieron bien y a una vieja disciplina civil.
Pero no sólo estos ejemplos deberían abrirnos los ojos frente a la compatibilidad que toda sociedad civilizada debería perseguir entre ser libre y estar segura. Hay también un principio más general y obvio: cuando un país es financieramente sólido, y eso no se logra nunca con una fiscalidad infantil, está en mejor posición para enfrentar una pandemia. En 2007, España tenía una deuda pública que ascendía al 37 por ciento del PIB, mientras que las de Alemania y Holanda, que estaban más endeudados, equivalían a 65 y 40 por ciento. Hoy, la deuda de España asciende a casi un 100 por ciento, mientras que las de Alemania y Holanda, dos países que sí hicieron sus deberes en todos estos años, bordean el 60 y el 50, respectivamente. Italia tampoco hizo sus deberes: tenía una deuda equivalente a 100 por ciento del PIB y la que tiene ahora, 130 del PIB, es bastante peor.
La lección no es que hay que ser un rubísimo y germanísimo Übermensch para hacer las cosas razonablemente bien, sino que quienes las han hecho atrozmente mal deben aprender de los mejores -los disidentes- para que la próxima crisis no cueste tantas vidas inocentes por culpa del tercermundismo político.
ABC, Madrid - 05/04/2020.
Publicado en ABC España.
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