La CGT: 85 años de uniones y divisiones. La primera central unificada de los trabajadores argentinos celebra otro aniversario. Desde 1945 se identificó con el peronismo, pero la unidad invocada siempre fue precaria o forzada.
Por Santiago Senen Gonzalez y Fabian Bosoer.
La Confederación General del Trabajo (CGT), primera central
unificada de los trabajadores argentinos, fue fundada el 27 de septiembre de
1930, apenas tres semanas después del primer golpe de Estado que derrocó a un
gobierno democrático; como prefigurando que las luchas y los derechos civiles y
políticos no siempre coincidirían con las reivindicaciones sociales y
económicas.
Los líderes sindicales aprenderían desde entonces a tratar
con los gobiernos, en la confrontación como en la negociación, más allá de su
color político, ideología y legitimidad de origen. Esta primera CGT, que tomó
su nombre de su homónima francesa, cuna del sindicalismo europeo creada en
1895, fue el resultado de la fusión de otras dos preexistentes: la
Confederación Obrera Argentina (COA), de tendencia socialista, y la Unión
Sindical Argentina (USA), de orientación sindicalista.
La COA, que era más poderosa por el peso de sus gremios y
por su número, contaba con la Unión Ferroviaria, La Fraternidad, los
municipales, empleados de comercio y metalúrgicos, y sus afiliados se
calculaban en 100 mil. La USA agrupaba a telefónicos, marítimos, trabajadores
del Estado y tranviarios, con un total aproximado de 15 mil afiliados.
Su primer secretario general fue el ferroviario socialista
Luis Cerruti y lo acompañaban, entre otros referentes gremiales de esa época,
José Domenech, Silverio Pontieri, Sebastián Marotta, Francisco Pérez Leirós, y
Angel Gabriel Borlenghi, quienes no imaginaban en aquel momento el protagonismo
que tendrían años más tarde.
Otra de las características de aquella central era la
cantidad de inmigrantes, en su mayoría españoles, italianos y rusos. Una
tercera parte de los miembros del comité eran extranjeros, incluyendo los
nacionalizados. Los ferroviarios ejercían un liderazgo natural derivado de la
centralidad que tenían esas vías del transporte para una
economía agraria orientada hacia la exportación.
El primer congreso general de esa central obrera recién pudo
reunirse a fines de marzo de 1936; pero en ese mismo acto se consumó la primera
división. Como consecuencia, de inicio hubo dos CGT. Una de ellas conocida como
CGT-Independencia, por la calle en que funcionaba la sede de la Unión
Ferroviaria, estaba integrada en su mayoría por entidades conducidas por
socialistas y comunistas.
La otra, con el aporte de gremialistas de tendencia
“sindicalista”, formó la CGT-Catamarca, que se desempeñaba en la sede de los
trabajadores telefónicos. Cuando se realiza su segundo congreso, en diciembre
del ’42, vuelve a producirse una escisión: el secretario general, el
ferroviario Domenech, es derrotado por Borlenghi, de comercio, y Pérez Leirós,
de los municipales, con apoyo de los comunistas liderados por José Peter, del
gremio de la carne.
Nacerían la CGT Nº 1, que agrupaba a ferroviarios,
tranviarios, textiles, calzado y cerveceros, y l CGT Nº 2, con los mercantiles,
municipales, gráficos, metalúrgicos, construcción, estatales.
Al finalizar 1944, una nueva Comisión de Unidad Sindical,
con participación de Ferroviarios, La Fraternidad, Unión Tranviarios, enarboló
un programa de acción conjunta “en defensa de las libertades sindicales e
individuales de los trabajadores y de los postulados democráticos;
independencia del movimiento sindical de todos los partidos políticos, o
agrupaciones religiosas; mejoramiento social y económico de los trabajadores”.
La orientación adoptada tenía ya afinidad con las políticas
laborales del coronel Juan Domingo Perón que, desde julio de ese año, ocupaba,
además de la secretaría de Trabajo y Previsión, la vicepresidencia de la Nación
y el Ministerio de Guerra.
La CGT con Perón. Tras la movilización popular del 17 de
octubre de 1945, los dirigentes sindicales aportaron sus hombres a las listas
del recién creado Partido Laborista, que postulaba la candidatura de Perón a la
presidencia con las banderas de la justicia social. Treinta y cuatro
legisladores nacionales salieron de la CGT o de gremios autónomos.
El Partido Laborista establecía en su programa la
recuperación de los servicios públicos y de las industrias fundamentales; la
distribución de la tierra y la consecuente eliminación del latifundio; la
socialización de la propiedad y la participación obrera en las ganancias.
Cuando Perón fue elegido presidente, luego de haberse ganado
la adhesión de las masas obreras, la sindicalización de los trabajadores
industriales pegó un fuerte salto y en poco tiempo cambió la correlación de
fuerzas dentro del movimiento obrero.
En este caso, más que como representante de los trabajadores
ante el Estado, el sindicalismo organizado se colocaba como representante del
Estado ante los trabajadores. No obstante ello, las luchas obreras también se
harían oír frente al gobierno peronista. La CGT será un escenario central en el
que se expresarán esas líneas de fuerza, con sus tensiones y conflictos.
Durante los dos primeros gobiernos peronistas se sucedieron
al frente de la central obrera el ferroviario Silverio Pontieri, el telefónico
Luis Gay, Aurelio Hernández, del gremio de la sanidad, José Espejo, de la
alimentación, y Eduardo Vuletich, de los trabajadores de farmacia. Con Espejo,
la relación de la CGT con el gobierno peronista se transformó en íntima. Seguía
con su labor de aglutinamiento y, salvo casos excepcionales, centralizaba
férreamente el control sobre las organizaciones gremiales.
Desde la sanción de la Constitución de 1949, la Secretaría
de Trabajo y Previsión adquirió jerarquía de Ministerio y su contacto con la
conducción de la CGT era permanente, no sólo a través de su titular, sino de la
esposa del primer mandatario, Eva Perón.
En abril de 1950, un congreso nacional extraordinario hizo
explícita la “peronización” del movimiento obrero organizado. Contaba por
entonces con 707 organizaciones adheridas, 92 delegaciones regionales y 167
organizaciones con representación en el Comité Central Confederal. Declaraba
contar con 5 millones de afiliados, la totalidad de los trabajadores argentinos
de esa época. La cifra más aproximada era, en realidad, de 2 millones.
La identificación formal de la CGT con el justicialismo la
convirtió en la tercera rama del movimiento, junto con el Partido Peronista
Masculino y el Partido Peronista femenino.
Ese mismo año, la CGT inauguró su edificio de Azopardo 802.
Tenía, además, a su cargo el diario La Prensa, expropiado por ley del Congreso,
y colocó al secretario Espejo como director. Cuando murió Evita, el 26 de julio
de 1952, sus funerales tuvieron lugar en la sede de la central obrera. Durante
ese período se aprobó la Ley 14.250 de Convenios Colectivos de Trabajo,
sancionada el 29 de septiembre de 1953, y se concretó el Congreso Nacional de
la Productividad con la participación de la CGT y su contraparte empresarial,
la CGE.
Luego de respaldar hasta el final a Perón, proponiendo
incluso la formación de milicias obreras, la conducción de la CGT tuvo una
actitud inicial dialoguista con quienes lo derrocaron en 1955. La conducción,
con su secretario general Hugo Di Pietro a la cabeza, fue recibida por el
general Eduardo Lonardi, que prometía “ni vencedores ni vencidos”. Pero tras el
desplazamiento de Lonardi, con Aramburu y Rojas, la CGT fue intervenida, el
peronismo proscripto y la mayor parte de los dirigentes fueron encarcelados o
debieron pasar a la clandestinidad.
Intervención y Resistencia. Los años 60, con el peronismo
proscripto, serán los de la Resistencia y los Planes de Lucha contra los
gobiernos militares y los civiles de Arturo Frondizi y Arturo Illia. Surge una
nueva camada de dirigentes, junto al metalúrgico Augusto Timoteo Vandor y el
textil Andrés Framini, José Alonso, del vestido, Riego Ribas, por los gráficos,
Amado Olmos, de la sanidad; Agustín Tosco, de Luz y Fuerza en Córdoba, entre
otros.
El sindicalismo peronista se hizo fuerte desde las 62
Organizaciones, pero también allí se produjeron divisiones: hubo unas 62
“Leales a Perón” y otras “De Pie junto a Perón”. Más tajante fue la división
entre el sindicalismo “burocrático” y el “combativo”, que tuvo como expresión
el enfrentamiento entre la CGT Azopardo y la CGT de los Argentinos, liderada
por el gráfico Raimundo Ongaro, con sede en Paseo Colón. Fue una disputa
profunda que se intensificó con el regreso de Perón y durante el tercer
gobierno peronista, entre 1973 y 1976.
Una disputa que se dirimió con violencia y se cobró la vida
de miles de trabajadores y dirigentes, desde la base hasta la cúspide,
incluyendo a sus principales referentes: Vandor, Alonso, José Ignacio Rucci y
Atilio López, entre muchos otros, cayeron asesinados en la lucha fratricida
entre la izquierda y la derecha peronista. La dictadura militar instalada en
1976 monopolizó –y extendió– esa violencia represiva instaurando el terrorismo
de Estado. Sin embargo, no dejó de habilitar una vía de conversación con los
sindicalista.
Sindicalismo en democracia. Adaptación e inserción,
movilización y resistencia: la combinación de estas distintas modalidades
define la actuación del sindicalismo argentino en los últimos 32 años de
democracia. Insuperables en el arte de la negociación, los dirigentes
sindicales acompañaron cambios socioeconómicos y fluctuaciones políticas, gobiernos
de uno y otro partido y orientación, recambios de funcionarios y agotadores
procesos de elaboración e implementación de políticas laborales.
Fueron la primera línea de avanzada, liderando
movilizaciones políticas y sociales y retaguardia en la defensa de intereses,
espacios de poder o conquistas consideradas derechos adquiridos. Pusieron y
voltearon ministros; estuvieron “de los dos lados del mostrador”.
De los gremios artesanales y de oficios a los sindicatos
industriales y de servicios; de las luchas por las ocho horas, condiciones de
trabajo y salario dignos a los beneficios sociales –salud, educación, turismo–;
de las huelgas revolucionarias contra la explotación de los regímenes
oligárquicos y la represión de las dictaduras a los paros y medidas de fuerza
contra los planes de ajuste y la incidencia en la puja distributiva, pueden
trazarse líneas de continuidad y puntos de ruptura.
Del mismo modo, la representación de los trabajadores
asalariados en relación de dependencia, sector privado o público –alrededor de
2,5 millones–, comparte espacios con las de los tercerizados, independientes y
desocupados, que también se agrupan gremialmente. Así como la CGT coexiste con
la CTA, central que plantea la afiliación directa y reclama libertad sindical.
De Lorenzo Miguel y Saúl Ubaldini a Jorge Triaca, Oscar
Lescano y Armando Cavalieri; de Víctor De Gennaro y Mary Sánchez a Luis
Barrionuevo, Antonio Caló y el último gran referente actual, el camionero Hugo
Moyano; de los sindicalistas de overol y comisión interna de base a los
poderosos jefes sindicales con empresas, llegamos a la actualidad, con cinco
centrales gremiales; dos de ellas cercanas al Gobierno, la CGT-Balcarce y la
CTA oficialista, y otras tres, la CGT-Azopardo, CGT Azul y Blanca y CTA opositora,
más los adscriptos a partidos de izquierda.
Con las elecciones presidenciales en puertas, sus
principales referentes se posicionan de cara al próximo gobierno: unos buscan
la unidad para fortalecerse en la mesa de negociaciones, otros exploran
alianzas con la aspiración a ganar más poder. Los alineamientos estarán dados
principalmente por sus formas de interlocución con el Gobierno, reproduciendo
el dilema histórico del sindicalismo frente a los poderes del Estado: buscar un
lugar de asociación dentro del poder o plantear sus reivindicaciones y
posiciones frente al poder.
*Santiago Senén González, periodista e historiador; Fabián
Bosoer, politólogo y periodista, autores de La lucha continúa, 200 años de
historia sindical en la Argentina, Editorial Vergara, 2012.
Publicado en Diario "Perfil", 27 de septiembre de 2015.
EL PARO DEL 30 DE MARZO DE 1982 |
Publicado en Diario "Perfil", 27 de septiembre de 2015.
http://www.perfil.com/elobservador/La-CGT-85-anos-de-uniones-y-divisiones-20150925-0080.html
Las imágenes son de internet.
Las imágenes son de internet.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.