Isabel Perón: su vida desde los inicios en fotos y
documentos nunca vistos por Juan B. Yofre.
Una hoja a merced de la tempestad.
María Estela Martínez de Perón, más conocida como Isabel
Perón o, para sus muy íntimos, Chabela, es una mujer que siempre demostró una
predilección por conocer su futuro, a través de distintas instancias. Con
seguridad nunca pudo entrar en Aquelarre, la tienda de antigüedades de Chochó
Anchorena, en Juncal y Talcahuano, para consultar a la famosa Hilda Colela. Por
razones económicas y sociales, tampoco pudo entrevistarse, en los años '50 o
'60, con Mister Lack; Casandra, en Parque Lezama o la italiana Hebe, los
videntes más consultados en Buenos Aires. En Madrid solía prestarse a las
sesiones de tirada de cartas, el globo de vidrio, contacto de manos y la Carta
Natal del ex diputado Luis Sobrino Aranda. En cada uno de esos encuentros
buscaba que le aclararan su destino. Raro sino el de Isabel, porque a pesar de
vivir con "el hombre del destino", exigía su ubicación en ese futuro
incierto. Quizá, en su interior, se adelanto al Gabriel García Márquez y su
conocida máxima: "Estoy a merced de un destino que no es el mío".
Ella lo sabía, dependía de Perón y, en su característica reserva, sabía, como
aconsejaba Schopenhauer, que "el destino mezcla las cartas y nosotros las
jugamos".
Hoy, hace ochenta y seis años, en La Rioja, nacía María
Estela Martínez Cartas, la tercera esposa de Juan Domingo Perón, el fundador
del Partido Justicialista, que signará la historia argentina durante décadas.
Como veremos, su historia no es común y nunca la imaginó. Siendo una bailarina
veinteañera poco reconocida se emparejó con el político más importante de esos
años. No buscó fortuna porque en lo inmediato sufrió junto a él una estrechez
económica inimaginable. Luego se casó en Madrid. Observó de cerca a todos los
personajes de La Divina Comedia argentina, que suelen transitar la vida de la
política. Más tarde, junto a su esposo, vivió el tiempo de la reparación y la
bonanza. Atravesó varios huracanes y también fue una hoja a merced de la furia.
En 1973 su marido la eligió, equivocadamente, para ser
vicepresidenta de la Nación. Al año siguiente se convertía en la primera
Presidenta de la Nación y del mundo. Para ninguna de las dos funciones estaba
preparada, es una opinión generalizada. Por más horas que haya escuchado a
Perón dialogar con lo más granado de la intelectualidad de la época, la cultura
y la sabiduría no se transmiten por ósmosis. Presidió una Argentina que se
desarticuló tras la muerte de Juan Domingo Perón. Él era el vértice de todas
las corrientes de su enorme movimiento político y cuando desapareció,
físicamente, Isabel no tuvo la autoridad para rearmar y mantener el gran
damero. La crisis, como a otros mandatarios que la antecedieron y sucedieron,
la devoró. Ella contó que a la muerte de Perón quiso renunciar y todos los que
la rodeaban, militares y civiles, le pidieron que no lo hiciera porque la iban
a acompañar. En plena debacle de su gestión –octubre de 1975– podía haber
vislumbrado un camino decoroso con su retiro pero se empecinó en quedarse en la
Casa Rosada. Para peor, el país se encontraba sumergido en una guerra civil, y
una Nación infiltrada por el castrismo y su violencia.
El 24 de marzo de 1976 fue detenida y confinada en soledad.
Ahí demostró su mejor perfil que fue el de su dignidad personal. Todos la
reconocen. Los salvadores de la Patria dejaron el gobierno en 1983 en peores
condiciones económicas y sociales. Y cuando ya boqueaban, en julio de 1981, la
liberaron y ella volvió a Madrid. Vivió y vive aún sin decir una palabra
pública de sobre todo lo que debió sortear. No es "una abogada exitosa",
ni tiene una cadena de hoteles. Su discreción y decoro son un ejemplo. Tampoco
es una impostora y a diferencia de otros mandatarios vive sobriamente.
En el pasado -en dos ocasiones- mantuve con Isabel varias
horas de conversación. Miraba a los ojos, hablaba con firmeza y sin levantar la
voz. La distinguía su acento madrileño.
País raro, ingrato, en el que vivimos. Hasta hace un año se
lucían en la Casa de Gobierno las imágenes de personajes que nada tienen que
ver con la Argentina. Alguno, incluso, le provocó daños irreparables. Estaban
los retratos de Ernesto "Che" Guevara; el chileno Salvador Allende;
el nicaragüense Augusto César Sandino; el peruano Tupac Amaru; el venezolano
Hugo Chávez y hasta la "Coca" Sarli. Nadie reparó, ni repara, que
falta María Estela Martínez Cartas de Perón, por lo menos porque es parte de
nuestra historia.
Ante una invitación de Infobae me atreví a reseñar la vida
de Isabel Perón. Pero asumí que debía realizarla de manera diferente con
respecto a otros cronistas. Desde el primer momento me dije que no es posible
contar la vida de esta mujer riojana sin hablar de Perón y su tiempo, porque
sin Perón esta historia nunca hubiera sido escrita. Ella, en su intimidad, lo
reconoce.
Juan Domingo Péron exiliado en Panamá. La presencia de
"Isabel".
El 2 de noviembre de 1955 el ex presidente constitucional
Juan Domingo Perón abandonó su exilio en Asunción del Paraguay a bordo de un
DC-4 de la Fuerza Aérea del Paraguay conducido por Leo Novak, el piloto
personal del presidente Alfredo Stroessner. Tras recalar en Río de Janeiro, San
Salvador de Bahía (donde pasó la noche), la base militar de Amapá, en la región
amazónica y Caracas, Venezuela, llegó al aeropuerto panameño de Tocúmen el
domingo 6 de noviembre de 1956.
Para gran parte de los historiadores ése día Perón tenía 60
años bien llevados. En realidad tenía 2 años más porque, como le contaría en
1964 a su médico español Antonio Puigvert, "él había nacido en 1893, en el
interior del país, y en aquella época, dada la enorme mortalidad infantil que
existía, los niños no se inscribían hasta que superaban los primeros
embates".
El avión aterrizó a las 8.55 de la mañana. Si bien era
invierno en Panamá –muy lluvioso y húmedo– en la primera foto en tierra
panameña se lo observa bien plantado, sonriente, y rodeado por "Don
Lilo", el general Bolívar Vallarino, comandante de la Guardia Nacional, y
a su izquierda Alfredo Alemán Bermúdez, más conocido como el "Mayor
Alemán". El segundo de la derecha era su ex embajador en el país, el
ingeniero Carlos Pascalli. Apenas llegado se alojó en calidad de huésped
oficial en el Hotel Panamá y al día siguiente visitó al presidente Ricardo
Arias en el palacio presidencial de Las Garzas. Su estadía en la suite
presidencial tenía un tiempo prudencial y Perón no estaba en condiciones de
sobrellevar los gastos en el futuro, a pesar de que se corría el rumor que
contaba con una fortuna de setecientos millones de dólares. Y lo real es que
sólo recibía, desde Asunción del Paraguay, mil quinientos dólares trimestrales,
de manos de su administrador Ricardo Gayol (cuento con los documentos
probatorios en mi archivo).
A los pocos días viajó a la ciudad de Colón y se alojó en el
Hotel Washington. Como observó el periodista Emilio Perina –que no era
peronista—"cuando lo vi en Panamá, vivía en una pobreza que me resultó
desoladora." El ex diputado justicialista Raúl Bustos Fierro fue más
brutal al afirmar que vio al ex mandatario en la ciudad de Colón en estado de
"leprosidad".
Al respecto, el 19 de marzo de 1956, Perón le envía a
Ricardo Gayol una carta, en mano, aprovechando la estadía del Dr. Obregón en
Panamá. "Yo estoy aquí –le dice—en las mejores condiciones, si bien en lo
que respecta a mis asuntos en la Argentina me encuentro un poco lejos. En
cuanto a la vida aquí es cara y mala, pero yo voy capeando bien el temporal en
espera que las cosas en Buenos Aires se compongan de un momento a otro. […] Con
referencia a mi estado financiero no sabe usted lo bien que me vienen los
envíos trimestrales, de los que ya he recibido dos: el primero de noviembre,
diciembre y enero y el segundo de febrero, marzo y abril. […] Pero lo importante
es pasar esta etapa de la vida en que la estrechez nos hará ver nuestra propia
imprevisión. Cuando hablan de setecientos millones de dólares, me causa pena,
porque si los tuviera los compraba a todos los que me combaten con el diez por
ciento de ese dinero. Pero como al contrario no tenemos nada, tenemos que hacer
equilibrios. Algún día la verdad se abrirá paso y estos miserables quedarán
como lo que son: unos inmundos calumniadores y nada más. Yo le agradezco a
usted la gauchada que me hace de hacer producir lo que poco tengo y esa será mi
gratitud hacia su generosa actitud y ayuda".
En esos días Perón se manejaba con dos secretarios: Isaac
Gilaberte (asistente y chofer) y Ramón Landajo que lo seguía desde su temprana
juventud. Carlos Pascali, el ex embajador peronista en Panamá, se mantenía
cerca y Víctor Radeglia que lo venía acompañando desde Asunción no duró
demasiado.
Unas semanas antes de la carta a Ricardo Gayol, Perón vivirá
dos hechos distintos que lo marcarán de por vida. El primero es de tipo
personal. Dos días antes de la Navidad de 1955 fue invitado a presenciar un
espectáculo de danzas en la ciudad de Panamá. Se trataba del Ballet dirigido
por el cubano Joe Herald. Para Joseph Page (Perón. Una biografía, Grijalbo,
Buenos Aires, 1999) , la troupe venía de una gira por Estados Unidos y
Colombia. Para Enrique Pavón Pereyra el ex presidente presenció la obra que se
dio en el local "Happy Land" y después invitó a todos a la ciudad de
Colón donde vivía. Gilaberte se adjudicaba la idea de haber invitado al grupo
al Hotel Washington.
Detalles. Lo importante es que en esas horas Perón conoció a
una de las integrantes, María Estela Martínez Cartas, cuyo nombre artístico era
Isabelita. Ella, luego de unos días de intimidad, le preguntó:
-General ¿no necesita usted una secretaria?
-Sí, creo que voy a necesitar una secretaria.
-Yo podría ayudarle incluso como camarera, además de
secretaria.
-No tengo dinero.
-Trabajaría gratis.
Juan Domingo Perón y la joven Isabel, de 24 años,
establecieron una relación y a mitad de enero de 1956 ya vivían juntos. En esos
días, el ex presidente comenzó a llamarla "Chabela".
Los datos de Page no coinciden con los de Enrique Pavón
Pereyra en su libro sobre la "Vida íntima de Perón", porque va a
contar que "el 28 de enero de 1956, a lo mejor sin imaginarse lo que la
esperaba, la corista Martínez Cartas partió rumbo a Panamá" (desde Bogotá)
y "diecisiete años después, la misma muchacha que fue reseñada con tan
poca consideración en los archivos del Servicio de Inteligencia Colombiano
(SIC), sería la esposa del Presidente y ella, a su vez, asumiría la
vicepresidencia de la República".
"Isabel llega a Panamá en el mes de diciembre con el
Ballet Joe Herald" (o Joe Herald's Ballet), me contó Ramón Landajo en un
reportaje grabado el 2 de febrero de 2010. Como se observa nunca tuvo buenas
relaciones con Isabel.
¿Joe Herald? volví a preguntar.
Landajo: Si, que se lo había armado la SIDE. Se lo había
armado con la finalidad que una de las chicas entrara en el círculo íntimo de
Perón, que en ese momento Perón se había levantado a la estadounidense Eleanor
Freeman ahí en el Hotel Washington. […] la levantó él ahí, porque estaba por
fumar y le fue a prender el cigarrillo… Que no tenía nada que ver con ningún
servicio de de los EE.UU. Era una vendedora de un comercio de Chicago, que
había llegado ahí antes que Perón. Bueno, le hicieron la vida imposible, decían
que la teníamos secuestrada, ahí estaba Pascali. En ese momento, te digo
quienes estábamos con el general, estaban Gilaberte, Pascali y yo. Había
llegado con Víctor Radeglia, que lo habían metido en el avión de Paraguay, para
que lo acompañara a Perón, pero sabíamos que era Servicio y Perón lo
sacó".
Una fuerte presión de la embajada argentina en Washington DC
hizo que Perón tuviera que salir del Hotel Washington. La excusa fueron unas fuertes
declaraciones de Perón a un matutino y como la propiedad del hotel era del
gobierno de los Estados Panamá, tuvo que mudarse a un modestísimo departamento
en la calle 38 Nº 2-52, Bella Vista, cercano a la Embajada de los Estados
Unidos (según Page, Perón dejó el Hotel Washington el 27 de febrero de 1956).
El 5 de mayo de 1956, Perón vuelve a escribirle a Gayol para
decirle que "después de dos meses de silencio, el banco me comunicó que se
había dispuesto el cobro del cheque y que me lo acreditaban en mi cuenta. Usted
ve la seriedad de estos señores americanos". Se trataba del depósito del
cheque del National City Bank al Banco Nacional de Panamá. En la misma misiva
comunicaba que volvía a instalarse en la ciudad de Colón, esta vez en una casa
de la Calle 9, número 10095. Para evitar que los "curiosos la puedan
interceptar", le dice a Gayol que le escriba a la "Señora Carmen
Bardales. Apartado 604 de la Ciudad de Colón, Panamá".
Las siguientes cartas de la correspondencia inédita entre
Perón y Ricardo Gayol dan cuenta de la situación privada del exiliado y su
preocupación por el retardo de la correspondencia. "No imagino cómo
recibió tan tarde la carta que le envié por el amigo anteriormente…yo me he
mudado de nuevo a la Ciudad Colón (se mudó el 7 de mayo de 1956), por razones
de tranquilidad y seguridad. Aquí tengo más y mejores amigos que en
Panamá".
El 20 de julio de 1956 Juan Perón viajó a Nicaragua sin
Isabel. Lo hizo como consecuencia de la Conferencia de Presidentes Americanos
que se iba a realizar en Panamá, con la presencia del mandatario de facto Pedro
Eugenio Aramburu, y por presión argentina dejó el país. Luego de una estadía de
nueve días, entre la Casa Presidencial en Managua y la hacienda El Tamarindo,
propiedad de la familia Somoza, retorno a Panamá y unos días más tarde -8 de
agosto de 1956- viajó a Caracas, Venezuela, donde es esperado por un centenar
de exiliados argentinos. Entre tantos por el general Raúl Tanco, uno de los
jefes de la sublevación de junio de 1956, que logró salvar su vida refugiándose
en la Embajada de Haití. Antes de partir de Panamá un periodista le preguntó su
opinión sobre la Conferencia de Presidentes y Perón responde que no tiene nada
que decir, salvo que "soy el presidente constitucional de la Argentina.
Como presidente de mi país estoy en receso" (Diario La Hora, Panamá, 9 de
agosto de 1956).
Luego de despedirse de sus amigos en el aeropuerto de
Tocúmen, Perón, Isabel y el argentino Rodolfo Ignacio Martínez suben a un avión
de la Línea Aeropostal Venezolana hasta descender en Maiquetía, Caracas, a las
20.55 del 8 de agosto. Lo primero que observa en el aeropuerto es un cartel que
levantan algunos seguidores: "Bienvenido, nuestro pueblo argentino te
reclama". Unos días antes, Isaac Gilaberte había partido a Venezuela a
borde del trasatlántico Américo Vespucio llevando el automóvil Opel del
General.
Entre Caracas y República Dominicana. El pacto con Arturo
Frondizi.
Entre 1956 y 1958 Perón vivió en Caracas, cuando gobernaba
el general Marcos Pérez Jiménez, un militar que había accedido al poder en 1948
tras una sucesión de gobiernos inestables. "Nunca tuve la oportunidad de
verlo -relato el ex mandatario argentino en Yo, Juan Domingo Perón-, aunque
muchos funcionarios y aun ministros suyos fueron mis amigos […] A mi juicio, el
gobierno de Pérez Jiménez fue bueno desde el punto de vista administrativo y
malo desde el punto de vista humano". Según el argentino, a la política
del regordete presidente venezolano le faltaba "proyección social".
Para Perón los venezolanos "eran esclavos de su exuberante producción
petrolífera porque tenían que importar de los Estados Unidos los alimentos en
lata y un país que no produce su propia comida es siempre tributario de los que
la producen. La solución mía era 'sembrar el petróleo', es decir, que toda la
riqueza que se sacara del petróleo se dedicase a sembrar y criar ganado para
hacer carne, maíz, hortalizas".
En septiembre de 1956 llegó a la capital venezolana, desde
Brasil, el mayor Pablo Vicente, el que había defendido a Perón en junio de
1955; sufrido cárcel e intervenido en la sublevación del general Juan José
Valle (fusilado el 12 de junio de 1956). En un largo reportaje inédito que le
hizo el historiador y diplomático Guillermo Gassio, en Montevideo, durante
junio de 1977, Vicente relató que cuando llegó a Caracas "ya se
encontraban el general (Raúl) Tanco, el coronel González, el teniente coronel
Salinas, el coronel Nasta y otros militares que habían participado junto
conmigo en el movimiento del 9 de junio y que se exiliaron. Ellos habían ido a
vivir a Caracas pero Perón no los había recibido por una intriga que había
creado un argentino que se titulaba peronista, que se había metido debajo del
ala a Perón, un tal Rodolfo Martínez, alias Martincho, que había ido a vivir
también con Perón en ese departamento de living comedor, dos dormitorios, baño
y cocina. Vivíamos en el Edificio House Mary de la avenida Andrés Bello y
Cuarta Transversal de Guaycaipuru" (Perón, el 26 de octubre de 1956, le da
a Gayol la dirección de su nueva morada y la escribió así: Edificio "Jos
Mary", Departamento 19, Avenida Andrés Bello y 4ª Transversal de
Guaicaipuro).
"Era tan difícil la situación económica de Perón en ese
momento –cuenta Vicente—que nosotros habíamos convertido los dos dormitorios
para dormir en living. Recibíamos gente que venía a visitar a Perón en el
comedor porque la habíamos convertido en oficina. Era un ambiente que lo
separábamos con una cortina de tela que la corríamos y almorzábamos y cenábamos
en la cocina. Debo decirle más, eran comidas bastante modestas y tomábamos vino
nada más que los domingos, un vasito cada uno, porque había que medirse hasta
en el vino porque no había plata".
Mientras el gobierno de la Revolución Libertadora debatía
sobre cuándo convocar a elecciones para integrar una Convención Constituyente y
luego llamar a elecciones presidenciales y entregar el poder, el año 1957
comenzó con una crisis de gabinete y el nuevo Ministro del Interior sería
Carlos Alconada Aramburú y el nuevo canciller Alfonso Laferrere. Para algunos
observadores la designación de Alconada, aconsejada por Ricardo Balbín, marcaba
la preferencia de Aramburu por el dirigente platense de la UCR.
La crisis del radicalismo ya había mostrado sus primeros
signos a fines de 1956 cuando el sector de Arturo Frondizi –presidente del
Comité Nacional—se lanzó a propiciar un candidato presidencial para presionar
al gobierno a llamar a elecciones. El Movimiento de Intransigencia Radical
apoyó la fórmula Frondizi-Gómez (creando la Unión Cívica Radical Intransigente)
y el sector de Ricardo Balbín (que exigía el voto de los afiliados) constituyó
la Unión Cívica Radical del Pueblo, propugnando la fórmula Balbín-Santiago H.
Castillo.
En medio de los coletazos militares, el 18 de marzo de 1957,
los dirigentes peronistas John William Cooke, Jorge Antonio, Héctor Cámpora,
Guillermo Patricio Kelly, Jorge Antonio, Pedro Gomis y José Espejo logran huir
de la cárcel de Río Gallegos y exiliarse en Chile. Desde Caracas, Juan Domingo
Perón le expresa a Cooke "la satisfacción que he tenido con la piantada
espectacular de ustedes. Realmente 'nos saltaron los tapones' cuando recibimos
insólitamente la información". Bajo la conducción de Cooke se constituye
en Santiago de Chile el "Comando Adelantado" del peronismo, se
organizan aún más los grupos clandestinos de la resistencia, los comandos de
exiliados y comienzan a cruzar la cordillera de los Andes distintos exponentes
de la política argentina. Rogelio Frigerio entre otros.
Mientras se desarrollaba la campaña para la elección de
convencionales constituyentes, el sábado 25 de mayo Perón es víctima de un
atentado explosivo del cual salió ileso. El General, en esa época, vivía en la
quinta "Mema" en la urbanización El Rosal y era custodiado por la
policía venezolana. Isaac Gilaberte y Ramón Landajo vivían en otra parte y
cuidaban el automóvil Opel de Perón. Cuando Isaac Gilaberte se subió al auto,
para ir a buscar carne para ofrecer un asado, y comenzó a conducirlo, se
produjo la explosión de una bomba de tiempo. El chofer quedó quedo levemente
herido y el auto se incendió. La consecuencia inmediata fue que el embajador
argentino, general Carlos Severo Toranzo Montero –que acuso a Perón de fabricar
un autoatentado y según el ex presidente el general era "un infradotado,
alérgico a cualquier aprendizaje" (Conversaciones con Perón, Enrique Pavón
Pereyra, Colihue/Hachette, Buenos Aires, 1978)-, fue declarado persona non
grata y en julio el gobierno de Buenos Aires rompió relaciones con Venezuela.
El autor del atentado, de apellido Sorolla, pertenecía al Servicio de
Inteligencia del Ejército, huyo a Colombia (Cómo se salvó Perón del ataque en
Caracas, La Nación, Buenos Aires 31 de julio de 2002).
Isabel, Perón y Sabina Olmos en una fiesta realizada el 31
de diciembre de 1957, Año Nuevo, en la casa del Subjefe de Seguridad de
Venezuela, casado con la argentina Zoé Ducós. También asistieron, Hipólito
Jesús Paz, Jorge Antonio, Charlo, Guillermo Patricio Kelly, Ángel Borlenghi y
Roberto Galán, entre otros
Durante la campaña para la elección de convencionales
constituyentes, Perón sostenía que el gobierno que convocaba a elecciones era
ilegal y al estar excluido el peronismo convertía a la convocatoria en más
ilegal. Por lo tanto mandó votar en blanco, abstenerse o anularlo. Arturo
Frondizi mientras tanto pedía apoyo para consolidar su proyecto "nacional
y popular". El 17 de mayo de 1957, Perón le escribe a Cooke: "Lo
importante de esto es que Frondizi, habla ya totalmente en Peronista y no solo
promete el restablecimiento de todas las conquistas dadas por el peronismo,
sino que ha aplaudido públicamente a las mismas, declarando que el peronismo
tiene el honor de haberlas otorgado" (Correspondencia Perón-Cooke, Tomo I,
Editorial Granica, Buenos Aires 1973).
Finalmente, el 28 de julio constató que los votos en blanco
eran mayoritarios: 2.119.147; la UCRP (Balbín); 2.117.160 y la UCRI (Frondizi)
con 1.821.459.
El 30 de agosto de 1957 se inauguraron las sesiones de la
Asamblea Nacional Constituyente -con 210 convencionales- y en el mismo acto los
75 constituyentes que respondían a Frondizi se retiraron, argumentando la
ilegalidad del cuerpo, de acuerdo a lo prometido en la campaña electoral,
dejando a la convención con un quorum precario. Casi tres meses más tarde -15
de noviembre-también se retiraron los demócratas y un sector de la Unión Cívica
Radical del Pueblo. El proyecto de reforma inspirado por el gobierno de
Aramburu había fracasado.
A los pocos días comienzan conversaciones más serias entre
la UCRI y el "Comando Adelantado" del peronismo en Chile. Por allí
pasaron el entonces frondizista Ricardo Rojo (ex abogado de Cooke cuando fue
detenido por el Gobierno Provisional), Ramón Prieto (era un talentoso
sindicalista español, emigrado de España, periodista y ensayista, hombre de
confianza de Rogelio Frigerio y autor de "El Pacto") y Rogelio
Frigerio. A diferencia de otros miembros, John William Cooke era partidario de
la salida electoral y de preparar al Movimiento para las batallas en las urnas,
contó Ramón Prieto en "El Pacto". En la capital trasandina, Cooke y
Rogelio Frigerio concuerdan un primer documento destacando que se deben "valorar
todos los imponderables que habría que resolver de una manera orgánica antes
que dos fuerzas como el peronismo y la UCRI encontraran puntos de coincidencia
que las unificaran en la acción".
Con el Informe Político en la mano y otros papeles (que
poseo), Ramón Prieto llegó a Caracas -por tres días- a mediados de noviembre
(no diciembre como dicen algunos autores que trabajan sin documentos). Ya para
esas horas, Perón contaba con un larguísimo informe de Cooke de fines de agosto
de 1957, que sostenía: "Cerrado el camino insurreccional inmediato, no
podemos pensar en mantener la unidad mediante un nuevo voto en blanco que de
triunfo a la Tiranía. Hay que buscar una solución de tipo político".
Juan Domingo Perón recibió el emisario frondizista en su
humilde departamento de la Avenida Urdaneta. En la ocasión, el enviado de
Frigerio le trazó un sucinto panorama, reconociendo que el peronismo era
todavía la mayoría; que la UCRI rompía el frente antiperonista y que si el
frondizismo se abstenía o votaba en blanco institucionalizaría a la fracción
más reaccionaria de la Revolución Libertadora. Luego de una larga exposición,
Prieto se retiró y volvió al día siguiente para seguir conversando. Tras unas
primeras palabras sobre la situación militar a la que Perón le otorgaba especial
atención, el dueño de casa dijo: "He pensado sobre el informe. Lo creo
objetivo y veraz. Para ustedes la salida está en empujar a Frondizi a que
profundice la quiebra de la unidad antiperonista y, en última instancia darle
apoyo electoral para que liquide al continuismo. Pero esa maniobra requiere una
conversación a fondo con alguien que lo represente, porque presupone
compromisos mutuos que, aunque deban permanecer en reserva para evitar la
contra-maniobra gorila, yo no voy asumir sin debatirlos con ese emisario".
A continuación Prieto sugirió que el enviado sería Rogelio
Frigerio, director del semanario "Qué", muy leído por el ex
mandatario, y Perón aceptó.
Pocas horas antes de la cumbre con Frigerio, Perón convocó a
un grupo de dirigentes peronistas para transmitirles lo que estaba sucediendo
con el frondizismo, escucharlos y tomar una decisión. En dicho plenario el ex
presidente dijo: "Frondizi está insinuando que lo apoyemos; a cambio
llamaría a nuevas elecciones completamente libres. Como ustedes saben han
venido para que yo decida sobre este tema, lo voy a pensar y en pocos días más
voy a tomar una decisión".
Cuando salió de la habitación, en la que solo quedó
Borlenghi, Cooke me dijo: "Ya está decidido. Y me pidió que fuera al
edificio Bolívar a poner un telegrama a Chile: "Que viaje Roberto".
El tal "Roberto" era Frigerio (Esto lo relata Enrique Oliva -Francois
Lepot- en una nota. No coincide con el texto del telegrama acordado con
Prieto).
El 3 de enero de 1958, Rogelio Frigerio llegó a Caracas para
dialogar con Juan Domingo Perón. Años más tarde le contaría al periodista Fanor
Díaz: "Tuvimos dos o tres días de extensas e intensas conversaciones hasta
que debimos interrumpirlas, felizmente cuando habíamos tratado las cuestiones
fundamentales, en razón del movimiento militar que derrocó a Pérez
Jiménez".
Frigerio, sin ponerse nervioso, le explicó al periodista
Fanor Díaz que en el momento de su encuentro con Perón en Venezuela el
peronismo se encontraba aislado. Por dos razones: por las acciones violentas de
la resistencia "que inicialmente fue alentada por el propio Perón" y
el "votoblanquismo" que había llevado a "automarginarse, de
dejar el campo libre al enemigo, y había sido admitido a regañadientes por las
bases". Para Frigerio "la iniciativa (del Pacto) surgió de Perón.
Nosotros, si bien no queríamos ser usufructuarios pasivos de la proscripción,
no podíamos forzar los hechos. Debíamos limitarnos a hacer lo posible para que
las condiciones del entendimiento maduraran naturalmente […] A mi regreso
"Qué" hizo la crónica de mi visita a Caracas bajo el título
"Misión Cumplida". Todo estaba muy claro, no había nada espurio ni
oculto. No ocurría lo mismo, más tarde, con otros visitantes que Perón
recibiría en secreto durante su largo exilio." "Le voy a contestar
concretamente, con las evidencias de que nuestro acuerdo con Perón no fue
secreto".
El documento contenía cláusulas muy concretas y tiempos para
cumplirlas, en lo social, sindical (normalización de los sindicatos, etc.);
político (anulación del decreto que prohibía al peronismo); interdicciones;
devolución de los bienes de la Fundación Eva Perón; reemplazo de los miembros
de la Corte Suprema. Perón se comprometía a "interponer sus buenos oficios
y su influencia para lograr el clima pacífico y de colaboración popular
indispensable para llevar a cabo los objetivos establecidos en el presente
plan". Frondizi, a su vez, se comprometía a "arbitrar los medios para
el cumplimiento de las cláusulas precedentes".
Al margen del Pacto las partes acordaron que el futuro
embajador argentino en los Estados Unidos "sería designado con la
aprobación del peronismo". El Pacto lleva fecha "Febrero de mil
novecientos cincuenta y ocho". Es decir se aprobó definitivamente en
República Dominicana.
También Enrique Oliva puso su nota de color en su relato
sobre el armado del Pacto: mientras hablaba Frigerio se animó a preguntarle a
Perón "¿por qué no ponemos esto y aquello?", y Perón decía: "Sí
m'hijo, póngalo".
Si bien el general Marcos Evangelista Pérez Jiménez sofocó
el conato militar que estalló el 1º de enero de 1958, dos semanas más tarde
volvió a producirse un levantamiento cívico militar que lo obligó a huir de
Venezuela a la tierra de Rafael Leónidas Trujillo. Durante horas Caracas fue
tierra de nadie, escenario de saqueos, enfrentamientos en las calles, muertos,
asaltos, el caos total. En su apuro por escapar, la señora de Pérez Jiménez
olvido en el aeropuerto una valija con no menos de de dos millones de dólares.
Ante la posibilidad de un atentado a su persona, Perón, Isabel, Américo Barrios
y Cooke se refugian en la embajada dominicana. Perón cuenta en "Yo, Juan
Domingo Perón" que los hechos sangrientos de las calles de Caracas
revelan, a su juicio, el carácter comunista de la revolución que arrojó a
Marcos Pérez Jiménez "fue obra de curas y comunistas aliados".
El 27 de enero de 1958, Juan Domingo Perón partió a la
República Dominicana e Isabelita viajó unos días más tarde. Inicialmente, el ex
presidente se instaló en el Hotel Jaragua pero como era muy caro Trujillo lo
albergó en el Hotel Paz que era del gobierno. Allí estará el primer año en la
isla. Como se encontraba muy pobre, Trujillo le entregó 25.000 dólares. Pocos
días más tarde llegan a "Ciudad Trujillo" (Santo Domingo) Isabelita,
Cooke, Landajo y el periodista Américo Barrios.
Según sostienen los periodistas que trabajaron en "Yo,
Juan Domingo Perón" y que lo hicieron sobre la base de muchas horas de
grabación en Puerta de Hierro, España, Perón al llegar a República Dominicana
no tenía un peso. Comentó que "los muchachos no tienen ni para los
puchos" y que el presidente Trujillo lo ayudó.
Jorge Antonio dirá más tarde que "le llevaron 85.000
dólares a Perón, el propio Frigerio los llevó" (Jorge Antonio, reportaje
en Noticias, enero de 2004. Tomado de Argentina 1950-1980, de Mariano Caucino).
Si lo hizo no fue en Caracas porque como hemos visto llegó a "Ciudad
Trujillo" con lo puesto y "El Benefactor" debió socorrerlo. Una
de las tantas inexactitudes de la historia.
Será en Venezuela donde González Torrado volvió a juntarse
con su esposa y sus hijos que llegan a Caracas en el buque "Río
Jachal". Como estaba escaso de dinero –lo mismo que Juan Perón- la familia
González Torrado vive en la casa del conocido animador televisivo Roberto
Galán. Él va a estar presente en Caracas cuando Rogelio Frigerio viaja para
entrevistarse con el ex presidente Perón y delinear lo que se denominará el
Pacto de Caracas.
Tras la revolución contra el general Marcos Pérez Jiménez
-en la que Cora de González Torrado es una de las personas que gestiona el asilo
de Perón en la embajada dominicana, junto con el Nuncio Apostólico- la familia
González Torrado se traslada a República Dominicana (Estos detalles los brindó
Rolando González Bunster).
El 1º de Mayo de 1958, el doctor Arturo Frondizi asumió el
cargo de Presidente de la Nación. "El Flaco", como algunos le decían,
alto, con sus inconfundibles anteojos con armazón de carey, trazado con un
impecable frac pronunció su discurso inaugural ante la Asamblea Legislativa (no
se presentaron los diputados nacionales de la UCRP), con las presencias de
numerosas delegaciones extranjeras –destacándose el mandatario peruano Manuel
Prado y el vicepresidente estadounidense Richard Nixon-, el nuevo pronunció un
largo discurso , en el que destacó: "Es necesario sellar definitivamente
el reencuentro de los argentinos; eliminar los motivos de encono, los pretextos
de revancha y los últimos vestigios de persecución.
Debemos extirpar de raíz el odio. El pasado queda a nuestras
espaldas. No nos volveremos a remover las culpas ni a deslindar
responsabilidades".
Al instalarse en la Casa Rosada, Frondizi comenzó a moverse
dentro de los límites que le fueron marcando las fuerzas militares y políticas
de la oposición. El clima que se respiraba era la imprevisibilidad. No se sabía
que problema estallaría al día siguiente mientras se trataba de gobernar un
país fragmentado.
En las primeras semanas se cumplió con un punto del Pacto al
dictar una amnistía del que salió beneficiado el peronismo. Luego vendría el
cambio de los ministros de la Corte Suprema de la Nación y se declaró al Poder
Judicial "en comisión". El 24 de julio se anuncia un plan petrolero
destinado a lograr el autoabastecimiento. Se promulgó la Ley de Asociaciones
Profesionales y se devolvió la personería a la Confederación General Económica,
dirigida por José Ber Gelbard. En septiembre, el Presidente enfrenta durante
doce días una crisis en la Fuerza Aérea.
Durante toda su gestión Arturo Frondizi hubo de soportar
innumerables planteos militares que fueron erosionando su poder y su gestión.
La inestabilidad fue la marca de la época y el Pacto era la cuestión o la
excusa para frenar los cambios.
Desde lo más profundo del archivo personal de Juan Domingo
Perón, surge, más de seis décadas después, un inventario escrito por el propio
Perón de cuánto fue recibiendo de Rogelio Frigerio, o del gobierno de Arturo
Frondizi. El ex presidente -detallista como era- se encargó muy bien de dejar
asentado: "Luis Ramón González Torrado. Sobre el dinero que entregó por
encargo del Gobierno (Frigerio)".
Para ser sincero no encuentro explicación de por qué no se
lo ayudó antes a Perón y tuvo que auxiliarlo "El Benefactor", general
Rafael Leónidas Trujillo. Al mismo tiempo me permito reiterar y preguntar: ¿No
era que Perón se había llevado una fortuna de su paso por el gobierno?
Arturo Frondizi asumió como Presidente de la Nación el 1º de
Mayo de 1958. Del primer documento surge que el primer pago que el gobierno
constitucional de la Argentina le hizo al General fue el 8 de agosto de 1958.
¿Por qué? La explicación lógica que reconozco es que en el Pacto se convino que
las "medidas" acordadas "se adoptarán dentro de un plazo máximo
de noventa (90) días a contar desde la asunción del mando". Para las medidas de "normalización…de
los sindicatos y la Confederación General del Trabajo, todo se cumplirá en un
plazo de ciento veinte (120) días". La entrega del primer pago se realizó
a los 120 días de haber asumido Frondizi la Presidencia de la Nación.
"Según González Torrado cobró", anotó Perón en un
segundo "arqueo" de sus bienes, en el que dejó constancia que Luís
González Torrado le cobró una "comisión" por las gestiones. En total,
hasta ese momento, Juan Domingo Perón recibió 475.000 dólares.
Como Perón entendía que el Pacto no se estaba cumpliendo,
bajo la consigna "al que me engaña una vez, lo perdono; al que me engaña
dos veces, lo maldigo; si me engaña tres veces, me maldigo", Juan Domingo
Perón, en junio de 1959, denuncia su pacto con Arturo Frondizi y Rogelio
Frigerio, dando a conocer su texto. De ahí a una severa crisis militar había
sólo un paso. El planteo se va a desarrollar ante el silencio de la sociedad y
termina con los desplazamientos del Secretario, general Solanas Pacheco, y el
subsecretario de Guerra. Parecía una "chirinada" pero se llevó puesto
a algunas de las figuras más destacadas del gabinete presidencial. Entre otras
al canciller Carlos Florit.
Perón e Isabel llegan a España.
Según el historiador Joseph Page, para Juan Perón se
acercaba el final de su período de "vacación y holganza" en República
Dominicana. Sería mejor denominarlo de "descanso", pero si se observa
el tráfico de correspondencia y el listado de visitas, se puede -aunque sea-
sospechar que descansó poco. Antes de partir de Ciudad Trujillo, Perón va a
escribir una orden: Está destinada "Al Pueblo Argentino", invitando a
"repudiar todo acto electoral mediante la emisión del voto en blanco y
preparar la lucha integral". La ciudadanía iba ser consultada en las
elecciones legislativas del mes de marzo de 1960.
Por lo general a esta consulta de 1960 los historiadores le
han prestado escasa atención. En votos positivos ganó la UCRP. Pero lo cierto
es que, por primera vez, el voto en blanco ordenado por Perón, supera a
cualquier partido político. El escrutinio final de la contienda electoral del
27 de marzo de 1960 arrojó para el voto en blanco 2.176.864 (24,6%); al
opositor Unión Cívica Radical del Pueblo 2.109.948; el oficialista UCRI
1.813.455 y la Federación de Centro 685.251. Al voto en blanco peronista hay
que sumarle los votos de los partido neoperonistas provinciales (Partido Unión
Popular, por ejemplo).
Perón dejaría Ciudad Trujillo y se establecería en España.
Según me relató Armando Puente, el primer periodista que lo entrevistó en la
Costa del Sol, la llegada del ex presidente a la Península Ibérica fue el
resultado de una "operación triangular" de los gobiernos de Frondizi,
Franco y Trujillo. Se llega a un acuerdo final: Perón no iba a ir directamente
a España sino que, previamente, iba a pasar unos días en Lisboa, Portugal. Ahí
estaría 3 o 4 días y luego llegaría a Sevilla para pasar una etapa de
"vacaciones", como "turista", de no más de 4 meses y
continuaría viaje a otra parte.
Perón sale de Ciudad Trujillo, cruza el Atlántico, pero
superadas las Islas Canarias el avión se desvía y aterriza en Sevilla. La
maniobra produce en Franco un gran malestar y llega a comentar en privado que
"este señor me ha hecho una picardía, ha roto el acuerdo". Como
resultado el gobierno español lo reduce en Torremolinos y no le permite seguir
viaje a Madrid. En ese pueblo turístico se aloja en el Hotel Pez Espada.
Fernando Fernández, el barman del hotel, le cuenta a Armando Puente que Perón
"es muy amable, muy sencillo. Ha conversado con algunas personas que han
venido a visitarlo, como Francisco Sanz Cajigas, director del diario Sur. Nunca
ha ido a la playa, ni él ni doña Isabel. A veces se sienta en el bar, al borde
de la piscina. Se levanta temprano y a las 8 lo veo paseando por los jardines.
Solo toma refrescos, nunca alcohol".
La otra historia de la partida a España tiene detalles
diferentes. En la madrugada del 26 de enero de 1960, Perón, Isabelita, Américo
Barrios, Alberto Manuel Campos y John del Re, un norteamericano amigo de
Trujillo, ascienden a un Super Constellation de la empresa Varig que va a
realizar un vuelo "chárter" a Lisboa y luego a Sevilla o Málaga.
Según Page, en su biografía de Perón, los gastos del vuelo fueron pagados por
el presidente dominicano Rafael Trujillo y el costo fue de 28.000 dólares.
A mitad de camino, en pleno vuelo, se presenta una falla
mecánica y el avión debe volver a Ciudad Trujillo donde se le cambia un motor.
Al descender en la Isla Santa Marta, en el archipiélago de las Azores, se
recibe una comunicación del gobierno español solicitando que el avión no baje
en Madrid sino en Sevilla (¿hubo cambio de ruta de vuelo?). Perón va a pasar
varios meses en la Costa del Sol, hasta instalarse en El Plantío, una localidad
que lleva a La Coruña (doce kilómetros de Madrid).
Hay una tercera mirada de la presencia de Juan Domingo Perón
en España y es la que él escribió en un documento reservado en diciembre de
1971. El escrito va a explicar las incomodidades que sufrió durante su estancia
ibérica.
La mayoría de los historiadores aseguran que el 15 de
noviembre de 1961 Juan Domingo Perón y María Estela Martínez se casaron por la
Iglesia Católica, en una ceremonia privada que se realizó en la residencia de
su médico Francisco Flores Tascón. Según el documento que legitimó la unión
matrimonial fue un matrimonio de "conveniencia". En la España
conservadora del generalísimo Francisco Franco el concubinato no era bien visto.
Existe un detalle: Enrique Pavón Pereyra, el biógrafo oficial de Perón, en su
libro "Perón, el hombre del destino" relató que el matrimonio se
realizó el 5 de enero de 1961 en la casa de Flores Tascón y que por un tiempo
prudencial no se dio a conocer.
1962 marcó uno de los años más difíciles para la Argentina
postperonista. Comenzaba su séptimo año de exilio -desde septiembre de 1955- y
ya habían pasado tres mandatarios. Dos de facto, los generales Eduardo Lonardi
y Pedro Eugenio Aramburu. El tercero, Arturo Frondizi -todavía no lo sabía-
transitaba sus últimos tres meses en la Casa de Gobierno y llegaría el cuarto
mandatario, José María Guido, el senador por la provincia de Río Negro. La
inestabilidad era llamativa. Como botón de muestra, una ciudadanía observaría
en silencio como en septiembre de 1962 dos sectores de las Fuerzas Armadas se
enfrentaban con las armas en la mano. No sería la última vez, la misma escena
se repetiría en abril de 1963.
El radicalismo se encontraba dividido desde 1956 y en términos
electorales podían constituir alternativamente el papel de primera minoría,
simplemente porque el peronismo continuaba proscripto, aunque seguía disputando
el poder. Como bien decía el poeta Julián Centeya: "Los peronistas, si no
están adentro, están en la puerta, pero siempre están alrededor del
quilombo".
Como manifestación de la inestabilidad -del
"quilombo"- que reinaba en la Argentina, veamos una suerte de
memorándum que Rogelio Frigerio le mando a Juan Domingo Perón, el 16 de enero
de 1962. Cinco días antes, Frondizi había enfrentado otra crisis de gabinete.
Frigerio se encontraba dando una de sus últimas batallas. En
marzo su Presidente y amigo sería enviado preso a la Isla Martín García y él
viviría en la semiclandestinidad o viajaría al exterior. Los militares lo
odiaban casi más que a un peronista y los secretarios militares, a finales de
ese mes de enero de 1963, se habían comprometido a no "admitir la
restauración del régimen de oprobio derrocado por la Revolución Libertadora, ni
el retorno de Juan Domingo Perón".
El domingo 18 de marzo de 1962, el peronismo, bajo la sigla
Unión Popular, se impuso holgadamente en la provincia de Buenos Aires. También
lo hizo bajo otras denominaciones en El Chaco, Santiago del Estero, Misiones,
Neuquén, Río Negro, La Pampa, Tucumán, Jujuy y San Juan, mientras que el
oficialismo triunfó en Capital Federal, Entre Ríos, Corrientes, Santa Cruz y
Tierra del Fuego. Era una catástrofe. Esa misma noche, el ministro Alfredo
Vítolo concurrió a una reunión militar en el comando de la Aeronáutica, donde
se le plantearon una serie de exigencias: desde la intervención a las
provincias, con nulidad de los comicios, hasta la disolución del Parlamento y
la anulación de la Ley de Asociaciones Profesionales.
La Armada, por su parte, el lunes 19, en reunión de
almirantes, pidió la renuncia del presidente. El contralmirante ( R ) Teodoro
Hartung, embajador en Londres, sería el encargado de solicitar la dimisión. El
resultado fue negativo. Ninguna gestión conciliadora conseguiría aplacar la
furia de las FF.AA. Quedó, entonces, una última prueba: el viernes 23, Laureano
Landaburu, ministro del Interior de la Revolución Libertadora, se entrevistó
con Arturo Frondizi durante el mediodía. De la reunión salió ungido como
mediador el ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, con el objetivo de
asegurar "a todo trance el orden constitucional". Mientras pasaba el
tiempo, algunos, como el teniente general Raúl Alejandro Poggi, imaginaban que
podían reemplazar al primer mandatario.
La tapa de La Nación del 26 de marzo de 1962, titulaba:
"La Marina sugirió a Frondizi que dimita". La del 27 la respuesta del
gobierno: "Niégase el presidente a presentar su renuncia" y, al mismo
tiempo, da a publicidad una carta a Frondizi del mediador, Aramburu, en la que
finaliza diciendo: "En nombre de ese orden (jurídico), la Nación pide a
Usted un noble renunciamiento. Lo pide y lo espera de su reconocido
patriotismo".
Siendo las 2.30 del 29 de marzo, el secretario de la Armada,
almirante Clement, le manifestó: "Quiero informarle que se acaba de
adoptar la fórmula tres [derrocamiento de Frondizi]. Lo lamento mucho, pero yo
no puedo hacer nada y dentro de un rato lo va a visitar el jefe de la Casa
Militar". Pocas horas más tarde, Frondizi era conducido preso a la isla
Martín García, en un DC-3 T-01 de la Fuerza Aérea. Al día siguiente, La Nación
comunicaba a la sociedad que "ante la Corte Suprema juró el doctor (José
María) Guido". (La crónica del derrocamiento de Frondizi en Fue Cuba, Juan
Bautista Yofre, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 2014)
El corto período presidencial de José María Guido sufrió los
vaivenes de la indisciplina militar; las disputas de los bandos castrenses con
hegemonía en esos días y la convocatoria a elecciones presidenciales en 1963,
sin el peronismo y una crisis económica que no daba tregua. Del dramático
listado, lo peor ocurrió cuando dos grupos castrenses se enfrentaron para
dirimir el futuro de las Fuerzas Armadas y el destino del poder en la
Argentina. Todo ante una sociedad que miraba atónita la ocupación de los
espacios públicos con tropas y vehículos mecanizados. Fue el enfrentamiento
entre Azules (legalistas) y Colorados (profundamente antiperonistas).
En Agosto de 1962, mientras los militares argentinos
discutían el poder con el presidente José María Guido y se preparaban para el
primer enfrentamiento armado entre Azules y Colorados, con la vista puesta en
las elecciones presidenciales -y todavía no se sabía cuál iba a ser el destino
del Partido Justicialista-, en Cuba comenzaba a prepararse un contingente
integrado por soldados cubanos, que haría la primera intervención armada
castrista en la Argentina (1964).
En la primera semana de agosto de 1962, luego de su fugaz
encuentro con Ernesto Guevara, el argentino Ciro Bustos fue llevado a una
"casa de protocolo" – que estaba en poder de la Seguridad del Estado-
en el barrio habanero de Miramar. "Casa de protocolo" es un
eufemismo. Eran simples casas robadas a sus antiguos moradores o abandonadas
por dueños que huyeron antes y después que la revolución castrista se declarara
comunista. En una de esas amplias residencias con jardín, Bustos conoció a
Jorge Ricardo Masetti, ex director de la agencia noticiosa castrista Prensa
Latina. Según recuerda en su libro El Che quiere verte, la primera pregunta que
Masetti le hizo fue:
"¿Cuánto tiempo estuviste en Salta?", "¿Hay
sierras cerca del ingenio Tabacal?" A partir de allí tocaron varios temas
y conversaron como "dos argentinos en un café". El contingente se
entrenó en un PETI en acciones terroristas, y partía rumbo a Argel en noviembre
de 1962. En el aeropuerto de Rancho Bolleros, contó Ciro Bustos, estuvo Manuel
"Barbarroja" Piñero Losada, jefe de la Inteligencia castrista. Lo que
quiere decir que partieron con la bendición de comandante Fidel Castro. El
grupo estaba integrado por "Segundo" Jorge Masetti,
"Luciano" Bustos, "Furry" Abelardo Colomé Ibarra ,
"Hermes" Peña , Leonardo Wertheim y los chaqueños "Basilio"
Federico Méndez y "Miguel". En la Praga comunista los esperaban Jorge
"Papito" Serguera Riverí, embajador cubano en Argel, y su equipo para
guiarlos en el aeropuerto y llevarlos a un hotel.
El 2 de abril de 1963 se vuelve a repetir un conato militar.
A través de dos radios ocupadas por los sublevados se transmite una proclama
firmada por el general (R) Benjamín Menéndez, en nombre de los Colorados,
apuntando al gobierno de "fraudulento y anárquico, antidemocrático,
inconstitucional e ilegal, sin sentido moral ni de Patria, huérfano de
opinión".
Más que el Ejército es una revolución de la Armada contra
Guido, en un intento por impedir la conformación del Frente Nacional y Popular
(que integraría el peronismo); dar marchas atrás al Comunicado 150 y la
proscripción definitiva de los partidos de formación peronistas. Detrás de
Menéndez están los almirantes Isaac Rojas, Arturo Rial y Sánchez Sañudo.
La Flota de Mar se despliega, tropas de Infantería de Marina
ocupan La Plata y aviones navales de la base Punta Indio bombardean el VIII
Regimiento de Caballería Blindada de Magdalena que comanda el coronel Alcídes
López Aufranc y ocupan el V Regimiento de Infantería de Bahía Blanca. Esta vez
hay heridos y muchos muertos. El Ejército Azul se moviliza y el general Juan
Carlos Onganía da a conocer su Comunicado 151 anunciando una acción violenta
contra "los totalitarios que creen en la dictadura militar como solución
nacional e intentan nuevamente negar al pueblo el derecho a construir su propio
futuro… Ellos quieren pensar y decidir por usted. El Ejército argentino se
compromete a eliminar a la minoría antidemocrática, causante principal de la
crisis". La Fuerza Aérea vuelve a inclinar la balanza en favor de los
Azules. La Base Puerto Belgrano es ocupada por el Ejército y la Base Aeronaval
de Punta Indio es prácticamente destruida: cuando los efectivos del VIII
Regimiento Blindado entraron en Punta Indio, 24 aviones navales se encontraban
destrozados en la pista; cinco infantes de Marina resultaron muertos y el
comandante de la Base, capitán de navío Santiago Sabarots había huido a
Montevideo. En definitiva, el jefe naval había transitado el mismo camino que
en 1955: bombardeó la Plaza de Mayo y escapó a la capital uruguaya. Al
finalizar los enfrentamientos quedo como saldo total 27 muertos y 87 heridos.
El Frente Nacional y Popular (Unión Popular, UCRI,
Conservador Popular y afines) oficializó su fórmula presidencial con Vicente
Solano Lima y Carlos Sylvestre Begnis con el público apoyo de Juan Domingo
Perón. El victorioso Bando Azul –el que sostenía que el pueblo debía
votar—finalmente se tiño de "colorado" y avaló el decreto
presidencial Nº 7165/62 que restablecía el decreto Nº 4161/56 que prohibía
cualquier tipo de afirmación ideológica o propaganda peronista y llegaba a
prohibir nombrar a Perón y su esposa María Eva Duarte.
En junio de 1963, la Corte Suprema de Justicia ratificó la
constitucionalidad del Decreto 4161 y fueron proscriptos los candidatos del
Frente Nacional y Popular: El miércoles 19 de junio de 1963, bajo la consigna
del ministro Osiris Villegas de "no habrá retornismo", el gobierno
proscribe al neoperonista partido Unión Popular; el 3 de julio el Frente
Nacional y Popular determina votar en blanco y al día siguiente "las
62" se pliegan al voto en blanco.
Como resultado de la medida, el 7 de julio de 1963 el
candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo, Arturo Umberto Íllia, salió
electo Presidente de la Nación con el 25, 2 % del electorado. El voto en blanco
superó el 19% y la UCRI alcanzó 16,4 %. Como apuntó el historiador Robert A.
Potash, "Íllia era un presidente minoritario", pero "aun así la
legalidad de su status como Presidente constitucional estaba concedida por la
mayoría de los sectores políticos" (que lo respaldaron en el Colegio
Electoral) "y también los militares". Años más tarde, los generales
Azules-Legalistas derrocarían a Illia e instaurarían la dictadura de Juan
Carlos Onganía.
En los últimos minutos de 1963, Juan Perón se dirigió al
tocadiscos y puso uno de sus temas preferidos. En segundos, la inconfundible
voz de Carlos Gardel comenzó a sobrevolar el modesto salón de la calle Arce 11
de Madrid. La miró a "Isabel", su esposa , y la invitó a bailar. No
fue una noche cualquiera. Fue una noche de contradicciones en el aire: afuera
imperaba el invierno ibérico mientras él pensaba en el tórrido Buenos Aires.
Cuando las campanas saludaban el nacimiento de 1964, el
dueño de casa, Juan Domingo Perón Sosa, levantó su copa para brindar, y mirando
rápidamente a Enrique Pavón Pereyra, su biógrafo, dirigió su vista a los
invitados diciendo: "Este es el último advenimiento de un Año Nuevo que
celebro fuera de mi Patria".
En esa misma noche mágica apareció otra contradicción. La
más importante: dijo que era el último Año Nuevo afuera de la Argentina pero en
realidad visitaba terrenos en las cercanías de Madrid para instalarse por un
largo tiempo o definitivamente. Mientras en las paredes del Gran Buenos Aires
se pintaba el "Perón Vuelve", el 14 de abril de 1964 ante el
escribano (notario) Luis Sierra Bermejo, Perón y María Estela Martínez Cartas
firman las escrituras de una propiedad en barrio Fuente de la Reina, más tarde
conocido como Puerta de Hierro. Perón estaba imaginando la quinta "17 de
octubre" de la calle Navalmanzano 6, por donde pasaría -con el correr de
los años- gran parte de la dirigencia argentina, hasta su retorno definitivo en
1973.
El 20 de enero de 1964, luego de severo examen practicado
por el doctor Antonio Puigvert, Perón fue operado de "un tumor benigno de
próstata" en la clínica Covesa (Mi vida y otras más, Doctor Antonio
Puigvert, Espejo de España, Madrid 1981).
Mientras se reponía de la intervención quirúrgica había
leído unas declaraciones de Augusto Timoteo Vandor -en el semanario Primera
Plana- al cumplirse tres meses de la gestión radical: "Illia no le es útil
al país ni siquiera como médico. Figúrese que el país está enfermo y el buen hombre
no lo ha advertido. ¿Qué se puede esperar de un presidente que cuando lo
agobian los problemas desaparece de la Casa Rosada y se va a tomar mate a la
Plaza San Martín?". Parecía una declaración de Guerra, aún más cuando
advirtió: "O cambia de rumbo o cae". El 18 de mayo el sindicalismo
lanzó el Plan de Lucha y se llegan a ocupar 10.000 establecimientos en todo el
país: alrededor de cuatro millones de obreros en huelga. Entre otros objetivos
el Plan de Lucha exigía el retorno de Perón a la Argentina.
A los pocos días de salir del hospital Perón le concedió un
reportaje al redactor del semanario Primera Plana, Osiris Troiani, en el que
volvió a reiterar con detalles el pacto con Arturo Frondizi: "El pacto es
real y las cuatro firmas son auténticas. Lo tengo ahí adentro, después se lo
muestro […] si nos absteníamos ganaba Balbín". Se refirió con despecho
hacia Frondizi "fue entregando al león a todos sus amigos, hasta que el
león, no teniendo ya a quién comer, se lo comió a él".
A comienzos de agosto Perón e Isabel parten a Benidorm,
Alicante, para pasar unas cortas vacaciones. Residen en el Gran Hotel Delfín,
con vista al mar, restaurante con buena comida mediterránea y amplia pileta de
natación. Mientras están a orillas del Mar Mediterráneo como simples turistas,
comienzan a llegar a Madrid los más importantes dirigentes políticos y,
preferentemente, sindicales del peronismo. Concurren a participar de una cumbre
y, mientras esperan la vuelta del jefe del movimiento, pasean por la capital
española, se reúnen en el café "Zahara" y, desafiando el intenso
calor, transitan por la Gran Vía. Entre otros, viajaron: Alberto Iturbe, Delia
Parodi, José Alonso, Augusto Timoteo Vandor, Gerónimo Izetta, Adolfo Cavalli,
Luis Ratti, Carlos María Lascano y Jerónimo Remorino. Las reuniones duraron
hasta el 20 de agosto y se llevaron a cabo en Puerta de Hierro, donde Perón
había inaugurado su residencia "17 de Octubre". En esa cumbre se
establecieron las directivas generales de la "Operación Retorno" y
los presentes convinieron en un documento "Secreto" en el que se
fijan las pautas para cada una de las ramas del Movimiento Peronista. En el
archivo del ex presidente quedó archivada una copia, con su firma, el 2Ejemplar
Nº 4″.
En noviembre, con la mayor discreción, partieron a Madrid
los cinco miembros que acompañarían a Perón en su viaje de retorno (Delia
Parodi, Augusto T. Vandor, Andrés Framini, Carlos Lascano y Alberto Iturbe, a
los que se agregó Jorge Antonio), mientras que en el país se integraba un
comando ejecutivo, con Adolfo Cavalli por los gremialistas e Hilda Pineda por
las mujeres, al frente de la Operación Retorno.
El miércoles 2 de diciembre de 1964, en la ciudad de Madrid,
Juan Domingo Perón ponía en marcha la "Operación Retorno" a la
Argentina. La iniciativa fracasó cuando el gobierno brasileño, a pedido del
canciller argentino, Miguel Ángel Zabala Ortiz, impidió que la máquina DC-8,
Velázquez, de Iberia que trasladaba Perón y sus acompañantes -y que hacía
escala en Río de Janeiro-continuara viaje a Buenos Aires. En el imaginario
popular, el avión negro que devolvía a Perón a su país tuvo que retornar a
España. El ex presidente argentino fue reconvenido por las autoridades de
Francisco Franco y en un momento se pensó que iba a ser expulsado de la
península. Hasta aquí le versión más extendida. Sin embargo, en "Las
Directivas Generales" secretas no se daba a conocer la hoja de ruta del
vuelo. De acuerdo a una entrevista que el escritor Tomás Eloy Martínez le hizo
en Caracas (1977) a Juan Manuel Algarbe, el entonces secretario privado de
Perón, para su libro "Las Memorias del General" el itinerario final
era: aterrizar en Montevideo, luego desplazarse en un vuelo privado a Asunción
y allí esperar un levantamiento popular que facilitara el regreso del exiliado
ex mandatario.
Isabel, de simple testigo a protagonista.
Mientras muchos aventuraban que Juan Domingo Perón era una
figura del pasado, el domingo 10 de octubre de 1965, llegó a Buenos Aires María
Estela Martínez Cartas de Perón, Isabel, para el común de la gente o Chabela
para su marido. Tres semanas antes, Perón le escribió a Pablo Vicente
intentando que el gobierno uruguayo le permita pasar un tiempo en Montevideo,
pero el consulado uruguayo en Madrid le puso "toda clase de dificultades
[…]
Naturalmente que podría ir por Paraguay sin ninguna
dificultad a pesar de que allí muchos dicen que es una dictadura, pero la línea
natural no es esa para viajar a la Argentina". En la carta le pide a su
delegado en Montevideo que no deje de informarlo al Doctor (Eduardo Víctor)
Haedo, sobre "este incidente desgraciado". "Mi señora va a
Buenos Aires por asuntos de familia, ya que ella no tiene nada que ver con mí
situación política y por necesidades propias debe hacer una escala de uno o dos
días en Montevideo".
Apenas llega, Isabel se instaló en el 5º piso del clásico
Hotel Alvear de la Recoleta, lo que le permitía asistir a la Iglesia del Pilar
hasta que tuvo un incidente en su claustro principal cuando una señora la
increpó a los gritos. Al día siguiente, cuando la noticia salta a los
periódicos, varios grupos antiperonistas se manifiestan sobre la avenida Alvear
y se producen violentos choques con jóvenes sindicalistas y de la Juventud
Peronista. El miércoles 13, la señora de Perón es invitada a mudarse al hotel
de la Federación Argentina de Luz y Fuerza, de Callao 1740. La mudanza no calmó
los ánimos porque nuevamente se repitieron incidentes. Isabel no vino a
ocuparse de cuestiones familiares, como dijo el ex presidente a su delegado en
Montevideo, porque a su familia riojana prácticamente no la vio. Llegó como
Delegada de Perón para intentar poner orden dentro del partido y enfrentar a
todos aquellos que sostenían un peronismo sin Perón bajo el lema: "Hay que
estar contra Perón para salvar a Perón".
Trajo un mensaje de unidad y sus primeros pasos fueron en
esa dirección cuando comenzó por reunirse con los dirigentes de las más
variadas líneas. Luego de varias reuniones en Buenos Aires, comenzó una gira
por el interior acompañada por dirigentes y legisladores partidarios: Córdoba,
San Luis, Mendoza, San Juan, La Rioja, Tucumán, Salta, Catamarca.
El 3 de noviembre de 1965, mientras Isabel se reunía con
algunos miembros de la Junta Coordinadora del Justicialismo, Perón le escribía
al Mayor Vicente que "el viaje de Isabelita se desarrolla magníficamente
por el interior. Lo que ha pasado en la reunión de Avellaneda el 24 de octubre
es la consecuencia de los malos procedimientos que vienen desarrollando los de
la conducción y que ven ahora que las cosas se les pueden volver difíciles, comienzan
a curarse en salud y a buscar pretextos para cubrir las macanas que vienen
haciendo desde hace mucho tiempo. Fue precisamente la protesta generalizada de
los peronistas de todas partes lo que me indujo a mandarla a Isabelita para que
trajera la verdad de lo que estaba ocurriendo allí y como los dirigentes ven
ahora que no van a poder seguir mintiendo tratan de justificarse de diversas
maneras […] Yo no quiero defenestrar a nadie porque eso es perjudicial para el
Movimiento pero espero que se van a defenestrar ellos solos porque el que
procede mal sucumbe víctima de su propio mal procedimiento. […] He escrito a
Alonso y a Framini (y) estoy esperando para tener informaciones serias y
precisas de cómo son las cosas para proceder de inmediato".
Desde Madrid el ex presidente manifiesta no querer
"defenestrar a nadie" pero lo cierto fue que el 18 de noviembre un
importante grupo de gremios eligió a Isabel como Delegada de su marido y
Alberto Iturbe fue desplazado.
En el archivo más secreto de Perón me encontré con un
cuadernillo constituido por varios memorándums que redacto para los militares
que lo consultaron, ante la posibilidad del derrocamiento de Illia. El
cuadernillo se cierra con un largo Memorándum de 8 carillas, con fecha Octubre
de 1965, destinado a los jefes militares en el poder en el que trata más
ampliamente la triste situación argentina, advirtiendo que "no pongo ni
acepto condiciones para mí retorno al país".
Aclara que su colaboración se debe que la Argentina marcha
peligrosamente hacia el abismo como consecuencia de estos diez años sin
gobierno. Expone crudamente, en la irreversible letra de un Memorándum, la
necesidad previa de pacificar a la población argentina en latente estado de
lucha enconada, producida desde 1955 y provocada por la intemperancia. Lo hace
un lustro antes de que su Movimiento se vea infectado por la penetración
castrista, aunque también advierte sobre el negativo papel de Washington en la
Argentina y el continente. En la lista de los males que azotan la Argentina,
Perón sostiene que "se suma hoy uno no menos peligroso: el comunismo"
y les imputa a los militares "el libre acceso que se ha dado a los
verdaderos dirigentes embozados del comunismo a las funciones públicas,
especialmente a las universidades, en las que han actuado desde 1955 los
principales agentes argentinos del comunismo internacional. Al combatir la
doctrina peronista se ha dado un impulso inusitado al comunismo en el
país".
Como bien se observa en el documento, mecanografiado y
corregido a mano por Perón, está escrito en octubre de 1965 y la violenta
década del 70 estaba a la vuelta de la esquina. Está fechado el mismo mes en
que Isabel vino como Delegada y se quedó más de medio año. Me permito
preguntar: ¿Trajo Isabel el Memorándum? ¿Quién lo pidió y a quién se lo
entregó?
Mientras Isabel oficiaba de Delegada personal de Perón
recibía información y consejos desde la "Quinta 17 de Octubre", a
través de viajeros o de alguna que otra grabación privada. En el archivo de
Puerta de Hierro quedaron varios textos de cartas orales que escribió Perón
para grabar en su Geloso.
El derrocamiento de Arturo Illia.
La caída del gobierno de Arturo Illia fue uno de los actos
más inevitables de la historia argentina. Sí, inevitable, porque fueron
contados con los dedos de una sola mano aquellos argentinos que rechazaron la
idea de que se derrocara a otro gobierno constitucional. De alguna manera, los
referentes más importantes de la dirigencia argentina lo aceptaron. Y, es bueno
decirlo, a Illia le faltó potestad, templanza y muñeca para impedirlo. El
gobierno radical, que había asumido con el respaldo del 25% del electorado,
pese a sus buenos deseos –y la proscripción electoral del peronismo–, nunca
pudo hacer pie. Como bien observaría Roberto Roth -quien llegaría a ser
Secretario Legal y Técnico de Onganía- "el Gobierno (de Illia) vivía en un
mundo y el país en otro".
Frente a los planteos, Illia reaccionó con "una mezcla
de fatalismo y letargo", como afirmó Robert Potash. Extrañamente, las
portadas del domingo 26 y el lunes 27 de junio de La Nación no llevaron ningún
título sobre la situación nacional. Sin embargo, a las 10 de la mañana del
martes 28, Pistarini tomó la decisión de terminar con la presidencia de Arturo
Umberto Illia. Las radios fueron tomadas por tropas del Ejército, lo mismo que
los puntos neurálgicos del país. Illia terminó siendo desalojado de su despacho
presidencial por la Infantería de la Policía Federal y se fue en un taxi a la
casa de su hermano Ricardo, en la localidad bonaerense de Martínez. Tras él, se
abría una nueva etapa que muchos observaron con esperanza y que terminó en una
gran tragedia.
Como consecuencia del derrocamiento del mandatario
argentino, los Estados Unidos de Norteamérica y Venezuela suspendieron sus
relaciones diplomáticas con el nuevo gobierno militar. En el caso de
Washington, reinició sus relaciones a los dieciocho días pero declaró una
cuarentena crediticia hasta que se aclarara su situación. Costa Rica,
decididamente, rompió relaciones.
Muy lejos del lugar de los acontecimientos, en Madrid, Juan
Domingo Perón hizo llamar a un periodista del semanario Primera Plana, para formular
unas declaraciones. El martes 28 de junio, en una larga conversación que se
realizó en la oficina de Jorge Antonio, en Paseo de la Castellana, el dirigente
político argentino más importante dijo, a Tomás Eloy Martínez entre otros
conceptos:
"Para mí, éste es un movimiento simpático porque se
acortó una situación que ya no podía continuar. Cada argentino sentía eso.
Onganía puso término a una etapa de verdadera corrupción. Illia había detenido
al país […] Si el nuevo gobierno procede bien, triunfará. Es la última
oportunidad de la Argentina para evitar que la guerra civil se transforme en la
única salida. Si el nuevo gobierno apoya los intereses populares, nosotros
apoyaremos al gobierno.
No conozco suficientemente a Onganía. Es un hombre que habla
poco y, por lo tanto, difícil de definir. Tengo la impresión de que es un buen
soldado.
Simpatizo con el movimiento militar porque el nuevo gobierno
puso coto a una situación catastrófica. Como argentino hubiera apoyado a todo
hombre que pusiera fin a la corrupción del gobierno Illia […] El gobierno
anterior fracasó porque intentó gobernar sin concurso popular […] llegó el
momento en que los argentinos deben ponerse de acuerdo. Si no, habrá llegado el
momento de tomar las armas y pelear. El camino de la unidad es cada día más
difícil; el camino de las armas, cada día más fácil".
El miércoles 29 los matutinos anunciaron que el teniente
general Juan Carlos Onganía prestaría juramento como jefe del Estado, y en el
Salón Blanco de la Casa de Gobierno, el mayor Ramón J. Camps leyó un comunicado
que anunciaba que "las fuerzas armadas vienen a ocupar un vacío de
autoridad". El acto de asunción de Onganía fue presenciado por decenas de
representantes políticos, empresariales, sindicales, militares y diplomáticos. Parecía
no faltar nadie. Estuvo hasta el general Edelmiro J. Farrel, el ex presidente
de facto entre 1944 y 1946, de quien Perón había sido su vicepresidente,
"Por lo que se va viendo del desempeño del Gobierno
Militar -le escribe Perón a Pablo Vicente el 27 de agosto de 1966- ya podemos
descartar que va contra el Peronismo, que es de tendencia reaccionaria y
gorila, que intenta una gran estafa política y obedece a los mismos intereses
que la 'Libertadura'. Afortunadamente, son tantas ya las desatinadas gestiones
que va realizando, que se han 'desinflado' casi por completo como consecuencia
de haber perdido prestigio a montones y haber ya defraudado a los mismos que,
con buena intención pensamos que pudieran llegar a algo favorable y conveniente
para el país".
En el enorme conjunto de cartas que forman la "Carpeta
Pablo Vicente", seguidamente, aparecen unas líneas de Isabel Perón desde
Madrid, en la que le agradece todos los informes y servicios que presta a la
Conducción y al Movimiento. En la carta, Isabel habla de la Comisión pro
Retorno de Perón a la Argentina y le da algún consejo: "no preste
atención…". Ya era otra Isabel la que se expresa porque para esa época
había llegado a la Argentina como Delegada de Perón intentando resolver los
entuertos independentistas del vandorismo (octubre de 1965-julio de 1966). Como
hemos observado, Isabel ya se expresa como dirigente del peronismo. Es
protagonista.
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La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.