En este día toman importancia las costumbres características del campo como es la doma de potros, jineteadas, partidos de pato, la yerra, etc. Se trata de emular la vida del hombre rural, o por lo menos tener una idea aproximada de lo que era vivir en las épocas de las grandes estancias, de cuidados y faenas; pero también de las pequeñas reuniones que transcurrían en las llamadas “pulperías”.
Según el historiador Felipe Pigna una de las primeras pulperías fue inaugurada por Ana Díaz, una de las mujeres que acompañó a Juan de Garay en la segunda fundación de Buenos Aires, alrededor de 1580.
La génesis del vocablo es algo que no está muy claro, porque algunos dicen que proviene de la palabra “pulpa”, que fue tomada por el castellano del latín hacia el año 1400 de la voz pulpu, de la que luego derivan pulpaje, pulpeta, pulposo y pulpero. Esta última es la acepción que se usa en América en el año 1586, definiendo al tendero de comestibles en la economía elemental de la colonia.
Sea cual fuere su origen, las pulperías tuvieron real importancia en la comunicación de las regiones. Era el lugar donde pasar por un descanso y refrigerio entre las largas distancias que había que recorrer. Había algunas que expendían bebidas alcohólicas, por lo que muchos gauchos pasaban horas en su interior, al punto de que con frecuencia “olvidaban” volver a sus hogares, y a hacer sus tareas rurales. Esto provocó que en la primera mitad del siglo XIX se prohiba la venta de bebidas alcohólicas dentro de las pulperías. Algunas tuvieron que cerrar, pero la mayoría poco a poco se fueron transformando en “almacenes de ramos generales”.
En nuestra zona y por 100 años “La Iberoamericana” fue muestra de ello. El local cerró sus puertas en 2014.
Publicado en Diario "Río Negro", 10 de noviembre de 2018.
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