III. Los afro-argentinos, la invisibilización de un pueblo.
Autor: CARLOS PISTELLI.
En cuatro coinciden los historiadores las razones por las cuales los “negros” desaparecen de la demografía nacional:
La prohibición del comercio esclavista.
Las guerras que se inician por la Independencia hasta culminar con la guerra del Paraguay.
Las epidemias que se suceden por culpa de la Guerra.
La mestización social.
Pero creo que se olvidan de la razón principal: El desamparo en el cual quedaron tras la caída del Protector de la causa afro, al marchar al exilio para morir pobre y olvidado en Southampton.
Los tantos han cambiado. Las eminencias que van a pactar para hacerse con el gobierno de Bs. As. (y separarse del páis), harán política abierta al extranjero, lo cual no está mal, entrega sistemática de las arcas del estado, lo cual es una definición, y política social, cultural e histórica antirrosista: Es decir, el AntiPueblo ha llegado. El ‘Castellano’ rumia brasileñismo en San José haciendo obra grande pero impotente.
Los primeros que la van a pagar serán los negros del Restaurador. Porque los indios contaban con un genio que por veinte años les hará tragar amargos a los porteños. Por veinte años, y ahí súmense.
La política de invisibilidad de comienzo. Años de aguantarlos como espías era mucho. Resabios de un racismo que no había tenido mayor demostración pública gana espacio estatal. El revanchismo de los de arriba siempre llega cuando los del pueblo nos tomamos un respiro.
No pasan ni un par de años que las eminencias se dan su propio censo (1856) Espectacular. Datos estadísticos impresionantes. Desde detalles en donde viven los mayores de cien años, hasta la cantidad pormenorizada de profesiones y el origen provincial o internacional de los habitantes. Pero. Hete aquí. No se registran a los negros. Y a tal punto, que los censistas en las planillas en los márgenes preguntan porque no se les permite describir que están entrevistando familias de origen afro. ‘No, señor, no es lo que queremos’.
Eso repercute en el estudio que les vengo haciendo. Porque pierdo la noción estadística para conocer la declinación porcentual de la importancia de los negros en la población. Recién en el censo municipal de 1887 los negros reaparecen en las estadísticas. Sobre 440 mil habitantes, apenas ocho mil son afroargentinos. ¡Ni el 2%! De aquel 30% de 1810 a este insignificante número. Algo ha pasado.
1) La prohibición del comercio esclavista.
El último cargamento negrero llega al Plata a Montevideo en 1860. Hasta 1807, aún parando en la capital oriental, el fluyo de negros había sido el principal sostén de la cantidad de habitantes de origen africano. Con las distintas disposiciones libertarias al respecto, la declinación fue notoria. Pese al estado de gracia en la época de Rosas, que solamente se da en la Prov. Bonaerense, los negros van desapareciendo de la cultura política, y popular, del páis.
2) Las guerras que se inician por la Independencia hasta culminar con la “del Paraguay”.
Es indudable que la participación guerrera de los negros ha provocado una merma significativa, Además que las negras pierden a sus machos, y los empiezan a reemplazar en la cama con otros de color más clarito.
Aquí es cuando se nos mete el Uruguay.
¿Por qué Uruguay aún hoy tiene un 8% de negros entre su población y Argentina, no?
La primera hipótesis es que los negros orientales jugaron en los dos grandes partidos del URUGUAY. Así que los caudillos colorados y blancos los tuvieron entre su clientela a modo repartido. Posiblemente fuera más respetado Oribe, que fue Comandante de libertos, pero Rivera también era muy querido entre la negrada.
En Uruguay hubo las epidemias que hubo en Buenos Aires. Y dos más. Desatenciones sanitarias en 1857 y 1860 con dos barcos que arribaron al puerto, provocaron un brote que se llevó a más del 10% de la población. Urquiza y Mitre estuvieron rápidos, y tomaron medidas para que no se propagara por el Plata. Fue menor el rebote en estas márgenes del Plata.
También las guerras, tremendas como aquella revolución del 19 de febrero de 1868 donde mueren los jefes partidarios: Flores y Berro. Ni hablar de las últimas bandeiradas del Imperio necesitado de esclavos: Se metían en la campaña oriental a ‘robar’ negros, y eso termina provocando una guerra que culmina con el desastre en Paraguay.
También las guerras, tremendas como aquella revolución del 19 de febrero de 1868 donde mueren los jefes partidarios: Flores y Berro. Ni hablar de las últimas bandeiradas del Imperio necesitado de esclavos: Se metían en la campaña oriental a ‘robar’ negros, y eso termina provocando una guerra que culmina con el desastre en Paraguay.
En Uruguay los negros gozaron de un cuidado, que en Argentina no. Y tampoco exageremos con “cuidado”.
3) Las epidemias.
Las epidemias de cólera y fiebre amarilla fueron un matadero de gente inmenso.
Fue un desastre mayúsculo que se solucionó con la baja de las temperaturas. El Presidente Sarmiento realizó una tarea infatigable: Se fue cobardemente de la ciudad. Una junta de notables, médicos pero próceres que cuentan con calle y nombres de ciudad, merecidamente ganados, libraron una titánica lucha en barrios que parecían preparados para propagar el flagelo. José R. Pérez se puso al frente de la Comisión Popular de lucha, entre los que estaban Mitre, don Adolfo Alsina, uno de los Varela, el valeroso doctor Argerich, el gran doctor Guillermo Rawson, el doctor Wilde, el poeta Guido y Spano, Alem y Del Valle en Balvanera, el poeta Carriego. Éste fue lapidario con el presidente fugado: «Cuando tantos huyen, que haya siquiera algunos que permanezcan en el lugar del peligro socorriendo a aquellos que no pueden proporcionarse una regular asistencia». Finalmente solo quedaron los médicos y algunos más porque Alsina terminó yéndose con Sarmiento, la Corte Suprema y la casi totalidad del Cuerpo Legislativo. Fueron los médicos los que bancaron la parada de modos encomiables: Entre los médicos que fallecieron en labores para contrarrestar la enfermedad estuvieron los doctores Manuel Gregorio Argerich, su hermano Adolfo Argerich, Francisco Javier Muñiz, Zenón del Arca —decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires—, Caupolicán Molina, Ventura Bosch, Sinforoso Amoedo, Guillermo Zapiola y Vicente Ruiz Moreno. Otros médicos que permanecieron en su puesto o incluso acudieron a la ciudad, y sobrevivieron, fueron Pedro Mallo, José Juan Almeyra, Tomás Perón, abuelo del General, Juan Antonio Argerich, Eleodoro Damianovich, Leopoldo Montes de Oca, Juan Ángel Golfarini, Manuel María Biedma y Pedro A. Pardo. El arzobispo -y la Iglesia Católica en su totalidad- también permaneció en la ciudad dando ayuda y combate, falleciendo su madre y su hermana acompañándolo en la infatigable tarea.
Y los negros de los barrios del sur pagaron caro vivir en donde más se hacía sentir el flagelo(1). Los diarios de la ‘comunidad’ denunciaron como el Ejército nacional los encerró para evitar que propagaran la enfermedad. Y la mortandad se llevó a bravos porteños que pagaron el hecho de tener de cobre la piel, en una sociedad que privilegiaba, ahora, como en los tiempos del régimen de castas, ser “blanca y europea”.
(1) http://www.latinoamerica-online.info/soc03/afro01.03.html
4) La mestización.
Como los historiadores coinciden que en la epidemia murió mayoritariamente (al menos en los registros públicos) personas de origen inmigratorio.
El catamarqueño Madoqueo Navarro llevó un gran registro de los muertos enterrados ese año, en los cementerios de la ciudad: Casi 14,000 mil muertes sobre una población de 180.000. El 70% eran extranjeros. Lo que denuncian los investigadores afines a definir la causa afro como “la desaparición de un pueblo”, entienden que en estas estadísticas no se ha registrado a los negros que murieron ese año. Lo cual forma parte de aquel plan “de invisibilización” iniciado con la caída de Rozas.
¿Cuántos eran los negros en 1870? Si a la caída de Rozas representaban el 20/25% de la población, las oleadas inmigratorias y el no registro de los negros como tales en los distintos censos nos hacen perder la cuenta. El censo de 1855 contabiliza 91.395 personas.
Calculando, podemos decir que entre 18 y 22 mil personas eran afros. En esa primera década post-punzó, algunas condiciones sanitarias mejoran. Para los negros, también. Los esclavos que quedan, son los que quedarán. Eso no implica un mejoramiento en sus vidas: Insolitamente los esclavos vivían mejor que los libres. Se les permite casarse, y existen los primeros registros al respecto. Se alarga la vida y mejora, sensiblemente, la lucha contra la mortandad natal. Peero.
Empieza un proceso transformador, con la propia Constitución del ’53 como alma: Argentina pasará a ser blanca y europea. Los propios diarios oficiales porteños no le van en saga a la Carta de Santa Fe: “Que mejor para la sociedad que cruzar a un italiano con ganas de trabajar con una negra que pueda darle un hijo fornido para las pesadas cargas del trabajo”. Mengele dice que aprendió de Buenos Aires.
Los negros vagos, que van a ir a pelear a las diferentes guerras, pierden a sus jermus en favor de los inmigrantes. La ‘cruza’ blanquea al recién nacido. La mestización ha llegado.
En apenas quince años Buenos Aires duplica su población 91mil—->180,000. Los negros ya no entran a mansalva por el Puerto como esclavos. Se diseminan en una sociedad que los oculta y procura “blanquearse”. Si eran aprox. el 20% cuando Caseros, debieron pasar a ser no más del 12% al Censo del ’69; Y contando los que se fueron a la Guerra del Paraguay; Solamente en Cuarupaity mueren 9000 aliados, la mayoría argentinos: Murieron jóvenes de renombre en la terrible masacre propiciada por la impericia de Mitre, pero la gran mayoría son negros. De todo el país, claro está. Para los años 1870-1 con la epidemia, los registros terminan de ser hasta para el posible cálculo que les cuento.
La mestización ha sido el golpe de gracia para el pueblo afroargentino. La desprotección de los gobernantes fue la decisión para que se diseminaran en una población cada día mayor, duplicando registros, provenientes de Lauropa. No hay con que darle. Los posibles 20 mil de 1855 pasan a ser poco más de 8.000 en 1887. En una población que ha quintuplicado su cantidad.
Pero aún entonces. Ese 8,000 de 1887 seguirá perdiéndose entre europeos que no paran de arribar al Puerto. Récord y récord de inmigrantes que duplican la población estable. ¡Duplican!. En 1895 son 670 mil ‘porteños’ que pasan a ser un millón y medio en 1914. Los negros quedan perdidos en esa marea de tanos y españoles para siempre.
‘Pobre Gabino, él sí que sirvió‘, dijo al enterarse. El Pueblo volvía al Gobierno, y a la Historia. Metáfora maravillosa de la argentinidad: Ya no estaban para llevar en andas, al heredero del Restaurador. En otros autores busquen como en nuestro presente perdura la memoria de los negros en los decires de la cultura popular, y en el tango como emblema. Argentina no tuvo un ‘Negro Jefe’ para ganar su Maracanazo. Pero les seguimos diciendo cocineros de negros, a los que se atreven a cuestionar al poder. Algo perdura, a la vuelta del camino, de aquellos y aquellas que osaron gritar libertad en las invasiones inglesas, Maipú, el Rosismo, la guerra del Paraguay, y en las últimas patriadas radicales. ‘Cabecitas negras’ serán llamadas después. Laven sus patas en la fuente, que les pertenece. La Historia por la Libertad americana le debe a los negros un relato mejor. Vaya este como advertencia: Cuidaos, mandones, no vayan a resucitar.
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