Argentina no para de generar récords. Y en sus indicadores económicos es donde más se manifiesta este fenómeno. Inflación, fuga de divisas, tasas de interés y devaluación, son tan solo algunos de los ejemplos en los que el país se encuentra peleando para estar dentro del podio mundial.
Pero en estos últimos días ocurrió algo impensado. El viernes 9 de agostos, la última jornada bursátil previa a las PASO, las principales acciones argentinas saltaron más del 10% y el dólar retrocedía para ubicarse cerca de los 46 pesos por unidad. “Los mercados sin dudas están anticipando las buenas posibilidades que tiene el presidente Macri de renovar su mandato”, destacaba -con optimismo desmesurado- un importante analista financiero al ser consultado por el tema. Todo era fiesta para los inversores bursátiles que, durante la mayor parte de la era Macri, habían logrado pingües ganancias.
Pero el domingo por la noche, con los resultados de las elecciones ya definidas, el mundo financiero entró en pánico. Desde la madrugada del lunes 12 comenzaron las comunicaciones con los operadores del hemisferio norte para que, previo a la apertura de los mercados, liquiden los activos argentinos “a cualquier costo”. Y la orden se cumplió en forma textual: con el inicio de las operaciones en las bolsas de los distintos puntos del globo, y en especial en Estados Unidos y la plaza local, llegó un tsunami de órdenes de venta de acciones de empresas argentinas. Los activos de las principales industrias del país se pulverizaron; las caídas ese lunes, a solo minutos de abrir los mercados, alcanzaban al 50% llegando, sobre el fin de la jornada, a más del 65% entre los papeles más golpeados. La volatilidad continuó por varios días y, hasta hoy, nadie sabe a ciencia cierta cuál será el piso al que llegará este derrumbe accionario.
Y la Argentina logró así un nuevo récord internacional. En solo tres semanas de actividad bursátil, las empresas argentinas perdieron gran parte de sus fortunas tras las elecciones de las PASO. Tomando como referencia el período que va desde aquel eufórico viernes 9 de agosto al cierre de la tensa jornada de ayer, las empresas del país se descapitalizaron en más de 20.000 millones de dólares, según reflejan los valores bursátiles de las principales firmas. Una cifra exorbitante que representa cinco puntos del producto bruto de la Argentina y cerca del 40% del reciente crédito otorgado por el FMI al país. No existe, en la corta historia argentina, una caída semejante sobre los activos productivos, solo comparable con la crisis de la convertibilidad en 2001.
Perdedores.
Las empresas de servicios fueron unas de las que más sufrieron la caída de sus acciones. Eléctricas y gasíferas de este rubro vieron desplomar sus activos más del 70% en estas últimas tres semanas. Para los inversores la posible llegada del Frente de Todos al Gobierno vaticinaba mayores controles de precios en el mercado. Los antecedentes están todavía grabados en la retina de muchos operadores. Durante la gestión del matrimonio Kirchner la regulación de los servicios públicos generaron millonarias pérdidas a las empresas, pese la enorme cantidad de subsidios que volcó el Estado al sistema. Camuzzi Gas Pampeana, Gas Natural Fenosa, Metrogas, Edenor, Edesur y TGN, entre otras, perdieron enormes cantidades de dinero en todo este período que se caracterizó por la falta de inversión para sostener los niveles básicos del servicio.
Pocos fueron los sectores que se salvaron en esta tormenta. Los unicornios, como es el caso de Globant y Mercado Libre, mostraron caídas moderadas. Las empresas del Grupo Techint, entre las que se encuentran Tenaris y Ternium, también aguantaron la ofensiva vendedora del mercado. Analistas del mercado aseguran que todas aquellas empresas que están fuertemente relacionadas con el comercio exterior u operan en otros países como unidades de negocio independientes, tienen muchas más posibilidades de sortear este tipo de crisis ya que pueden ‘desacoplarse’ transitoriamente de los acontecimientos locales.
Los activos de las principales industrias del país se pulverizaron ese lunes 12; las caídas a solo minutos de abrir los mercados alcanzaban el 50%.
Otros de los segmentos de la economía que fue severamente golpeada tras las elecciones de las PASO fue el financiero. Los bancos de primera línea que, hasta el viernes previo a las elecciones, gozaban de una excelente salud vieron como sus activos se desplomaban más del 70% en las distintas bolsas del globo donde cotizaban. La mirada de los inversores estaba puesta, ese lunes negro del 12 de agosto, en las crecientes posibilidades de que un presunto gobierno Fernández-Fernández active el default al no poder hacer frente a los vencimientos de bonos y títulos emitidos oportunamente por el Gobierno Nacional y muchos de ellos en manos hoy de los bancos.
Finalmente, este fin de semana la administración Macri convalidó el temor de los inversores, ingresando en un default selectivo, al postergar los pagos de muchos de los compromisos que vencían en los próximos meses. Las nuevas medidas de ‘reperfilar’ la deuda pública complicaron aún más a los mercados.
Toda la economía se vio resentida en estas última tres semanas. Pareciera que nos es imposible cortar los históricos ciclos de crisis y crecimiento económico que viene registrando el país en forma periódica desde la década del 30 del siglo pasado.
Esta enorme cifra de 20.000 millones de dólares solo computa las pérdidas que tuvieron las empresas del país tras la baja de sus acciones en este corto período. No se tiene en cuenta aquellas industrias que no cotizan en bolsa ni las mermas surgidas por la descapitalización de los títulos públicos nacionales. Ni tan siquiera considera -y este es el punto más grave a tener en cuenta por la política- los efectos sociales de esta tragedia económica. No hay que desechar que, para fines de este año, la pobreza del país se acerque al 40% del total de la población. Otro nuevo y triste récord que deberá enfrentar con vergüenza toda la sociedad argentina.
Ni el relato de YPF ni la magia de Galuccio pudo con el tsunami
El caso de las empresas petrolera que operan en el país es realmente emblemático. La reciente crisis económica también las afectó sensiblemente, pese a que está muy vigente el relato oficial sobre las grandes posibilidades que existen en la explotación del área de Vaca Muerta.
La empresa YPF tiene allí grandes extensiones sobre las que ya esta trabajando en forma intensiva. Los estudios del gobierno y de la misma petrolera proyectan un enorme futuro en el desarrollo de toda esta área. Pero el mercado no entiende de relatos, independientemente de cuál sea el gobierno que los plantee. Y es por ello por lo que, tras las PASO, la acción de YPF se desplomó cerca del 50% y la cotización de la empresa en solo tres semanas cayó a la mitad. Hoy su valor se ubica en torno a los 3.500 millones de dólares, lejos, muy lejos de los cerca de 28.000 millones de dólares que estaba valuada a mediados de 2005, cuando la familia Kirchner todavía no había echado mano a esos activos.
Lo mismo ocurrió con la flamante empresa que lidera Miguel Galuccio, Vista Oil & Gas. El exhombre fuerte de YPF, apodado “El Mago” en el ambiente petrolero por su facilidad de manejarse en el ámbito político, creó hace solo unos años Vista Oil & Gas para desarrollar el potencial de Vaca Muerta. Quien otro sino él para entender del tema, que estuvo en el inició del desarrollo de los no convencionales a partir de 2012 cuando se estatizó en forma compulsiva YPF.
Vista Oil & Gas comenzó a cotizar en Wall Street a fines de julio, cerrando una emisión de 10 millones de acciones con un valor por acción de 9,25 dólares por acción. El telón de fondo para tentar a los inversores -solo 100 millones de dólares- fue el desarrollo de Vaca Muerta. Pero la magia no aplicó aquí. La acción perforó esta semana los 4 dólares por acción, mostrando así una pérdida cercana al 60% desde su aparición en la plaza neoyorquina.
Escenario
En medio del desplome generalizado, ¿hay que pensar en invertir?
Mucha de la literatura financiera señala que cuando existen bajas pronunciadas -y generalizadas- en las acciones de un país, aparecen oportunidades para salir de compras. Pero no siempre la teoría empalma en forma lineal con lo que puede llegar a ocurrir en la realidad.
Por supuesto que hoy varios de los papeles argentinos están en la mira de los inversores. La mayoría de ellos han tocado, en dólares, sus valores mínimos de las últimas décadas. El dato no es menor y menos aun cuando vemos el recorrido potencial que tienen por delante. La tentación es enorme.
Sin embargo, una de las tantas consignas que priman en este ambiente es “no comprar sólo mirando el precio”. Ese es un error que puede costar caro.
Una cosa es el precio de la acción y otra muy distinta es el valor intrínseco del activo. El precio solo nos dice cuáles son las expectativas de corto plazo sobre ese papel. Si nuestra inversión en acciones apunta al largo plazo (dos años en adelante), entonces debemos focalizarnos mucho más en los fundamentos de la empresa que en las subas o bajas momentáneas de su cotización en el mercado.
Pocos son los que dudan que muchas de las acciones que el fatídico 12 de agosto se desplomaron más del 50%, no comenzarán a recuperarse -a partir de diciembre o antes- y compensar parte de las importantes pérdidas ya asumidas. Pero nadie tiene la verdad en este juego.
Publicado en Diario "Río Negro", sábado 31 de agosto de 2019.-
Cuadro de imágenes publicado en el Diario "Río Negro", sábado 31 de agosto de 2019.