por Carlos Schulmaister.
Del libro “Intelectuales: entre el mito y el mercado”,
Edit.General Roca (R.N.) 2007, Argentina.
Gracias al mercado y a la publicidad algunos intelectuales
llegan a convertirse en cortesanos del Poder y en algunos casos en hetairas del
mismo. Si bien el fenómeno es un clásico de América Latina, para corte y
cortesanos no hubo ni habrá nunca nada que supere la época del Innombrable,
aunque da lo mismo decir El Sátrapa.
Esta colocación de los intelectuales acarrea la posibilidad
de múltiples masajes al ego, a su fatuidad y vanidad: ser funcionarios,
asesores, almorzar o cenar con los gobernantes de cuando en cuando, ser
mencionado por éstos (¡el éxtasis!), y otras más ambiguas. Además de recibir
halagos precisos e identificables, y otros imprecisos, motivados en su
condición de estrellas rutilantes.
Los tocados por la varita mágica se desviven por participar
de las fiestas de la corte, por ser vistos por el César, por cruzar miradas
chispeantes con él, por ponérseles por delante y sonreírle, en tanto otros
cultivan el rol de insobornables pero rogando íntimamente que su fingida
reserva y laconismo lo seduzca y le haga razonar que le vendría muy bien que la
gente lo asocie con intelectuales honestos y capaces como él (como el intelectual),
que “no están quemados”… todavía.
Un recurso propio de intelectuales para soportar su
extranjeridad en el Poder es agruparse y desde allí intentar revenderse al
César con un presunto mayor valor agregado: “el grupo X…”, “la Mesa de…”,
pensando en general que aquél es un tarado que no se da cuenta de la jugada,
cuando en realidad el César ya está de vuelta y si acepta es porque piensa
sacarle algún rédito a la operación. Puestos en esa carrera, no dudan en
felicitarlo por la inteligencia demostrada al haberlos convocado a participar,
y prometen y se prometen días venturosos para la patria por tal hecho. A partir
de allí sueñan con una carrera política (invariablemente con jubilación
privilegiada al final).
En consecuencia, andan de subsecta en subsecta, merodeando,
influyendo, hablando en la oreja (“asesorando”) a politiqueros, señalando
réprobos pues es fundamental para ellos marcar su propio territorio como el
macho de la manada contra los machos extraños.
Así se va construyendo una acumulación de poder de
influencia cuya operatividad puede llegar a ser siniestra, a pesar de sus
importantes lauros, sus honorables trayectorias y sus muy elevados propósitos
iniciales.
Pero esto no es privativo de nuestro país ni de países
latinoamericanos. También sucede en la culta Europa. Es consecuencia de un
principio económico muy simple: los bienes son limitados y los aspirantes
aumentan constantemente.
¿Qué diferencia tienen éstos asaltantes del poder con los
intelectuales orgánicos del campo marxista? Ninguna. Ambos usan al poder y a
las masas en su propio beneficio.
De todos modos, son tan nocivos los orgánicos de la
izquierda que renuncian al ejercicio de su autonomía intelectual a cambio de
integrar la nomenclatura, como los que se venden por un jugoso contrato al
Poder político o a las corporaciones en calidad de tecnócratas estables.
¿Cómo es la relación de los intelectuales con el Poder y con
los Medios de Masas? Muy aceitada. ¿Qué ganan y qué pierden? Ganan mucho y
pierden poco pues las pérdidas morales no las computan. ¿Qué condicionamientos
reciben? ¿Pueden resistirlos? ¿Desean resistirlos? ¿O sedejan de entrada nomás
como una prostituta?
Las utilidades son considerables. No es, por lo tanto,
ningún lugar despreciable. Dinero, viajes, relaciones, jubilación abultada,
reciclamiento en el funcionariado, ascenso social, una buena herencia a los
hijos. La posibilidad del lagrimón nostálgico el día de mañana, al recordarse
hijo o nieto de aquel inmigrante pobre que no logró alcanzar su sueño de bienestar
definitivo… y en cambio él… ¡las cosas que fue capaz de hacer como
reivindicación y amor por su padre para que se sintiera orgulloso desde el más
allá! (...)
¿Puede ser independiente un intelectual que cobra un sueldo
suculento del Estado o de una corporación y que, por lo tanto, le podrá dar
mejores oportunidades educativas a sus hijos, algunas compensaciones a su
esposa y al final del camino obtendrá una jubilación “acomodada”?
¿Se puede ser crítico y al mismo tiempo empleado de quien se
critica o de quien se debe criticar?
¿Qué ocurre cuando un nuevo gobernante se rodea de
intelectuales reputados de duros, o críticos, o comprometidos, etc, etc? ¿Qué
busca? ¿Cómo termina esa relación? ¿Existirán interesados en visitar los
salones del Poder?
¿Y en convertirse en cortesanos para siempre? Sobre todo
existiendo la posibilidad de transmitir el cargo al primogénito como en los
tiempos de Indias. Eso sin mencionar a la esposa, el hermano, el cuñado, la
amante y el yerno.
¿Qué le sucede, en consecuencia, a las lenguas y a las
plumas de esos felices intelectuales agraciados con la grande de la lotería? Se
callan, se inhiben, se adormecen, se autocensuran, se vuelven alcahuetes,
chupamedias, serviles, y por miedo a meter la pata y arriesgar tan estratégica
posición alcanzada no hacen nada. ¡Y santo remedio!
¡Pensar que cuando ingresaron a esos sacrosantos antros del
Poder creyeron que se debían colocar las pilas y tratar de dar lo mejor de si
mismos! ¡Qué error! El Poder desea precisamente todo lo contrario: ¡que suban y
no hagan olas! (...)
La entrada en la corte mata al intelectual. Éste se
transforma en un traidor -por acción u omisión- a quienes alguna vez dijo que
se debía, y si quiere continuar siendo honesto para sentirse mejor consigo
mismo y con su conciencia deberá abandonar a sus nuevos amigos. Otra traición
entonces. Además, por el sólo hecho de incorporarse ya se ha traicionado a sí
mismo. (...)
Publicado en el Blogs de Freddy Quezada.http://freddyquezada.blogspot.com/2007/12/los-cortesanos.html
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