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LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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viernes, junio 28, 2019

28 de junio de 1919: A 100 años de Versalles: muy lejos de la paz y el progreso

A 100 años de Versalles: muy lejos de la paz y el progreso.

Gabriel Rafart*

Firmado el 28 de junio de 1919 tras la I Guerra Mundial, con sus cláusulas se creyó terminar con un mundo en guerra. La realidad mostró otra cosa y apenas 20 años después se volvía a las armas.
Hace un siglo las principales potencias del mundo firmaron el Tratado de Versalles. Fue el 28 de junio de 1919. Con sus cláusulas se creyó terminar con un mundo en guerra. Aún más, estaban quienes consideraron que el Tratado era el punto de partida para que el mundo no volviera jamás a embarcarse en tan amarga y trágica experiencia. Habían transcurrido siete meses desde que firmaron un precario armisticio los imperios centrales y sus enemigos bajo la égida de Francia e Inglaterra. En ese momento no estaba claro quién era quién, tanto en la derrota como en la victoria, aunque fueron los alemanes quienes pidieron la tregua.
La contienda había empezado cinco años antes a causa de una disputa provinciana en los Balcanes. Conflicto que terminó arrastrando a las grandes potencias europeas. A los pocos años estas habían traído al territorio europeo numerosas tropas de los restantes continentes para que murieran por sus gobiernos imperialistas. Decenas de miles de senegaleses, vietnamitas, australianos, pakistaníes, canadienses, el millón de hindúes, entre muchas otras nacionalidades, estuvieron en el territorio de sus mandantes coloniales muriendo por una causa ajena. Los norteamericanos aportaron dos millones de hombres a la guerra.
Las rivalidades del viejo continente complicaron al mundo entero en aquello que comenzó a interpretarse como el primer capítulo de una prolongada guerra civil europea.
La terrible contienda destruyó muchos gobiernos, provocó la caída de imperios nuevos y antiguos, llevó a la bancarrota a los que sobrevivieron, provocó revoluciones anticapitalistas impensadas, reconfiguró el mapa colonial africano y asiático, además de quebrar la arquitectura y la moral de las sociedades de entonces. Todos lloraron a los millones de muertos en combate.
Y por años tuvieron que convivir con otros millones de tullidos, viudas y huérfanos. Las sociedades fueron humilladas en sus esperanzas de un mundo en paz. Versalles apenas logró un respiro frente a una era de catástrofes.
“Entre enero y junio de 1919, París fue a la vez el gobierno del mundo, su tribunal de apelación y su parlamento, el lugar donde se centraban sus temores y sus esperanzas”, reseña la historiadora Margaret Macmillan en París, 1919, el mejor y más documentado libro sobre aquella crucial coyuntura de la historia.
Cien años han transcurrido desde la firma del Tratado de Versalles y nada fue como se esperaba. La profusa y precisa narrativa de aquel tratado dio pie a una segunda y más sangrienta barbarie mundial. A los veinte años Europa, junto a la casi totalidad de las naciones del mundo, volvieron a estar en guerra. Una guerra aún mayor a la de 1914-18. Ciertamente 1939-1945 multiplicó por siete la cantidad de muertos de la primera contienda.
Si Versalles quiso poner fin a la guerra como empresa total lo que siguió generó un belicismo que no contempló ninguna frontera para imaginar y llevar a cabo la destrucción de ciudades, paisajes y millones de humanos que no vestían uniformes.
Después de la firma del tratado el 28 de junio de 1919 continuaron otros meses más para ajustar cuestiones diplomáticas pendientes. Lo que se rubricó en junio de hace una centuria fue el triunfo del alma vengativa de Francia, el desgano del viejo imperio británico y la traición a la letra de los doce puntos enarbolado por el presidente de los estadounidenses.
Los representantes alemanes obligados a firmar el Tratado ensayaron una crítica frente a las duras condiciones exigidas. Ellos querían que se respetara los acuerdos que dieron lugar al armisticio del 11 de noviembre de 1918. En aquel momento nadie habló de rendición incondicional. Aún más, se imaginó una paz sin anexiones y nada de venganzas. Alemania había acallado sus cañones sin que un soldado enemigo pusiera pie en su territorio. Aún así, el nuevo gobierno alemán de 1919 no supo encontrar otra salida y terminó aceptando las oprobiosas condiciones impuestas por quienes ahora se presentaban como ganadores.
El país había pasado, en los meses en que los líderes de Londres, Washington y París pergeñaban sus planes, de un agresivo imperio en guerra a una república debilitada y convulsionada por ataques tantos desde la derecha como por la izquierda. Tampoco los italianos, en el bando de los vencedores de la contienda, terminaron satisfechos con los arreglos de Versalles.
Solo Japón parecía encontrar un nuevo sitio en el mapa mundial. Aún así debieron soportar el racismo de los diplomáticos europeos y norteamericanos. El racismo y nacionalismo, sentimientos viejos, fueron remozados, y serán los dos componentes que marcaron los tiempos de alemanes y otros países.
El tratado intentó ofrecer una fórmula de paz para el futuro con la nueva ingeniería de la Sociedad de las Naciones. Se pretendía resolver los desacuerdos entre estados y pueblos, bajo el principio de la autodeterminación. A los pocos años demostró su ineficacia. De allí surgió una institución original para tratar de encauzar la evidente conflictividad entre trabajadores y capital: la Organización Internacional del Trabajo (OIT), institución multinacional que se mantiene vigente. Sin duda un pobre resultado para un tratado que suponía restablecer los canales del progreso y la paz mundial.
Publicado en el Diario "Río Negro", 28 de Junio de 2019.

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