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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, junio 08, 2019

"el generalito" Onganía, el militar que quiso gobernar 20 años pero no pudo ver su propio fin.

"el generalito" Juan Carlos Onganía (Marcos PazArgentina17 de marzo de 1914Buenos Aires8 de junio de 1995) fue un militar argentino, que ejerció de facto la presidencia de la Argentina entre 1966 y 1970.

Historia.

A 50 años del Cordobazo: Onganía, el militar que quiso gobernar 20 años pero no pudo ver su propio fin.

Ni bien asumió, clausuró el Congreso y comenzaron la censura y la represión. A menos de un año de la rebelión, fue reemplazado.

El ciclo de golpes militares en la Argentina, que lesionaron por mucho tiempo la estabilidad democrática, se había iniciado en 1930. Y aquella década del 60 no escaparía a la “tendencia”. El 28 de junio de 1966, después de un ultimátum lanzado un mes antes por el jefe del Ejército, el general Pistarini, las Fuerzas Armadas volvieron a desalojar al gobierno electo tres años antes, al presidente radical Arturo Illia. Y lo hicieron ante la indiferencia –también la complacencia- del peronismo, que estaba en plena reconstrucción y que tenía sus propias cuentas a saldar con Illia.

Pese a su debilidad de origen (había ganado elecciones con el peronismo proscripto), Illia realizó un gobierno con una economía ordenada, una ponderada política en Educación y Salud y, fundamentalmente, fue un ejemplo de austeridad y decencia personal. Los sectores militares presionaban por lo que consideraban“debilidad” ante un supuesto avance de izquierda o ante cualquier medida que se les antojara “populista”. Y hasta se mofaban del presidente por “lento”, asociándolo a las tortugas… Muchos de ellos, después expresaron su arrepentimiento. El que les había pronosticado el propio Illia en la Casa Rosada, cuando lo echaron y los llamó “bandidos cobardes que asaltan a la medianoche”.

Para ejercer la presidencia colocaron a Juan Carlos Onganía, quien había ejercido la comandancia del Ejército hasta un año antes y que tenía algún predicamento desde aquel famoso enfrentamiento entre Azules y Colorados: lideró el bando de los primeros, que ganó. Los dos eran “antiperonistas”. Pero los Azules, un poquito menos. Y ambos compartían una visceral aversión al comunismo.

Onganía no ocultaba entre sus referencias a José Antonio Primo de Rivera, el líder de la Falange española. Cuando se colocó al frente de los Azules (legalistas) ante los Colorados, Mariano Grondona lo exaltó en primera plana: "En las jornadas de septiembre de 1962 surgió algo que es más que un programa: surgió un caudillo".

Tres años más tarde, pronunció un recordado discurso en la Academia de West Point, en EE.UU., una virtual declaración de lo que se conocería como la Doctrina de la Seguridad Nacional. Onganía tenía veleidades como llegar a la Rural en carroza y pronosticar que gobernaría “por veinte años”. Por supuesto, la realidad lo desmintió.

Apenas llegó al Gobierno, mostró sus cartas: clausura del Congreso, disolución de los partidos políticos, censura artística, represión, congelamiento de salarios, intervención de las universidades. Si un momento simboliza esa llegada de Onganía fue aquel del 27 de julio, la tristemente célebre “Noche de los Bastones Largos”. La Guardia de Infantería entró a bastonazos en las sedes universitarias, principalmente en Ciencias Exactas y Filosofía y Letras. Apalearon a estudiantes y docentes, destruyeron bibliotecas y laboratorios. Más de 700 investigadores y profesores universitarios –muchos de ellos de la más refinada inteligencia argentina- se exiliaron, no volvieron más. Algo similar ocurrió con importantes artistas. “Pornografía” o “Simpatías de izquierda”, cualquier excusa era válida para la censura y así, por ejemplo, se prohibía la ópera Bomarzo, la creación de Mujica Láinez y Ginastera, entre otras.

A medida que la persecución y la situación económica empeoraban, también crecía la resistencia. El Gobierno lo compensaba con sus negociaciones con el “sindicalismo participativo” pero hacia 1969, eso no alcanzaba, y mucho menos cuando la CGT se quebró. Lo que siguió, fue historia conocida hasta el estallido del Cordobazo. Algo que ni el propio Onganía (¿aturdido?) pudo percibir en ese momento. Su mensaje fue: “Cuando en paz y en optimismo la república marchaba hacia sus mejores realizaciones, la subversión, en la emboscada, preparaba su golpe. Los trágicos hechos de Córdoba responden al accionar de una fuerza extremista organizada para producir una insurrección urbana. La consigna era paralizar a un pueblo pujante que busca su destino”.

Pero lo cierto, es que quedó muy herido. Meses más tarde, el 7 de marzo, el Ejército lo echó de la presidencia y lo reemplazó con otro general, Roberto Levingston, quien estaba en Washington como agregado militar. Tampoco resistió mucho, fue el verdadero hombre fuerte de la época, Alejandro Agustín Lanusse, quien asumió la presidencia, entabló las negociaciones con su mayor enemigo, Juan Domingo Perón, y finalmente convocó a las elecciones del 11 de marzo de 1973.

Como Alberto Amato definió en Clarín: “La historia deberá hacer justicia con Onganía y adjudicarle el verdadero papel que desempeñó en el embrión de violencia que sacudiría a la Argentina pocos años después”.
Publicado en Diario "Clarín", 29 de Mayo de 2019.

“Cuando se derrocó a Illia asumió (Juan Carlos) Onganía, que no tenía idoneidad para el cargo. Como político no hubiera llegado a ser ni concejal suplente. Era un hombre muy limitado, pero representaba intereses poderosos. Tenía ambiciones imperiales y declaró que el gobierno, autodenominado pomposamente Revolución Argentina no tenía plazos sino objetivos. Era una dictadura para quedarse”, sostuvo el ex senador radical Hipólito Solari Yrigoyen.
De lo publicado el 8 de junio de 2012 en el diario "Río Negro".
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