El virus y lo absurdo.
Dice una antigua leyenda que un caminante y la peste se encontraron en el desierto. Preguntó el primero: “¿Hacia dónde vas?”. “A matar 1000 en Bagdad”. Cruzándose nuevamente en el regreso, inquirió: “¿Cómo te fue en Bagdad?”. “Murieron 10.000”, dijo la peste. “¿No dijiste que matarías a 1000?”. “Sí, a los demás los mató el pánico”.
Moraleja: cada minuto nos muestran el ranking diario de muertos por covid-19. ¿Alguien lleva la cuenta de los decesos por tratamientos abandonados? Porque la diabetes, el cáncer, los infartos, los ACV, los asesinatos y suicidios siguen ocurriendo, pero ya casi no son prensa. Guardias, consultorios y clínicas casi vacíos por el pánico de pacientes y médicos. ¿Cómo se cuentan las muertes en vida de los abuelos a quienes se les quita -con el loable argumento de salvarlos- las pocas alegrías que les quedaban, la de dar un paseo al sol, de tomar un café con sus amigos y sobre todo la más anhelada que es el abrazo a sus seres queridos, en un año que para muchos será el último. Y porque lo valioso -bien decía Houssay- es darles vida a los años, más que años a la vida.
Más allá del indiscutible valor de un distanciamiento y reclusión, razonables de quienes puedan hacerla, más la higiene y el barbijo, el pánico (entendible) de los funcionarios, epidemiólogos; ha llevado en todo el mundo a imponer medidas tan abundantes como anárquicas, contrapuestas o francamente irracionales y dañinas. Y lo peor, sujetas al arbitrio de cada país, provincia o municipio, cada barrio y aún cada edificio.
Nuestra región es un inmenso desierto apenas salpicado de álamos. ¿Cuáles son los argumentos para que se impida disfrutarlo en familia, al aire libre y a kilómetros del “otro” del que hay que distanciarse? Cientos de leguas de playa que no pueden caminarse (con barbijo y en invierno) por “el riesgo”. ¿Puede alguien demostrar un contagio de covid-19 ocurrido en esas circunstancias? Toda la evidencia científica remite esa posibilidad al absurdo.
En tanto, tal vez desde una confortable sala con Netflix, muchos que tienen generosos ingresos y estabilidad asegurados (y envidiados por quienes se enfrentan al virus) se abstienen de trabajar por autoconsiderarse “en riesgo”, convirtiendo en una desesperante odisea la vida del resto, con links, sitios, páginas, app, colas y 0800 que casi nunca funcionan. Mientras, nos reprenden cariñosamente: ¡Quedate en casa! ¿Argentina Solidaria? A esta altura, resulta evidente que el único que la tiene clara es el coronavirus.
Horacio Vorraso Esp. en Clínica Médica Roca.
Carta de Lectores publicada en Diario "Río Negro" (Edición Nro. 25840) del día domingo 28 de Junio del 2020.
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