JORGE CAFRUNE, ARGENTINO HASTA LAS PATA. |
Nació en Perico del Carmen, provincia de Jujuy, el 8 de
agosto de 1937.
Vivió su adolescencia en la capital jujeña y luego se
trasladó a Salta con su familia. Su padre, jujeño descendiente de árabes, le
inculcó el amor por la guitarra y por el canto de la tierra.
Tenía menos de 18 años cuando se incorporó al conjunto
folclórico “Los Pastores”, al tiempo que ingresaba a la facultad de Derecho.
Pero su vocación artística fue más fuerte: luego de abandonar los estudios
ingresa a “Las Voces del Huayra”, grupo en el que permaneció alrededor de un
año. Luego, a instancias de Ariel Ramírez, forma parte del elenco fundador de
“Los Cantores del Alba”, uno de los conjuntos decanos del folclore sesentista.
No duró mucho allí, su espíritu andariego e inquieto lo llevaría por otros
caminos. Montado en una vieja motocicleta recorrió la zona del litoral y
“cuando se acabó la nafta” recaló en Esperanza, provincia de Santa Fe. Allí
conoció al poeta José Pedroni, al que luego homenajearía en un disco. En Buenos
Aires, otro poeta y, como él, guitarrero y cantor, Jaime Dávalos, insiste para
que viaje a Cosquín, sede del famoso festival. Corría enero de 1962. Allí canta
en las peñas aledañas al festival. Lo escucharon algunos miembros de la
comisión y lo invitaron al escenario mayor. Por votación popular recibió el
premio “Revelación” y allí comenzó su etapa consagratoria. Llegó a grabar hasta
dos discos (más de veinte títulos) por año.
En 1965 registró “El Chacho, vida y muerte de un caudillo”,
con letras de León Benarós. Luego le cantó a “La Independencia”. “Orejano”, del
poeta uruguayo Serafín J. García, y las “Coplas del payador perseguido”, de
Yupanqui, fueron dos de sus éxitos más representativos.
A fines de la década viaja a España, donde su arte autóctono
es apreciado por el público joven. En 1971 un periodista español lo retrata
así: “alto y ancho, con espesa barba llena de canas y amplios pantalones de
gaucho argentino. En la mano tiene una vasija con mate, una especie de té de su
tierra, que chupa de vez en cuando. Recuerda a un gran sultán”. En ese mismo
reportaje se muestra admirador de Rosas y los caudillos provincianos y destaca
la obra de Perón, a quien visitara en Puerta de Hierro. “América del Sur –dice-
se está haciendo, busca su rumbo, su sitio en el mundo, su liberación, la
independencia. Ser cada uno: con su sentido, con su aire nacional”.
Regresa a Buenos Aires a fines de 1977 con el propósito de
emprender una de sus giras “de a caballo y por la Patria”. Esta vez la
intención del cantor era brindar un homenaje a San Martín, en el bicentenario
de su nacimiento, uniendo la capital federal con Yapeyú. Allí pensaba depositar
una urna con tierra traída desde Boulogne Sur-Mer. Antes de partir, desde la
Catedral Metropolitana, habría tenido un altercado con un grupo de civiles sin
identificar que se oponen a que cumpla ese objetivo. Conviene recordar que la
junta militar en el poder había preparado una ostentosa celebración para el 25
de febrero en Corrientes bajo la consigna “San Martín ha sido y tiene que
seguir siendo símbolo de paz y de unión entre todos los argentinos”. La
presencia de un artista contestatario, adverso a la política procesista y con
enorme llegada entre las clases populares de todo el país hubiera empañado en
cierta forma aquellos fastos dispuestos con tanto celo por la dictadura.
Un testigo presencial, Fino “Chiquito” Gutiérrez, su
compadre y acompañante, afirma que Cafrune marchaba esa noche de vera
bonaerense, contra su costumbre, sobre la banquina de la ruta. Llevaba en la
montura un farol que daba cuenta de su presencia. De pronto, en la intersección
de la ruta 27 y la calle Tirso de Molina, en jurisdicción de General Pacheco,
una camioneta irrumpe por detrás y embiste violentamente a Gutiérrez. Éste cae
hacia atrás sobre el pavimento, mientras su caballo, impulsado por el impacto,
es proyectado hacia delante, sobre la cabalgadura del cantor, que rueda
pesadamente en tierra. El conductor huye velozmente mientras Cafrune, que ha
golpeado con su cabeza sobre el piso, ha quedado inmovilizado y con un agudo
dolor a la altura de los pulmones. Un automovilista se ofrece a conducirlo al
hospital más cercano, donde, según se comenta, se niegan a atenderlo por
órdenes superiores. Otra versión, oficial, afirma que los bomberos se
encargaron de trasladarlo hasta una sala de primeros auxilios en Benavídez, la
que no contaba con los medios necesarios para tratarlo debidamente. Entonces se
dirigen al Hospital Municipal de Tigre, donde, luego de diagnosticar un cuadro
desesperante con varias costillas rotas, hundimiento de tórax y politraumatismo
de cráneo, los médicos aconsejan su derivación al Instituto del Tórax de Haedo,
con el fin de ser operado. En esas idas y vueltas habían transcurrido más de
dos horas. Finalmente, en la ambulancia que lo transportaba, a la altura de
Vicente López, el cantor deja de existir. Era la madrugada del 1º de febrero de
1978.
La urna con tierra de Boulogne Sur Mer, desapareció y nunca
fue encontrada.
Comenta su biógrafo Héctor Ramos: “En el libro de la CONADEP
existe una mención concreta sobre la muerte de Cafrune ordenada por encargo e
integra el sumario que se sigue por la desaparición, tortura y muerte de
personas en la Argentina durante la represión”.
JUAN CARLOS JARA – LOS MALDITOS – VOLUMEN IV – PÁGINA 40. Ediciones
Madres de Plaza de Mayo.
Fuente de información: Facebook de Pensamiento Discepoliano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.